viernes, 17 de enero de 2014

El mercado agrícola de la calle 114



Justo a las 4 de la mañana, Alcides, dueño de una cafetería particular en el municipio Diez de Octubre, luego de ahuyentar la modorra con una taza de café fuerte, en su Moskovich se dirige a un sitio a tiro de piedra de la universidad técnica José Antonio Echevarría, en Marianao.

Alcides pretende comprar al por mayor frutas, hortalizas y viandas para su cafetería. Es el ‘mercado de la calle 114’, como es conocido. Una plaza al aire libre, polvorienta y espontánea, donde largas filas de camiones desbordados de productos agrícolas ofertan su mercancía.

Surgida a finales de 2010, tras la ampliación del trabajo por cuenta propia dictada por el General Raúl Castro y la flexibilización de ciertas normas que rigen el sector agrícola privado, este mercado mayorista ha ido creciendo en popularidad, gracias a las hortalizas, viandas y frutas frescas que se venden según la oferta y demanda.

Aquí el comprador puede regatear los precios directamente con el vendedor. Ahora mismo, Alcides se pone las manos en la cabeza, mientras trata de negociar con un camionero que intenta venderle tomates, piñas y jugo de naranja concentrado, cuyos precios considera muy caros.

“Mira -le dice al camionero- yo cada tres días te puedo comprar cien libras de frutas y viandas. Hagamos un trato. Te garantizo que junto con otros dueños de paladares y cafeterías que conozco, podemos comprarte los dos camiones de productos agrícolas que tu traes”.

El camionero, con cara de sueño (estuvo casi 9 horas de viaje desde Ciego de Ávila) llega a un acuerdo y reajustan los precios. Con un grito despierta a dos ayudantes que duermen en el techo del camión, para que le ayuden a descargar.

En el trato no hizo falta notario ni firmar un contrato de varias hojas. En este lugar, todavía la palabra de un hombre es suficiente para negociar.

La mercancía procede de provincias a cientos de kilómetros de La Habana y es transportada por los propios campesinos o cooperativistas, y hay intermediarios que compran miles de kilogramos, para revenderlos al por mayor en la capital.

Los dueños de pequeños negocios gastronómicos van personalmente, como el caso de Alcides, o envían a un comprador que les garantice la adquisición de vegetales y frutas de estación.

También carretilleros por los barrios habaneros adquieren productos agrícolas en el mercado de la calle 114. Tomás es uno de ellos. Mientras escoge malangas y boniatos dice: “Vengo desde hace dos años. Compro mercancía de calidad, que luego revendo en una carretilla que tengo en el Vedado. Casi de todo se puede adquirir”.

Lo dice porque no todo lo ofertado sale de la tierra. Hay cosas que se negocian por debajo de la mesa. Es el caso de manzanas, peras y jugos concentrados. A un chofer que parsimoniosamente fuma un tabaco torcido, le pregunto cuál es su procedencia. “De donde sale todo lo que se vende en el mercado negro. Del puerto, de los almacenes, de las fábricas, en fin, de lo que se cae del camión”, me responde.

Vecinos de barriadas aledañas se llegan al amplio mercado improvisado y a mejor precio adquieren viandas y vegetales que consumirán en la cena. Otros vienen de zonas distantes como Guanabo. “Es que aquí se compra mucho más barato que en los mercados de la ciudad. Llego temprano, regateo y además de comprar para mi casa, me voy con varios kilos extras que luego revendo. Lo mío es que la comida de mi familia me salga gratis”, confiesa el señor con una sonrisa.

Hora y media después, Alcides se marcha con el auto repleto de viandas, hortalizas y frutas. El viejo Moskovich se resiste arrancar. Las gomas pegadas al piso son una señal del exceso de carga. Un grupo de personas lo ayudan a empujar el carro. “Oye, esto pesa más que un tanque de guerra”, le dicen. Cuando el auto se pone en marcha, Alcides les da las gracias.

“Maté dos pájaros de un tiro. Trabé un buen negocio con un camionero que me puede garantizar de manera estable el suministro a mi cafetería. Ahora corro la voz entre mis socios dueños de paladares. Les estoy poniendo el ‘punto’ y un precio razonable. Una mano lava la otra”, argumenta Alcides mientras conduce por la Avenida Boyeros.

Mientras el Estado intenta fiscalizar los negocios particulares con exceso de controles y normas, el mercado de la calle 114 funciona a todo gas y sin un solo burócrata.

La gente lo sabe. Allí se compra más barato y fresco, el surtido es mayor y también la calidad. Eso sí, usted debe madrugar.

Iván García
Foto: Tomada de Diario de Cuba, donde este trabajo fue publicado el 26 de noviembre de 2013.

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