En las atestadas galeras del Combinado del Este, prisión de máxima seguridad en las afueras de La Habana, los reos se las ingenian para crear una peculiar manera de trueques y subsistencias.
Si la cosa está que arde en la calle, imagínense el drama y las penurias dentro de una prisión. Allí, aparte de la falta de libertad, las privaciones fundamentales son la comida, los cigarrillos y la ausencia de sexo.
Es fluido el tráfico de revistas pornográficas y alimentos. Según Reinaldo, quien cumple una sanción de 12 años por matar y descuartizar vacas y caballos, y luego venderlas en el lucrativo mercado negro, el pago de favores dentro de un penal suele hacerse con azúcar prieta (no refinada) y cigarrillos.
“El dinero también vale. Sobre todo la divisa. Pero no es lo usual. En la cárcel cada cosa tiene su precio. Hay personas que se dedican a lavarte la ropa por 4 cajetillas de cigarros. Los fines de semana, tu le das un sobre de refresco instantáneo y una merienda a rateros con vocación de actores y con efectos especiales y todo, te narran una película. Si deseas amenizar una boda entre homosexuales, contratas a un cantante por dos raciones de comida, de la que te trae tu familia, 10 cajetillas de cigarros y tres vasos plásticos de azúcar prieta. Y de carretilla, un preso te suelta un recital completo de Julio Iglesia. Las cárceles tienen vida y economía propia”, cuenta Reinaldo mientras disfruta un pase de 4 días por buena conducta.
Entre los oficios sui géneris para aliviar las duras condiciones y carencias dentro de una galera, está la del escritor de cartas y poemas. Sucede que un gran número de convictos tienen escasa cultura general, y en muchos casos, apenas tres grados primarios vencidos.
Dentro la cárcel, se ha convertido en una moda enviar a novias y esposas, misivas bien redactadas y cargadas de frases románticas. Es ahí donde hacen acto de presencia tipos como Delfín, joven psicótico y violento, quien mató a trompadas a su padrastro. Amante de la prosa de Vargas Llosa y la poesía de García Lorca, Delfín es considerado el mejor escribano del Combinado del Este.
“Me gusta escribir cartas y poemas, y es una buena manera de obtener beneficios y comida. Incluso los guardias se me han acercado para que les redacte epístolas a sus enamoradas, a cambio de 6 horas en un pabellón (habitación habilitada en las prisiones para que los reos tengan sexo) con una puta gestionada por alguno de mis clientes”, dice Delfín.
Ser amanuense dentro de una prisión cubana es un oficio bien remunerado. Por redactar diez o doce lagrimosas cartas, repletas de frases amorosas y textos entresacados de clásicos literarios, Delfín se puede dar el lujo de comer carne de cerdo, pollo o pescado a diario.
Tampoco tiene que racionar su cuota de cigarrillos y bebe jugos y refrescos a granel. No asiste a rudas faenas, cortando marabú o cargando bloques en la construcción. Lo suyo es escribir pliegos e intentar que las mujeres de los presos no terminen su relación afectuosa.
“También suelo hacer cartas conmovedoras a mujeres que desean tener nuevos amigos, y a quienes los presos les escriben para intentar conquistarlas. He propiciado varias uniones a distancia. Gracias a mí, extranjeras se han liado con reos que en algun momento estuvieron en mi galera. Lo único que lamento es no haber sido yo el que haya conseguido una novia mexicana o española con mis cartas. Son gajes del oficio”.
Iván García
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