El miércoles 21 de junio de 2017 falleció en La Habana el poeta, escritor y periodista independiente Rogelio Fabio Hurtado. Un día después hubiera cumplido 71 años. De ellos, cincuenta los dedicó a la poesía.
Pudo haber sido pelotero como era su más temprana vocación, o ajedrecista, como soñaba su padre y que era otra de sus vocaciones, o seguir siendo soldado luego de que lo reclutaran, siendo un adolescente del Pre Universitario de La Víbora, y lo destinaran a las fuerzas coheteriles, bajo asesoramiento soviético, para “defender a la revolución y al socialismo” de una invasión norteamericana, que aunque aseguraban era inminente, nunca ocurrió.
Pero Rogelio Fabio no fue pelotero, ajedrecista ni militar, porque tropezó con la poesía y ya nunca pudo ni quiso zafarse de ella. La culpa fue primero de los Versos Sencillos de Martí, y después de Antonio Machado y César Vallejo.
Al principio se sentía incapaz de rimar y medir versos. Eso fue hasta que a través de los poemas que leía en Lunes de Revolución, comprobó que la poesía también podía escribirse sin esos fastidiosos requisitos formales. Y empezó a escribirla.
En 1968, cuando los comisarios censores trinaban por la premiación del poemario Fuera del Juego, conoció a Heberto Padilla y sometió a su consideración sus poemas. El poeta execrado los juzgó favorablemente y le dio ánimo.
En 1969, Fabio presentó su poemario Pasajero Viviente en el Concurso David. Resultó premiado Raúl Rivero con Papel de Hombre, pero con el resto de los poemas de los concursantes hicieron una antología en la que estaba incluido un poema de Fabio.
En 1970, el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, que había conocido a Fabio durante su estancia en Cuba como jurado del concurso Casa de las Américas, incluyó poemas suyos en su libro “En Cuba” y en una antología de poetas cubanos.
En una entrevista que le hice a Fabio hace diez años me contó que Ernesto Cardenal le dijo que le solicitaría a Roberto Fernández Retamar que publicase los poemas con sus vivencias como soldado en la revista Casa. Recordaba: “Cuando le expresé mi escepticismo, diciéndole que no serían del agrado del Ministerio de las Fuerzas Armadas, me preguntó qué tenía que ver el MINFAR con la poesía y le contesté que en Cuba sí tenía que ver. El tiempo me dio desgraciadamente la razón”.
En el número de la Gaceta de Cuba que debió salir en abril de 1971, pero fue recogido y destruido a tenor con los acuerdos del infausto Congreso de Educación y Cultura, aparecían dos poemas de Fabio que aún continúan inéditos.
A partir de entonces renunció a participar en concursos oficiales, en total desacuerdo con aquella “política cultural”, que silenciaba a los escritores de más talento y favorecía a los mediocres, siempre que se prestaran a ser corifeos del régimen. Pero nunca dejó de escribir ni de participar en tertulias informales y libres con gente que definía como “libres y maravillosas”: Emilio López, Eddy Campa, Benjamín Ferrera, José Soroa, Esteban Luís Cárdenas, Nicolás Lara, Benigno Dou, Julio García, Flavio Garciandía, Arturo Cuenca, Eugenio Blanco, Jessie Ríos y Alejandro Lorenzo.
Esas reuniones, a menudo perturbadas por la policía, tenían lugar en el parque de la Funeraria Rivero, en Calzada y K, la terraza del Hotel Capri, en 21 y N, y donde por entonces servían el mejor y más frío té de La Habana, o la azotea sobre el Parque Manila, donde vivía el escritor Juan Miguel Espino García con su novia Ángela Adams.
Años después, Fabio consiguió que algunos artículos y poemas suyos aparecieran en la revista Unión y la Gaceta de la UNEAC (Unión de Artistas y Escritores Cubanos). Luego empezó a colaborar en las publicaciones católicas Palabra Nueva, Vitral y Espacios. Fue editor de esta última hasta enero de 2005, cuando el cardenal Jaime Ortega, luego de ocho años de existencia, ordenó cerrarla.
A partir de ese momento, Fabio dejó de colaborar en las publicaciones de la Arquidiócesis y se unió al periodismo independiente. Sus artículos aparecieron en Encuentro de la Cultura Cubana, CubaNet, Diario de Cuba y Primavera Digital, de cuyo consejo de redacción fue miembro desde 2007 hasta su muerte.
Fabio definía su poesía, más que coloquial, como “conversacional”. Fuertemente nostálgicos, narrativos y por momentos teatrales, sus mejores poemas están recogidos en los libros El poeta entre dos tigres (La Torre de Babel, Miami, 1996) y Hurra y otras elegías (Ediciones Vitral, Pinar del Río, 2005).
Consideraba que el escritor está destinado a decir lo que los demás deciden callar. Eso lo hizo chocar con muchas incomprensiones. Confesaba que le encantaba “parecer blanco entre los rojos y rojo entre los blancos”.
Decía que la desventaja de permanecer inédito tantos años le dio como compensación “el poder permanecer independiente de los dictados de los pensamientos políticamente correctos que nos circundan y acechan”.
Eso, en estos tiempos, es un lujo. Fue uno de los poquísimos y relativos lujos que se pudo dar el poeta.
Luis Cino Álvarez
Cubanet, 22 de junio de 2017.Foto: Rogelio Fabio Hurtado. Tomada de Primavera Digital.
Leer también: Rogelio Fabio Hurtado.
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