viernes, 27 de febrero de 2015

El soundtrack de la revolución


Los interesados en hermosear la muy dilatada historia de la revolución castrista nos quieren hacer pasar las canciones de la Nueva Trova como el soundtrack de una época heroica en que todavía se tenía fe en el porvenir luminoso que nos auguraban.

En realidad, esa época dorada -como todavía algunos quieren llamar a la época de los paredones de fusilamiento y las cárceles con miles de presos políticos- cuando empezaron a oírse las canciones de Silvio y Pablo, ya había pasado y era sustituida por un estado de cosas forzado, monótono y desesperanzador.

Fue el tiempo del Decenio Gris, la parametración, el ostracismo de los mejores escritores y artistas, las redadas policiales en El Vedado contra melenudos y homosexuales, la persecución a los Testigos de Jehová, la ley del vago, la obligación de trabajar en la agricultura a los que querían irse del país y un largo etcétera de aberraciones.

Si hay una banda sonora de eso que se empeñan en llamar “la época dorada de la revolución”, serían los boleros del Benny, Lino Borges, Kino Morán y Fernando Álvarez; Los Zafiros, la Aragón, el feeling de Elena Burke, el cuarteto de Meme Solís; la sandunga de Las D’Aida, las baladas de Marta Strada, el ye-yé y el no tengo edad para amarte de Luisa María Guell; el rock lento de Luisito Bravo; las 15 baladas de aquel long playing de Paul Anka que fue lo único que quedó que oliera a rock and roll luego que el Máximo Líder, unos años antes que a The Beatles, identificara a Elvis como la decadente encarnación de la música del enemigo y decretara la guerra sin cuartel contra “los elvispreslianos y los enfermitos”.

Y como no podía bailarse el twist, el gogó o el bugalú, nos desbaratábamos los hombros y la cintura con el Mozambique de Pello El Afrocán, el pilón de Pacho Alonso, y el dengue, cuando no era una enfermedad trasmitida por los mosquitos, sino un ritmo que tocaba la orquesta de Roberto Faz.

Eso fue lo que se escuchó en la mayor parte de la primera década del régimen revolucionario. Lamento defraudar a los homéricos picúos que quisieran algo más épico, que hablara de trincheras, machetes, fusiles contra fusiles y balas veloces al centro del combate. Como lo que vino después. Pero por entonces, los cantautores que compondrían por encargo oficial las canciones que también serían armas de la revolución, todavía estaban en la escuela. O renegando por estar en el servicio militar obligatorio o las UMAP.

Después, a finales de los 60 y los primeros años 70, la banda sonora de la vida en Cuba no la puso solo la Nueva Trova. También y sobre todo fue el pop español que nos empujaban por Nocturno con tal de no poner a los originales que cantaban en el idioma del enemigo; al rock y el soul que se escuchaba a escondidas en la WQAM y otras emisoras de radio del sur de la Florida; y a Juan Formell y Los Van Van, que iniciaban su andar por aquellos años, con números como Marilú, Yuya Martínez y aquella emblemática Compota de Palo, que evocaba los mejunjes intragables con los que nos criaron, luego que se acabaron las Libby’s y Campbell y todavía el CAME no había empezado a enviar las compotas de manzanas rusas y búlgaras.

A propósito, mucha de aquella música, también la que era cantada en inglés, la empezamos a escuchar allá por 1970, en Radio Cordón de La Habana, que fue lo único bueno que dejó aquella locura del Máximo Líder de sembrar café Caturra en los alrededores de la capital, a costa de dejarnos sin árboles y sin frutas.

Pero las canciones en inglés por Radio Cordón, Radio Liberación y el programa De en Radio Rebelde –tomen nota de los nombrecitos de las emisoras- duraron hasta que en 1971, el discurso del Máximo Líder en el Congreso de Educación y Cultura, marcó el inicio del Decenio Gris. Entonces, ni a los Mustangs y los Fórmula V pusieron. Solo se escuchaba música andina y canciones de la Nueva Trova.

Silvio Rodríguez y Pablo Milanés tuvieron talento suficiente como para escribir bellas canciones del amor y de la vida, además del teque por encargo oficial. Eso los salvó de ser meros cantores del realismo socialista en su versión tropical-tercermundista. Por eso han perdurado, y están en esta banda sonora, aunque no sea únicamente de ellos, como pretenden algunos atorrantes.

Luis Cino, en su blog Círculo Cínico
19 de noviembre de 2014.

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