lunes, 17 de agosto de 2020

El laberinto de las inversiones hoteleras en Cuba (I)


Antes que la parcela de Prado y Malecón fuera concedida a la empresa hotelera francesa Accor, de quien se asegura que pagó más de 20 millones de euros al Ministerio de Turismo y a la Oficina del Historiador, tan solo por la licencia de construcción junto a Gaviota, el mismo pedazo de terreno había sido adjudicado a un par de empresas chinas que, después de desembolsar ambas una suma similar a la de los franceses, apenas realizaron los movimientos de tierra para marcharse definitivamente.

La retirada de los chinos no causó decepciones a los gobernantes cubanos, a fin de cuentas habían logrado sacarles unos cuantos dólares a los inversionistas, además de ahorrarse el pago por la remoción y el traslado de escombros que afeaban la esquina donde hoy, en pocos meses, abrirá sus puertas el tercer hotel 5 estrellas plus, perteneciente al circuito de lujo de La Habana.

Ese pedazo de Prado y Malecón, donde las habitaciones por noche habrán de costar entre los 250 y los 500 dólares, mucho antes que chinos y franceses, estuvo ocupado por varias cuarterías insalubres que, una tarde de finales de 2007, se vinieron abajo por un derrumbe parcial que envió a decenas de inquilinos a albergues o a remotos edificios en los repartos San Agustín y Alamar, según testimonio de los propios afectados.

Curiosamente, sólo ese par de edificios, los que más restaban vistosidad al entorno entre los tantos en peligro de derrumbe, cedieron al abandono general que existía -y aún existe- en una zona densamente poblada por cubanos de muy bajos ingresos y, en consecuencia, incapaces de asumir las reparaciones de sus viviendas, constantemente afectadas por las penetraciones marinas y el salitre.

“Desde finales de los años 90 (el entonces ministro de Turismo) Osmany Cienfuegos, le había echado el ojo a la esquina de Prado y Malecón”, explica Mauricio Olivera, exfuncionario de Cubanacán S.A., empresa encargada por Fidel Castro para contactar y establecer negocios hoteleros en la isla, fundamentalmente de españoles, la misma empresa que, fundada en los años 80, se había visto envuelta desde sus comienzos en negocios fraudulentos de blanqueo de dinero, lo cual saltó a la luz durante la causa contra el General Arnaldo Ochoa y otros oficiales de las FAR y el MININT, quienes señalaron a las “inversiones” con extranjeros como foco de corrupción, según consta en las actas del juicio.

“Se habían localizado varias parcelas importantes y ésa había sido del interés de algunos españoles, pero los problemas de infraestructura, agua, electricidad, que allí eran pésimas no terminaban de convencer a nadie. El mismo Osmany Cienfuegos se lo propuso directamente a (Miguel) Fluxá (dueño de Iberostar), pero éste no le dio una respuesta, solo le dijo que lo estudiaría y por eso Osmany le puso El Estudiante, a Fluxá, porque nunca le decía sí o no, sino que lo iba a estudiar. Entre Osmany Cienfuegos y Abraham Maciques (de Cubanacán y hombre de confianza de Fidel Castro para los negocios administrados desde el Consejo de Estado), fueron los que trajeron a Iberostar, Meliá, Guitar, y a todos se les propuso esa esquina, donde todavía vivían familias enteras con las cuales nada se habló”, asegura Olivera.

Entre los años 1997 y 2006, vecinos de las edificaciones de la esquina de Prado y Malecón, así como de inmuebles aledaños, aseguran que recibieron ofertas muy desventajosas para que abandonaran sus casas, y a muchos se les obligó a aceptar las propuestas mediante presión de diverso tipo como la suspensión del suministro de agua, electricidad y gas.

“Primero vino una comisión de vivienda para declarar inhabitable el edificio, después nos dijeron que nos sacarían solo por un tiempo y que harían allí mismo edificios nuevos de dos y tres plantas, pero después nos empezaron a presionar, pero como nadie se fue, comenzaron los problemas con la luz (electricidad), el agua nunca más la pusieron y esto se volvió un infierno”, cuenta Josefina “Finita” González, antigua moradora del lugar.

Si el mérito de la dupla Osmany Cienfuegos-Abraham Maciques fue atraer empresarios españoles para que invirtieran en Cuba, apoyados por el incondicional e imprescindible Luis Callejón Blanco, empresario español fanático del comunismo cubano y miembro fundador de la gran patronal turística Zontur, su gran derrota fue no poder alcanzar todo cuanto se proponían en el lapso de tiempo que deseaba Fidel Castro. Osmany ya no era una pieza clave, incluso todas las gestiones importantes las debía hacer Callejón, quien fuera el máximo responsable de que Gabriel Escarrer, por medio de su segundo, Juan Vives, se decidiera por introducir Meliá en Cuba.

También a Meliá, como a Enrique Martinón, Pedro Pueyo, Climent Guitar y Miguel Fluxá, los principales empresarios españoles en Cuba desde los años 90, se les propuso invertir en Prado y Malecón, pero todos rechazaron la idea. Se trataba de un proyecto demasiado complejo sobre todo porque el país, con la economía en su peor momento (Período Especial), no estaba en condiciones de suministrar los recursos necesarios para la ejecución, en una ciudad donde los suministros eléctrico y de agua potable no eran estables, además de ser brindados por una red totalmente obsoleta.

Pero, sobre todo, porque nunca había existido un proyecto sólido al respecto, además de que la zona, a finales de los 90 y principios del 2000 era demasiado deslucida para promoverla, algo que hacían por sí solos las playas de Varadero y los cayos vírgenes al norte del archipiélago.

Aunque Osmany Cienfuegos pronto fue sustituido “por irregularidades y errores” como Ministro de Turismo por Ibrahim Ferradaz, y el papel de Abraham Maciques comenzó a ser desempeñado por Juan José Vega, tampoco el cambio logró los éxitos esperados por Fidel Castro en cuanto a conducir y mover a los empresarios de acuerdo con su plan personal.

A los españoles La Habana y sus hoteles en decadencia les importaban muy poco y la mayoría de esos pioneros inversionistas habían descubierto que gran parte de los acuerdos y permisos, todos de palabra y sin ningún respaldo legal ni constitucional, llevaban mucho de sablazo y trampa. Pero, a pesar del peligro, había que apresurarse en establecerse en la isla puesto que todos auguraban la pronta caída del régimen luego que el comunismo se desmoronara en Europa del Este.

Las señales eran visibles: éxodos masivos, descontento popular, revueltas callejeras, hambruna, corrupción entre altos militares, divisiones en las filas del Partido Comunista y, para rematar, atentados con bombas en hoteles.

Reportaje investigativo, periodistas de Cubanet, 11 de febrero de 2019.
Foto: Construcción del Hotel Prado y Malecón, tomada de Cubanet.

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