El "bloqueo", como le llama el gobierno cubano, es real. Es un embargo comercial decretado por Estados Unidos en 1960 y aplicado con todo rigor a partir de 1962. Provocó que las maquinarias estadounidenses se convirtieran en chatarra.
Después, las afectaciones fueron menores. La antigua URSS conectó una tubería de petróleo y rublos de Moscú a La Habana. Del frío país euroasiático anualmente al trópico llegaban desde camiones y tractores hasta cohetes antiaéreos y aviones Mig-29.
Todo eso pagado con caña de azúcar, caramelos y mármol. O sin pagar un centavo, en el caso de las armas. A sabiendas que el vecino del norte nos había impuesto "un criminal bloqueo" -al decir de Fidel Castro- lo lógico hubiese sido intentar racionalizar el caudal de plata y recursos que del Kremlin llegaba por decreto e intentar diseñar una industria rentable y una infraesfructura eficiente. Pero qué va.
En el período de 1975 a 1989, cuando en la isla sobraban recursos procedentes de la Europa Oriental, los efectos del embargo apenas se notaban. Luego cayó el Muro de Berlín. Y Cuba no había invertido en desarrollo. Sólo sabíamos gastar y gastar.
Entonces en 1990 vino la inevitable crisis económica. El eufemístico “período especial”. Una guerra sin muertos por balas, pero con las mismas consecuencias. Hambre, apagones de 12 horas diarias y una economía que retrocedió a la era primitiva.
Fue cuando Castro retomó el discurso condenando el embargo. El mundo entero da fe de su injusticia en las votaciones anuales en las Naciones Unidas. Pero si Cuba tuviese una industria y agricultura eficientes y las arcas con dinero, el embargo de Estados Unidos hubiese sido una herramienta inútil.
Culpar al embargo de todos los males de la economía cubana no es justo. Somos letalmente ineficaces por un problema estructural del sistema. El "bloqueo", además, es un colador. Por divisas en las tiendas de La Habana, se venden productos Made in USA, como Coca Cola, jugos Del Monte y ordenadores Dell.
Desde 1959, Estados Unidos ha sido, y sigue siendo, el enemigo número uno de Fidel Castro. Eso no ha impedido que sea el país que más alimentos ha vendido a la isla en los últimos años.
El verdadero embargo, tres veces más violento, lo tiene implantado el régimen hacia sus ciudadanos.
La información no circula libremente. Internet es un lujo a pagar en divisas. Y puedes ir tras las rejas por escribir tus criterios o fundar un partido político.
Sin contar trabas como las colocadas al flujo de paquetes postales desde el exterior. Se aprovechan de una medida injusta, como es el embargo, para aplicar a sus ciudadanos torniquetes en el cuello, y tratar de asfixiarlos. La gente está harta del embargo, pero también de su añejo gobierno.
Iván García
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