viernes, 20 de noviembre de 2015

Please, speak English!



Ya los yanquis vienen llegando. Al menos de eso presume el gobierno verde olivo y el cubano de a pie que desayuna solo café. Todos sueñan y sacan cuentas.

El Estado planifica construir hoteles donde quiera que haya un espacio. Y a pesar de la sequía bestial, erigir campos de golf de 18 hoyos para tipos con tarjetas American Express, Visa o Master Card que superen el millón de dólares.

El Dorado del siglo 21. El dueño de un cafetín que armó en el portal de su vivienda, quiere saber si en su barrio edificarán hoteles. Y la propietaria de una casa situada en la ruta habitual de turistas en la Habana Vieja, ha doblado su precio de venta.

Todavía no hay movimientos de tierra, ni Mc Donald’s a la vista. Y en las tiendas por divisas, los pollos de Kentucky siguen costando un ojo de la cara y una manzana de California vale la mitad del salario diario.

Pero no sé por qué rayos, en el ambiente cubano actual se tiene la sensación de que la invasión de turistas y productos Made in USA, como Santa Claus en Navidad, nos traerá muchos regalos si somos complacientes con los americanos de bolsillos amplios.

En la Isla ya es de mal gusto hablar de un tipo llamado Carlos Marx y se menciona a Fidel Castro en voz baja, para no espantar la buena vibra. La autocracia militar prepara a la carrera una nueva campaña.

Por favor, olvide las reglas básicas de armar y desarmar en siete minutos un fusil AKM. Guarde el uniforme de miliciano, que ya los gringos no nos van a invadir. O sí, con dólares. Hamburguesas, hot dogs, pollos fritos y bistecs de res de un dedo de gordo.

La historia del 17-D tiene tirón. El Obama-Castro se ha convertido en una telenovela, con su buena dosis de misterio y esperanza. No se puede negar que está bien contada.

Diez meses después, no ha traído ni agua suficiente para aliviar la sequía. Pero como a un salvavidas, los cubanos se aferran a una consigna inventada: ‘Ahora sí vamos a construir un nuevo país’ (¿socialismo, capitalismo?).

La ciencia ficción cala en cualquiera. Y contagia. Los taxistas ya se ven manejando un Ford con aire acondicionado y motor V-8. En los hoteles, el servicio es lento y no hay toallitas húmedas. Punta Cana, en la República Dominicana, sigue ganándole en precio y competitividad al turismo en Cuba, pero los gerentes y barman ya se ven recibiendo propinas grandiosas de los rubios del norte.

Hasta los mendigos y alcohólicos incurables vislumbran un futuro mejor. Se imaginan vistiendo pitusas (jeans) y cambiando ron casero por Ballantine. Solo que para poder recibir con alfombra roja a los americanos (tres, cuatro, diez millones) se impone hablar inglés.

La gente empieza a verte como un bicho raro si no sabes chapurrear unas palabras en la lengua de Shakespeare.

“Asere, aterriza, si no aprendes a decir My name is Iván y no dominas un inglés básico, te vas a morir de hambre. Lo primero es hablar inglés, lo demás ya veremos”, me dice un vecino que hace una sola comida caliente al día, pero paga 15 cuc, la mitad de su sueldo como funcionario estatal, en estudiar inglés en una escuela privada.

Ahora mismo, uno de los negocios más lucrativos en Cuba es dar clases de inglés. Pregúntenle a los emprendedores que diseñaron una cadena de academias denominadas Britannia. Tienen una página web avalada por la prestigiosa Universidad de Cambridge. Los precios, por las nubes: de 10 a 20 cuc mensuales (tener en cuenta que el salario promedio en el país no rebasa los 25 dólares).

Eso no ha impedido que todas las plazas estén ocupadas. Niños, adolescentes, adultos y ancianos reciben clases en aulas climatizadas y tecnología de punta. Enseñan el inglés de Gran Bretaña y el de Estados Unidos. Inclusive el inglés macarrónico que se habla en Miami.

Solo en el municipio 10 de Octubre, con 207 mil habitantes, hay alrededor de 60 escuelas de inglés, particulares o estatales. En los colegios públicos, en todos los niveles de enseñanza, se va a reforzar la calidad del profesorado que imparte ese idioma.

Hasta un talibán de corta y clava como José Ramón Machado Ventura, que siempre ha dormido con el cuchillo entre los dientes y el sueño de toda su vida ha sido exterminar yanquis en cualquier parte del mundo, acaba de convocar a todos los cubanos a aprender y hablar bien el inglés. Y será obligatorio para los estudiantes universitarios.

¿Y el ruso? Solavaya. Hasta yo, en esta corrida, me voy a poner a estudiar inglés.

Iván García

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