Antes de la seis de la mañana, luego de desayunar café y pan con tortilla, Armando, chofer de una cooperativa de transporte, camina cinco cuadras hacia la base de taxis donde trabaja en la populosa barriada de La Víbora, al sur de La Habana.
Disfruta de su cigarrillo y exhala el humo lentamente. El sol aún no asoma en el horizonte y el calor es soportable. Decenas de trabajadores esperan en la esquina de Carmen y Diez de Octubre, en la llamada Plaza Roja, el ómnibus de sus empresas.
Las paradas del transporte público están a reventar. En el antiguo paradero de ómnibus de La Víbora, reconvertido con urgencia en base de taxis, Armando prepara el auto que maneja. Revisa el combustible y el aceite y con un trapo limpia el rocío que empaña los cristales. Cerca de la caja de velocidad, coloca un pomo plástico de agua congelada. Después enciende el último cigarrillo antes de salir a conducir.
Alineados en el amplio patio, 88 taxis pintados de amarrillo con cuadros negros. Son autos que fueron dados de baja por el Ministerio de Turismo. Según Armando, tienen miles de kilómetros recorridos y eran utilizados como autos de alquiler.
“Al mío todavía le funciona el aire acondicionado. A diferencia de los taxis arrendados por divisas, por los cuales abonas 500 pesos convertibles y el carro duerme en tu casa, estos autos no son arrendados por el Estado. La modalidad es de cooperativa. Una cooperativa muy rara, pues no ha sido conformada de acuerdo con los trabajadores. El gobierno nos entrega estos cachivaches sin piezas de repuesto y nos dan 20 litros de gasolina para cada jornada. En una primera fase, porque luego la cooperativa, si el experimento funciona, debe costear todos los gastos y el Estado nos entregaría el combustible a precio subsidiado”, señala Armando.
En cada viaje, explica Armando “ya sea ida o vuelta, debes entregar 65 pesos al gobierno. En una vuelta completa del Reparto Eléctrico a Línea y G en el Vedado, tengo que recaudar 130 pesos. No importa la cantidad de vueltas que tú des. Si das diez vueltas debes entregar 1,300 pesos. El resto es tuyo. Estos autos solo tienen cuatro plazas. El viaje completo cuesta 15 pesos. Si la gente viaja hasta la cabecera, los choferes perdemos dinero. Por lo general en un viaje, entre el sube y baja de gente, llevo de diez a doce personas, depende de la hora. Hasta ahora la cuenta no me da. Si trabajas ocho horas, lo estipulado en la legislación laboral, puedes que ganes 100 pesos, no más. Para ganar 200 pesos, hay que trabajar como mínimo doce horas diarias”.
Incluso ganando 100 pesos, el equivalente a 5 dólares, laborando 24 días, Armando devengaría un salario de 2,400 pesos, alrededor de 100 dólares, cuatro veces superior a un profesional y casi el doble que un especialista médico.
Pero Armando no comparte ese criterio. “El problema es que un maestro o un ingeniero no debe ganar 500 pesos. Para el nivel de inflación que existe en Cuba, un profesional debe tener salarios superiores a 6 mil pesos. De eso se trata. Ni ellos ni yo ganamos lo necesario para comprar comida y llegar a fin de mes. Ya el gobierno no te habla de socialismo ni de sus supuestas ventajas. Porque la realidad es que para hacer un poco de dinero, el Estado te explota como si fueras un esclavo”, apunta el taxista, mientras dribla con destreza los baches de la angosta calle San Joaquín, en El Cerro.
En las intensas polémicas que en diferentes webs y blogs sostiene en internet, un sector de la inoperante intelectualidad cubana -textos que muy pocos leen- gastan ríos de tintas en filosofar sobre el socialismo autocrático implementado por los hermanos Castro y su viabilidad en el futuro.
Acusan de traidores, mercenarios y vendepatrias a cualquiera que critique al régimen por limitar la libertad de expresión y prohibir espacios políticos a quienes piensan distinto.
No importa desde la doctrina o corriente ideológica que se plantee. Los que no están autorizados por el Estado a polemizar o disentir son cuando menos adversarios políticos.
En ese estéril intercambio de criterios, se pasa por alto lo obvio. El Estado cubano se ha trasmutado en una corporación de negocios capitalistas, donde la mayor plusvalía la reciben desalmados empresarios, que cercenan los derechos laborales y pagan salarios miserables a sus empleados.
Cualquier negocio que reporte divisas es administrado por el patrón Estado. Y en el caso de los negocios que ofrecen un margen amplio de rentabilidad, también son tutelados por la junta militar que gobierna el país.
La base cooperativa de transporte de La Víbora es un buen ejemplo. Doce o más horas conduciendo un auto para ganar una cantidad de dinero que se diluye en la compra diaria de alimentos.
El socialismo marxista que se ejerce en Cuba tiene más de feudalismo que de comunismo.
Iván García
Foto realizada por Vladimir Turró. Tomada de Cubanet.
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