Con billetes en la mano hay para todos los gustos. Chevy de los años 40 o un Ford bien cuidado del 54. Cadillac "cola de pato", o un camión General Motors del 56 que parece salido de la fábrica. Cuba es el único país del mundo donde por sus calles corren miles de autos, jeeps y camiones fabricados en Estados Unidos a mediados del siglo XX.
Bienvenido al museo al aire libre más grande que existe del automóvil de esa época. La gente que tiene dinero y ante el mal funcionamiento del transporte público, decide comprarse un coche antiguo salido de los talleres de Detroit.
También haciendo trampas legales se puede adquirir un rústico Lada ruso o un Hyundai de tercera mano. Pero muchos prefieren las duras carrocerías de los coches americanos. Y si tiene un motor diesel adaptado, mejor.
Santiago, 42 años, calculadora en mano, saca cuentas y cree que en dos años recuperará la inversión. Pretende invertir 20 mil pesos cubanos convertibles (25 mil dólares) y dedicarse al negocio de taxis de alquiler. Probablemente el único medio de transporte estable en la isla, a pesar de que el gobierno no vende ni un tornillo para reparar los autos.
En Cuba, la compra y venta de coches sólo es permitida a los dueños de autos que tengan traspaso, o sea, los comprados al Estado. En las sesiones del VI Congreso del partido comunista se aprobó la venta de autos vendidos por el gobierno y se estudia la posibilidad de comercializar coches en moneda dura.
Pero aún esas regulaciones no están vigentes. Aunque los dueños de los ‘almendrones’ -así se le conoce en la isla a los viejos autos americanos-, sí los pueden vender, pues sus propietarios los compraron antes de la llegada de Castro.
Según Roberto, 34 años, es común que un Chevrolet o Ford haya tenido una docena de dueños. Los precios andan por las nubes. “En los años 80 usted podía comprar un Chevrolet del 57 por 3 mil pesos (3 mil dólares, la divisa era ilegal y el gobierno canjeaba el dólar uno por uno). Ahora, en 2011 bien le puede costar hasta 25 mil pesos convertibles (30 mil dólares) si está como una joya”, señala Roberto, quien maneja un Impala de 1966 muy bien conservado.
No es que los conductores en Cuba sean amantes a las antiguallas automovilísticas. Es que no tienen otra opción. Luis, 52 años, preferiría manejar un Audi o un Cherokee “climatizado y con ordenador, pero soy realista y aquí eso es imposible”.
Agencias de turismo estatales, anualmente ofrecen desfiles de autos antiguos, donde se ven desde un Ford de 1918 hasta raras versiones de coches de producción limitada.
Y en las calles interiores que bordean la empinada escalinata del Capitolio Nacional, decenas de autos viejos pertenecientes a la corporación Gran Caribe, se alquilan en moneda dura a los turistas que deseen dar un paseo por una ciudad detenida en el tiempo.
Pero el medio más barato y rápido es tomar uno de los 'almendrones' que circulan por vías céntricas de la capital. Cobran 10 pesos o 20 si el viaje es más extenso. Y funcionan cuatro veces mejor que la flotilla de taxis estatales.
El ingenio para mantener en funcionamiento estos coches es digno de admirar. En la General Motors se asombrarían con las soluciones criollas. Sin piezas de recambio, y a golpe de fantasía, los mecánicos cubanos han logrado que estos coches sigan rodando.
A veces son verdaderos engendros. Con motores de un auto ruso, transmisión de un Seat español y caja de velocidad de un Alfa Romeo italiano. La dura carrocería, de acero sobrante del material bélico de la II Guerra Mundial, ha sido maquillada varias veces. Los hay preciosistas, como Javier, 65 años, quien tiene un Chevrolet de 1958 intacto, sin ninguna modificación. “Me han ofrecido 28 mil pesos convertibles (30 mil dólares), pero yo ni caso hago”.
Cuando usted toma un viejo taxi en las calles habaneras, notará que los choferes piden “por favor, no me tiren la puerta”. A pesar de algunos llevar rodando casi 70 años, ante el incierto futuro, los conductores saben que deben cuidar con mimo sus autos, pues por mucho tiempo tendrán que seguir “boteando” (alquilando).
Y si se siente muy desesperado, no sería la primera vez, que un Chevrolet se convierte en una lancha con motores fuera de borda. Rumbo a Miami.
Iván García
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