lunes, 29 de julio de 2019

Los helados de los chinos cubanos en Puerto Rico



Después de descubrir este reportaje en el San Francisco Chronicle, sobre los chinos cubanos que después de la revolución fidelista emigraron a Puerto Rico -sobre todo a partir de 1968, el año del acabóse-, a mi memoria vinieron los helados que hacían los chinos del puesto que quedaba a media cuadra de mi casa, en la esquina Romay y Zequeira, Cerro, La Habana. Además de frutas frescas, vendían chicharrones de viento y tripitas, mariquitas, boniato fritos, manjúas y frituras de bacalao. El cartuchito más barato costaba 3 centavos y 10 centavos el más caro.

Los chinos no le echan leche a sus helados, pero gracias a su técnica de batido, consiguen que sean muy cremosos. En mi infancia (1942-1952) los chinos de mi barrio los elaboraban de coco, mamey, guanábana, anón, chocolate y orejones (melocotón, albaricoque y otras frutas secas). Además de los chinos del puesto que hacían helado, en mi cuadra (Romay entre Monte y Zequeira) había un 'tren de lavado', como le decían a sus lavanderías y tintorerías. Tanto los chinos del puesto como los del 'tren de lavado' no esperaron que la revolución arribara a su décimo aniversario para irse de Cuba. Igual hicieron muchos bodegueros, carniceros, dueños de cafetines, puestos de fritas, guaraperas y otros timbiriches que había por toda La Habana y por toda la Isla.

Antes de 1959, quienes viviamos en el tramo de Monte, desde la Esquina de Tejas hasta el Parque de la Fraternidad, solíamos ir a pie a las numerosas tiendas situadas en Monte, Reina y Galiano. A veces se regresaba en guagua, pero si uno iba acompañado y aprovechaba para merendar en el Ten Cent de Monte o Galiano, regresaba a su casa caminando. En la década de 1960, el transporte público en la capital todavía era bueno, pero hasta que en 1979 me mudé a la barriada de La Víbora, en 10 de Octubre, seguí con la costumbre de rara vez coger una guagua para desplazarme a los actuales municipios de El Cerro y Centro Habana.

Como ya conté en Harry Potter y la revolución escatimada, durante 19 meses trabajé como mecanógrafa en el Comité Nacional del Partido Socialista Popular, en Carlos III y Marqués González y casi siempre iba y venía a pie, aunque en ocasiones me daban 'botella' los choferes de Blas Roca (Fiallo), de Joaquín Ordoqui (Pancho) y de Lázaro Peña (Adalberto). Con Lázaro, su mujer Zoila (Tania Castellanos) y su hijo Lazarito (Lachi), muchas veces regresé en su auto, pues ellos vivían en el edificio situado en Infanta y Manglar, a pocas cuadras de mi domicilio. En ese mismo edificio residía Bola de Nieve.

Recuerdo que en 1963, desde Belascoaín y Desagüe me dirigía a pie a mi casa y al bajar por Desagüe y acortar por El Pontón, veo un puesto de viandas con un chino. Entro y descubro un cartel hecho a mano que decía Helado de Limón. Cada bola costaba un medio (5 centavos) y tenías que llevar donde echarlo, porque no tenía papel, vaso ni barquillo. En la cartera llevaba una libreta, la saqué y con las hojas del medio el chino me hizo un cucurucho donde cupieron cuatro bolas de helado de limón. Fueron los últimos helados chinos que tomé en La Habana.

Volviendo a Puerto Rico. En la heladería King's Cream, la primera que chinos de origen cubano abrieron en Ponce, además de helados de coco, guanábana, limón, tamarindo y chocolate, también ofrecen de piña, fresa, fruta de la pasión (parcha), naranja (china), almendra, maní y maíz, como pueden ver en Tripadvisor.

En Cuba, los chinos no solo hacían sabrosos y baratos helados, también comida criolla. Cuando en mi casa queríamos comer carne con papas, mis padres me mandaban con una cantina a una fonda china en Castillo casi esquina a Monte. Siempre compraba lo mismo: arroz blanco, frijoles colorados, carne de res con papas y plátanos maduros fritos. No recuerdo cuánto costaba, pero con un peso alcanzaba para comer tres personas.

Los cubanos de mi generación estamos en deuda con los chinos, japoneses y coreanos que emigraron a Cuba en siglos XIX y XX. Algunos lograron hacer fortuna, pero la mayoría trabajó durísimo para poder salir adelante y mandarle dinero a los suyos en sus países de origen.

Muy pocos aprendieron bien el idioma, pero se aclimataron e integraron y unos cuantos se casaron con cubanas, que cuando eran negras dejaron un novedoso mestizaje: el de los mulatos-chinos. Como Lucrecia López Vega, descendiente de chinos y africanos. Hace dos años, cuando Lucrecia cumplió 95 años, en mi blog le dedicamos un post.

Tania Quintero

Foto: María Lao, hija de inmigrantes chinos cubanos que en Ponce, abrieron King's Cream. Su hermano Mario Lao abrió una segunda heladería en San Germán, también en Puerto Rico. Tomada de San Francisco Chronicle.

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