En el primer semestre de 1999, en Cuba fallecieron 143 ciclistas por accidentes de tránsito. Más de mil 200 han tenido lesiones graves. Pero hay un dato que se desconoce, y es la cantidad de asaltos con violencia que han llegado a provocar la muerte. Sólo por tratar de robar una sencilla bicicleta.
Juan Carlos, 26 años, obrero de la construcción no podía imaginar que la noche del 22 de junio sería la última de su vida. Pedaleaba su bicicleta china marca Forever cuando un camión que transitaba a exceso de velocidad arremetió contra él. Lo mató instantáneamente. Juan Carlos pasó a ser un número entre los cientos que todos los años muere encima -o debajo- de sus bicis.
El departamento de seguridad del tránsito ha señalado que la no colocación de señales luminosas en los ciclos, el mal estado de las vías, la imprudencia temeraria de muchos ciclistas, la pésima iluminación de las calles, unido a la irresponsabilidad con que conducen los choferes en la isla -en muchas ocasiones pasados de tragos- son las causas principales que han hecho de la bicicleta un símbolo de muerte en Cuba.
Pero los "bicicleteros" no solo mueren por los accidentes de tránsito. En la madrugada del 6 de julio, Arturo, 22, salió apresurado y feliz de su trabajo. Se dirigía hacia el hospital de maternidad Hijas de Galicia, en la barriada habanera de Luyanó. Iba a conocer a su primer hijo, nacido horas antes. Nunca llegó a conocerlo. Amparados en la oscuridad de la calle Vento, varios maleantes lo rodearon con cabillas para robarle la bicicleta de montaña, regalo de un hermano residente en Miami.
Los asesinos todavía no han sido atrapados. Laura, su esposa, de 25 años, tendrá que ver crecer sin padre a su hijo y se pregunta cómo se puede matar por tan poco. A raíz de la aguda crisis económica que encara el país desde 1989 y como consecuencia de la carencia de transporte, el gobierno fomentó el uso de bicicletas. A su favor, argumentaban, el beneficio para la salud y ser "una forma más cómoda" para trasladarse de un lugar a otro.
En un país sin tradición ciclística, y para alentar su uso, el presidente Fidel Castro puso como ejemplo a Holanda y China, donde las bicicletas son vehículos imprescindibles para sus habitantes. Pero Cuba no es China ni Holanda. En la década del 90, con los estómagos vacíos por el hambre impuesto por el "período especial", muchos cubanos prefirieron vender las bicicletas que les suministraron sus centros de trabajo o cambiarlas por un puerco o carnero.
Una bicicleta, cuyo precio oficial es de 130 pesos, llegó a venderse en 2 mil pesos, dinero más necesario para comer que para transportarse. Los ciclos llegaron a ser bienes muy cotizados y esto trajo consigo que de forma alarmante, aumentaran los robos y asaltos para obtenerlos. A Ana María García, 53 años, "los ladrones se convirtieron en verdaderos ninjas. La mía me la robaron de la terraza del tercer piso del edificio donde vivo".
La situación ha cambiado. No en el hambre y la escasez de transporte, que siguen igual o peor, sino en los precios: 200 pesos o 10 dólares cuesta ahora una bicicleta china. Pero por una de superior calidad, algunos llegan a matar, como en el caso de Arturo.
Cuando el siglo XX está a punto de ser historia, entre accidentes y asaltos, pedalear en Cuba es una forma morbosa de coquetear con la muerte.
Iván García
*Publicado en Cubafreepress el 6 de agosto de 1999.
Foto: Tomada de Cómo 'conocer' en dos ruedas a Cuba y los cubanos.
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