Por quinta vez, la selección holandesa nos derrota. Esta vez el ‘síndrome de los tulipanes’ nos apeó de alcanzar la semifinal del III Clásico Mundial de Béisbol al imponerse 7 carreras por 6.
No pudimos llegar a San Francisco. Analizando con la cabeza fría no se puede decir que la novena cubana tuviese un mal desempeño. Fueron ubicados, quizás, en la llave más fácil del evento.
Sus rivales eran asequibles. Brasil y China todavía tienen una historia que tejer en este deporte. Y se les derrotó. Japón, doble titular del Clásico, se presentó esta vez con un equipo conformados por jugadores de su liga, que tiene nivel, pero dista años luz de la calidad del circuito de Grandes Ligas.
Los caribeños rompieron el maleficio japonés al derrotarlos en la primera fase 6 carreras por 3. Ya en el segundo pool junto a Holanda, Japón y China Taipéi, donde se clasificaban dos, el camino a San Francisco se veía despejado.
China Taipéi había tenido un muy buen torneo, pero resultaba un rival menor. Como lo fue. Al ser apabullado 14 carreras a cero por la selección nacional. El equipo a derrotar era Holanda. Los europeos nos han cosido un traje a la medida.
En el pasado campeonato mundial efectuado en Panamá nos derrotaron par de veces por estrechos marcadores. Es una novena de jugadores descartes o de relleno en las organizaciones de Grandes Ligas, como Andruw Jones, quien hace rato vio pasar sus mejores tiempos.
Pero cuenta con algunos prospectos jóvenes interesantes, el caso del torpedero de la organización Bravos de Atlanta Adlenton Simmons, quien en la parte baja del octavo empató el partido a 6 carreras con un golpe de muñeca al conectar jonrón por la banda izquierda.
Ya en el noveno, Holanda era home club, un costoso error de Yulieski Gourriell provocó que los holandeses situaran la carrera del gane en primera. Luego vinieron un par de cohetes frente a los relevistas Yander Guevara y Raisel Iglesias.
La escena quedó lista para que el séptimo bate elevara un fly de sacrificio a lo profundo del jardín central dejando a los cubanos al campo. Con ese triunfo, Holanda avanza a semifinal junto a Japón.
Por números, Cuba era el mejor equipo del torneo hasta ese momento. Primeros en bateo colectivo y picheo con 346 y 1.08 carreras limpias. Pero los números no son los que ganan juegos.
Holanda con un peor bateo y pitcheo, en los partidos frente a Cuba había tenido un mejor desempeño. En el primer juego de la segunda vuelta nos venció de manera inapelable 6 carreras por dos. Y ahora vuelve a humillarnos.
Los tulipanes juegan una pelota exacta. No comenten errores de bulto en sus estrategias. Sus hombres tienen oficio y saben fabricar las carreras. En ese partido de vida o muerte, la selección nacional tuvo demasiadas fisuras.
Errores mentales, como cuando Yulieski no entró a cubrir la tercera almohadilla en un robo de base, lo que provocó un error que costó una carrera, además de un flojo pensamiento técnico-táctico de los lanzadores en la ubicación de sus envíos, fueron las claves del fracaso.
Ante todo, quedó reflejado que en el juego chiquito y de presión pifiamos mucho. No basta con adiestrarse a puerta cerrada y topar con novenas profesionales, el problema de la pelota cubana actual es que fallan en conceptos básicos del béisbol.
En el toque de bola no ponemos una. Las jugadas de corrido y bateo apenas se utilizan. Y el robo de bases brilla por su ausencia, a pesar de la velocidad de nuestros jugadores. Por una sencilla razón: no saben estafar almohadillas.
Seguimos apegado a la doctrina del batazo. Cuando un pitcher nos domina no sabemos elaborar las carreras. Y nuestro cuerpo de lanzadores no está bien estructurado. Nadie conoce a ciencia cierta quiénes son los abridores, estabilizadores o el cerrador del equipo. Es un mal de fondo que viene desde las Series Nacionales.
Por la buena actuación ofensiva y el bateo de los rompecercas, que conectaron 11 jonrones en 6 encuentros, la fanaticada pensaba en grande. Al igual que en el Clásico de 2006, no pasamos a semifinales. Nos queda ver los toros desde la barrera. Como siempre sucede en temas beisboleros en Cuba, la cabeza de algún directivo rodará.
No es que la sangre llegue al río. Pero no sabemos encajar derrotas. Y lo que es peor, no aprendemos de los fracasos. Habrá que esperar al Clásico de 2017. Es probable que para esa ocasión puedan acudir peloteros cubanos que juegan en organizaciones de Grandes Ligas. Se necesitan. Para jugar frente a equipos fuertes.
Iván García
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