Cuando preparaba Los enigmas de Bola, de Carlos Manuel Álvarez, para reproducir en dos partes en este blog, el lunes 9 y el jueves 12 de enero, a mi mente vinieron las imágenes que me han quedado grabadas de Ignacio Villa, Bola de Nieve.
Recordé al Bola saliendo del elevador del edificio en que vivía en 1959-1960 (el Areíto, en los altos del banco que allí había y creo todavía hay, en Infanta y Manglar); al Bola coincidiendo a la entrada del mismo edificio con Lázaro Peña y su mujer Zoila Castellanos, su hijo Lazarito, Adalberto el chofer de Lázaro, y yo.
Bola de Nieve, quiero aclarar, tenía excelentes relaciones con Lázaro Peña, líder sindical de larga trayectoria, y con Zoila, que era compositora. Su nombre artístico era Tania Castellanos y una de sus canciones más conocidas, En nosotros, ha sido interpretada, entre otros, por Olga Guillot, Lucho Gatica y Pablo Milanés.
Zoila, mulata risueña y jaranera, tenía muy buenas relaciones en el mundo musical y artístico. Además de muy amiga de Bola, también lo fue de mi padre. Bola de Nieve, como Olga Guillot, Celia Cruz, Bebo Valdés, César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Benny Moré, Elena Burke, Omara Portuondo, Arsenio Rodríguez y el Trío Matamoros, entre otros cantantes, músicos y orquestas, tuvieron en la Mil Diez, emisora perteneciente al Partido Socialista Popular, un medio popular de difusión.
Volviendo al Bola. Más de una vez lo vi saliendo del edificio, doblando y subiendo por la calle Infanta, impecablemente trajeado, con un paraguas negro en una mano, sonriente (a pesar de que él mismo decía que era un hombre triste), dando las buenas tardes o saludando a quienes le saludaban. Aunque en Los enigmas de Bola el periodista menciona que actuaba en la CTC y la UNEAC, la única vez que lo vi tocando en un escenario fue en el antiguo Auditorium, hoy Amadeo Roldán, teatro con excelente acústica.
Pero sobre todo a Bola de Nieve lo recuerdo tocando el piano en las noches irrepetibles del Monseigneur, bar-restaurant en la esquina de 21 y O, frente al Hotel Nacional. A partir de su inauguración, en 1964, cualquiera podía entrar al Monseigneur, siempre y cuando estuviera correctamente vestido. En esa época, en Cuba circulaba una sola moneda, el peso (y con la moneda nacional podías alquilar una habitación en el Habana Libre, Capri, Nacional, Riviera o cualquier otro hotel habanero o del resto del país.
La mejor hora para escuchar a Bola de Nieve, era llegar al Monseigneur antes de las diez de la noche. Bajabas los pocos escalones y en el surtido bar, pedías un mojito, daiquirí, cubalibre, dry martini, whisky, ginebra o ron a la roca. Te lo tomabas despacio mientras disfrutabas a Bola tocando el piano de cola y cantando Adiós felicidad, Tu no sospechas, No puedo ser feliz, Vete de mí, Déjame recordar, No te importe saber, Tú me has de querer, Alma mía o Be Careful It's My Heart.
Si querías cenar primero, llegabas a las 8 o 9 de la noche e ibas directamente al restaurante. Las especialidades del Monseigneur, al menos hasta 1965-66, filete mignon, pargo asado, camarones enchilados o langosta grillé. De guarnición, arroz blanco, ensalada, puré de papa y papas fritas cortadas a la francesa.
En su trabajo, Carlos Manuel, uno de los mejores periodistas que ahora mismo hay en la Isla, también se refiere a la condición homosexual de Bola de Nieve. Nací en La Habana de 1942 y a los homosexuales hombres entonces no les llamaban gays, si no pájaros, patos, chernas, mariquitas o maricones. Y a las mujeres no les decían lesbianas, si no tortilleras o pan con pan. No eran temas sobre los cuales se hablara en alta voz, pero la gente en los barrios pobres, lo aceptaba y lo veía con cierta pena hacia el vecino que tenía un pariente 'desviado'.
En los 61 años que viví en Cuba, nunca, por suerte, presencié que a alguien lo ofendieran y marginaran por su orientación sexual. Por el contrario, solía resaltarse que los gays y lesbianas, como ahora se les dice, eran excelentes hijos y personas muy laboriosas, con cualidades para ejercer determinados oficios y profesiones. En mi niñez en el barrio El Pilar, Cerro, siempre jugaba a las casitas con dos vecinas de la cuadra, Gladys y Margarita, y con Orlando, hermano de Margarita. Y nadie se alarmaba por ver jugando a un varón con tres hembras.
Vuelvo a Bola de Nieve. Quienes le saludaban por la calle o iban a escucharlo al Monseigneur, no veían en él a un negro feo y maricón, si no a un ser humano y, sobre todo, a un grandísimo músico y artista.
El 11 de septiembre de 2016 se conmemoró el 105 aniversario del nacimiento de Ignacio Villa y Fernández en Guanabacoa. El pasado 2 de octubre se cumplieron 45 años de su muerte en México. Y cosas de la vida, el 28 de octubre, día que redacté esta nota, Radio Exterior de España le dedicaba uno de sus habituales programas.
Tania Quintero
Video: Me contaron de ti, del pianista y compositor cubano René Touzet (La Habana 1916-Miami 2003), aparece en The Incomparable, dos CDs lanzados en 2007 con una selección de 43 canciones de distintos países, autores y estilos, interpretadas por Bola de Nieve a lo largo de su carrera.
Leer también: Un artista inmortal y El hombre triste que cantaba.
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