sábado, 25 de junio de 2011

Cuba tiene que comenzar de cero en el voleibol masculino


No sólo desertan peloteros y boxeadores. Qué va. También brincan la cerca corredores, saltadores de longitud, futbolistas, balonmanistas y por supuesto, voleibolistas de clase.

Si ahora mismo Cuba no es la primera potencia del mundo en voly masculino de sala -con perdón de Brasil- es por dos causas. La primera, porque con su ofuscada política, el gobierno no autoriza que los voleibolistas firmen contratos en ligas foráneas, sobre todo la brasileña o italiana, las mejores del mundo.

Y la otra causa es debido a la ola de deserciones que desde el 2001 ha sufrido el deporte de la malla alta. Cuando la sexteta cubana se coronó de manera invicta en la Copa del Mundo del 2001 en Tokio, los especialistas locales pensaron que iban a tener un plantel de lujo para rato.

Cuba era candidata a una medalla segura en los juegos olímpicos de Atenas 2004. Había que contar con la isla en la discusión del título en cualquier competencia de nivel.

Pero el equipo se desarmó. Seis voleibolistas abandonaron la selección en una gira por Europa. Y no eran de segunda. Casi todos eran regulares en la formación y algunos, entonces, entre los mejores del orbe en sus posiciones.

Fue un mazazo tremendo para el voly criollo. Después que estrellas como Ihosvany Hernández, Ramón Gato, Ángel Dennis o Leonel Marshall decidieron ser atletas libres, competir por clubes profesionales y ganar dinero, a la hemorragia de deserciones en el voleibol cubano no se le ha podido colocar un torniquete.

Todos los años desertan jóvenes talentosos. Y lo peor es que la cantera del voleibol no se da silvestre como en el boxeo o el béisbol. En Cuba el voly es un deporte de laboratorio.

Sus torneos nacionales son cortos, de poca calidad, sin el seguimiento de la prensa deportiva ni fanáticos. A pesar de eso, logran formar un grupo de atletas con enormes potencialidades físicas y técnicas, gracias a la calificación de sus preparadores, entre los cuales se encuentran los mejores del mundo, como Eugenio George, escogido el mejor D.T del siglo XX por la federación internacional de voleibol (FIV), Antonio Perdomo, Gilberto Herrera y Orlando Samuels.

Entre 2006 y 2009 la sexteta masculina llegó a tener la mayor estatura promedio del voly mundial, con una talla de 2.01 cm. Jugadores como Maikel Sánchez, Oriol Camejo, Raydel Poey, Osmany Juantorena o Yohandry Cala superaban los dos metros. Cuando estaban a punto de cuajar, la mayoría abandonó el país.

Y los técnicos tuvieron que comenzar de nuevo. Pasó a paso. Derrota a derrota. Y con duras jornadas de entrenamientos. Tuvo sus frutos. El año pasado, Cuba fue sub-campeón del planeta detrás del poderoso Brasil. Se pintaba sola la sexteta nacional para discutir el trono en Londres 2012.

Pero volvieron las deserciones o, según los medios oficiales, las ‘indisciplinas’. En la actual liga que se juega desde finales de mayo, la selección cubana ha visto mermado su desempeño por la falta de jugadores de calibre como el central Roberlandy Simón, número uno en su posición, su pasador estrella Raydel Hierrezuelo y el atacador auxiliar Yasser Portuondo.

La ausencia de estos tres pilares ha provocado que la sexteta tenga un pobre desempeño. Anda de capa caída. En el grupo D, donde juega, ocupa el tercer lugar con 3 victorias e igual número de derrotas.

En las estadísticas de ataque, servicio, bloqueo, pase y defensa de campo no aparece ningún cubano entre los diez primeros. Incluso, el talentoso Wilfredo León, no había tenido un quehacer brillante en los primeros encuentros. Después, frente al conjunto de Francia levantó su juego.

De continuar las políticas erradas por parte de las autoridades políticas y deportivas de la isla, los voleibolistas locales seguirán abandonando el país o buscarán buenos pretextos, como contraer matrimonio con extranjeras, para poder jugar en ligas profesionales.
La respuesta está en manos del gobierno. Y no se me antoja complicada.

Iván García

Foto: Alexandre Arruda. De cuando Cuba ganó la Copa América de Voleibol 2008, celebrada en Cuiabá, Mato Grosso, Brasil.

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