lunes, 2 de marzo de 2020

A un año del tornado en La Habana



Pasadas las dos de la tarde, en la polvorienta Calle Quiroga esquina a la Calzada de Diez de Octubre, al sur de La Habana, se escucha el pitido de una olla eléctrica. Enrique, 65 años, jubilado, se levanta del quicio donde está sentado a sazonar los frijoles negros. Sube por una escalera de concreto y llega hasta un pequeño apartamento pintado de azul y blanco, ubicado a un costado de la Iglesia de Jesús del Monte. Abre con dificultad la puerta que “el albañil tuvo que hacer magia para encuadrarla pues es de latón y venía con defectos de fábrica, como las ventanas”.

En el apartamento donde vive Enrique con su esposa y dos nietos se nota la chapucería. El repello de las paredes es desigual. El piso de losa presenta desnivel y el techo filtraciones. Aún así, Enrique considera que su vida ha dado un salto cualitativo. “Es verdad que la cacareada cultura del detalle que pregona el presidente Miguel Díaz-Canel no se cumple en la construcción de viviendas. Las casas y edificios que se construyen en Cuba tienen un montón de defectos, o como la mía, te la entregan a medio hacer. Yo tuve que terminar de azulejear la cocina y el baño. Pero el cambio ha sido tremendo. Viví toda mi vida en una casa de madera construida en el siglo XIX. Las tablas estaban renegridas y podridas. Ahora vivo mil veces mejor. Es verdad que este gobierno hace cosas mal hechas o a medias y hace promesas que nunca cumple. Pero con los afectados del tornado se pusieron las pilas”, afirma.

En menos de un año, brigadas estatales y de cooperativas constructoras levantaron y repararon cientos de edificaciones devastadas por el tornado que azotó La Habana en la noche del 27 de enero de 2019 y que en solo 16 minutos mató a cuatro personas, hirió 195, arrasó más de 1,600 árboles y 7,761 viviendas, de las cuales 761 se derrumbaron total o parcialmente. Los municipios por donde pasó el fuerte tornado fueron Diez de Octubre, Guanabacoa, Regla, San Miguel del Padrón y Habana del Este.

El Estado vendió a mitad de precio materiales de la construcción, herrajes de plomería y tanques plásticos para almacenar agua. Enrique opina que la atención médica y la alimentación que por esos días les dieron a los afectados fue bastante buena. "Claro, las familias que tenían más poder adquisitivo resolvieron los problemas más rápido. A los pobres, como siempre, todo se les pone gente más difícil”, dice, antes de alertarme que no me apoye en la pared, “porque la casa está pintada con lechada y se te queda pegada en la ropa”.

Si usted camina por la Calle Quiroga hasta Reyes, en la barriada de Luyanó, notará que el polvo irrumpe en la zona. “Cuando hay viento es peor. Se forma una polvareda que pa’qué. Ya los vecinos hemos hablado con el delegado del Poder Popular para que una pipa de agua limpie las calles. Es que mucha gente todavía está construyendo y guardan la arena, cemento y recebo a la intemperie”, explica Mirta, ama de casa, que tiene a su vivienda solo con el repello.

Ella cree que para el verano, “si Dios quiere, pueda terminar mi casita. Pero la cosa se ha puesto mala. Ya el gobierno no tiene el embullo de hace un año. Ya por aquí no vienen los pejes gordos a ver cómo marchan las obras. Se ha perdido el interés. Muchas brigadas de constructores no vienen a trabajar pues el transporte ha empeorado por falta de combustible. La ‘situación coyuntural’ está dificultando que podamos terminar nuestras casas", aclara Mirta.

La percepción que tiene la mayoría de los afectados por el tornado, es que al principio, las autoridades se esforzaron seriamente para dar respuesta a las múltiples situaciones ocasionadas por el tornado. Odette, dueña de una dulcería particular, piensa que se pudieron hacer mejor las cosas. “A pesar del burocratismo existente en casi todas instituciones, las ayudas, reparaciones o construcciones de viviendas funcionó ágilmente, sobre todo en los primeros seis meses. Después no fue lo mismo. Aún hay personas de bajos recursos que no han podido regresar a sus hogares".

Ovidio, delegado del Poder Popular en el Consejo Jesús del Monte, asegura que más del 90 por ciento de los afectados terminaron de reparar su casa o están construyéndola. “Solo tres o cuatro casos no se han resuelto y se ha demorado el papeleo para que el Estado subvencione sus materiales de la construcción, al no tener dinero para comprarlos. Otros, irresponsables, alegaron que los materiales que les dieron eran insuficientes y lo vendieron en el mercado negro. Ahora culpan al gobierno por no poder reparar sus casas. Pero fue culpa de ellos”.

Los vecinos de Luyanó no olvidan la ayuda entre los propios vecinos, de la iglesia y de numerosos ciudadanos que les llevaron ropa, alimentos, artículos de aseo, medicamentos, dinero... “Me quedo con eso. Se vivió una cooperación entre cubanos que hacía tiempo no se veía. Vinieron artistas, músicos y deportistas famosos cargados de cosas. Compatriotas de Miami que entregaban personalmente a cada familia cientos de dólares. Los dueños de negocios privados preparábamos comida y la repartíamos gratuitamente. Los dulces que confeccionaba se los regalaba a niños y ancianos. Es duro perder el techo, no tener un centavo y que nadie te tienda la mano. Lo mejor que dejó el tornado fue la solidaridad entre los cubanos”, recuerda Odette.

Un párroco de la Iglesia de Jesús del Monte coincide en que fue "una auténtica movilización espontánea de personas que llegaron a los lugares afectados para ayudar al prójimo. La iglesia católica también aportó su granito de arena. Dio comida a los más necesitados y medicinas que estaban en falta a enfermos que las necesitaban”.

Curiosamente, la Iglesia no ha recibido ningún mantenimiento. Ni siquiera una mano de pintura. Sigue sin la cruz. ¿Y no había aparecido la cruz como en aquellos días se dijo?, le pregunto. “No, fue una falsa alarma. No se sabe dónde fue a parar”, responde. El jubilado Enrique escucha la conversación. Él piensa que la fundieron y vendieron como chatarra. "Era de bronce y pesaba unos cuantos kilogramos. Seguro necesitaban el dinero".

El cura sonríe. Mueve la cabeza de un lado a otro. “Ya pondremos otra cruz, un nuevo campanario y pintaremos la iglesia. Lo primero era ayudar a los más afectados. Y en todo momento Dios estuvo con ellos”.

Enrique mira en la distancia y asienta con su cabeza. Mientras, desde la explanada de la Loma de Jesús del Monte, dos alumnas de secundaria observan la espectacular vista de La Habana que desde allí se divisa. Cerca, al costado de la parroquia, varios niños juegan fútbol y dos jóvenes se conectan a internet a través de sus teléfonos móviles.

Iván García

Foto: En muchas casas de Luyanó todavía está crudo el repello. Tomada de Los vecinos de Luyanó siguen tragando polvo.

Nota.- El lunes 27 de enero medios nacionales y extranjeros recordaban el primer año del paso de un devastador tornado por La Habana. En horas de la tarde de ese mismo día, el derrumbe de un balcón en la barriada habanera de Jesús María provocaba la muerte de tres niñas cubanas. Al día siguiente, 28 de enero, un sismo de 7,7 grados se sentía al sureste de Cuba y en otras islas del Caribe.

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