Dos horas diarias de gimnasio le han esculpido la silueta como si fuese un atleta. También gasta un dineral en manicure, tratamiento capilar con keratina, alisarse el pelo con una plancha caliente y comprando ropa en tiendas clandestinas o alguna boutique estatal de La Habana cuyos precios emulan con los de Nueva York.
Para Didier, 23 años, el físico es un imán poderoso. “No sé quien fue el que lo dijo, pero una imagen vale más que mil palabras”, apunta, conectado a internet vía wifi en el parque Córdoba, barrio de La Víbora, al sur de la capital.
Dejó los estudios en noveno grado y comenzó a ganarse la vida prostituyéndose. En Cuba, la legión de jineteras y pingueros se consolida cada año. Didier supone, y tiene razón, que mientras se mantenga la perenne crisis económica, y comer carne de res sea un lujo, vivir en un apartamento con televisor de pantalla plana, tener un ordenador moderno y aire acondicionado sea un sueño inalcanzable para muchos, “la putería, el pinguerismo y el travestismo aumentarán. Es normal. La gente inventa y trata de sobrevivir a como dé lugar”.
Comenzó a prostituirse con 15 años. “Tengo una pinga grande y gorda. Un día una jevita que estaba conmigo y era jinetera, me dijo que unos canadienses clientes suyos, me pagaban 150 dólares si me acostaba con ellos. Pa’luego es tarde, me dije, y los partí en dos como si fueran un lápiz”, cuenta con la típica jerga del bajo mundo habanero.
Didier, no cree que se demerite su hombría. “No men, esto es un negocio. Soy macho a toda, pero mi profesión es pinguero. También soy ñangué (abakuá), ¿hay algún problema con eso?”, se pregunta asombrado.
Orlando, gay y peluquero, que cada noche recorre la sucia Calzada de Diez de Octubre en busca de pareja, comenta: “Olvídate de la ética y el machismo. Yo todavía estoy con los hombres por amor. Pero ahora todo se vende, hasta el sexo. Los travestis cobran, las jineteras igual y los pingueros no se quedan atrás. Hace unos días, un muchachito, lindísimo y buenísimo, me dijo que me singaba por 10 fulas. Y era masón. Es que en las propias prisiones cubanas la tortilla y sodomia entre hombre se practica por arrobas. A mí no me pueden hacer cuentos. Soy una loca presidiaria, he estado recluido cuatro veces por escándalo público”, dice sonriendo y se pasa la mano por su pelo teñido de rubio.
Enrique, abakuá desde hace treinta años, asegura que “en nuestra secta, al igual que en la masonería, se están viendo cosas escandalosas. Patos (gays), bugarrones y tipos que son abakuá y se dedican a pinguear con extranjeros. Los admiten en los plantes por dinero. Ya lo dice la biblia, se verán horrores”, señala, abriendo los ojos.
La Sociedad Secreta Abakuá es la única de su tipo existente en el continente americano y en Cuba también es conocida por Ñañiguismo. Surgió en las primeras décadas del siglo XIX, en los momentos de mayor hostilidad hacia los esclavos negros, quienes, ante el acoso, el medio que hallaron para evadir la represión fue una agrupación mutualista bajo la expresión más desarrollada de su conciencia social, la religión.
Los antecedentes del Abakuá o Ñañiguismo se hallan en las sociedades secretas que existieron en la región nigeriana de Calabar, y tiene como base una leyenda que narra la historia de la violación de un secreto por una mujer: la princesa Sikán encuentra al pez sagrado Tanze y reproduce su bramido en el tambor sagrado Eku.
Las actividades de culto se realizan todas en templos y se practica sólo en La Habana y Matanzas. En estas dos provincias se localizan 40 plantes, distribuidos en los municipios de Guanabacoa (14), Marianao (11), Regla (6), San Miguel (4), Cárdenas (4) y uno en la ciudad de Matanzas.
Las Firmas o Anaforuanas representan a cada una de las jerarquías que integran la estructura de los abakuá y cumplen una función consagratoria cuando se trazan sobre determinados elementos del ritual. Los sellos son la representación o identificación de cada juego o potencia abakuá, de los cuales existen 123 en toda Cuba.
En las Sociedades Secretas Abakuá sólo son admitidos hombres. “No se aceptan homosexuales, bugarrones, prostitutos ni tipos flojos”, aclara Enrique. Aunque siempre se cuelan algunos. Como es el caso de Didier.
Iván García
Hispanost, 20 de febrero de 2017.
Foto: No es exactamente la de un pinguero, si no un gay habanero. Tomada de La manzana envenenada, reportaje publicado en On Cuba Magazine en mayo de 2014.
cono
ResponderEliminarivan garcias de donde sacates a es yegua