A tragar en seco. O tomarse un sedante. Romper la alcancía y sacar bien las cuentas. Es el verano. Para los padres no es una buena noticia.
En los meses de julio y agosto las cuentas de electricidad se multiplican. Ventiladores y televisores funcionando el día entero. Y si tienes aire acondicionado, tus hijos, agobiados por un calor sofocante, lo prenden antes de la hora señalada.
Al diablo con los ahorros. Bien lo sabe el matrimonio Romero. En julio de 2011 el recibo de la luz fue de 600 pesos. Este año el gasto será de infarto. Ya hacen sus pronóticos. “Tenemos un aire acondicionado nuevo y un horno microwave. Así que, por lo bajo, esperamos rozar los mil pesos”, asegura Felipe.
Luego vienen otros gastos. Planificar salidas con los hijos varones de 9 y 11 años. Una comida extra diaria durante dos meses, lo que implica desembolsar más dinero en huevos, pollo, carne de cerdo, arroz, frijoles y frutas.
También mayor cantidad de aseo y detergente. “Los niños con estos calores se suelen bañar dos veces al día. Y hay que estar lavándoles constantemente las manos por el tema del dengue y las enfermedades contagiosas. Súmale que en sus juegos callejeros ensucian más ropa”, explica Sara con los ojos muy abiertos.
Al menos el matrimonio Romero tiene parientes al otro lado del charco que a cada rato le giran entre 300 y 400 dólares. Se pueden dar con un canto en el pecho.
Es cierto que en el verano de 2012, 100 dólares no tienen el mismo rendimiento que en los años 90. El gobierno lo grava con un impuesto del 13%.
Y cuando los Romero acuden a las tiendas por moneda dura, mueven perplejos sus cabezas por el alza de los precios. “Todo cuesta más caro que hace cinco años. La leche en polvo ahora vale 5.75 cuc, de 5.25 que costaba el mes pasado. También el aseo y otros productos esenciales. No sé hasta dónde va a llegar el gobierno. A la hora de exprimir los bolsillos son expertos”, dice iracundo Felipe.
En estas vacaciones veraniegas no habrá fin de semana en Varadero. Sus parientes en Miami también sufren lo suyo para llegar a fin de mes. La solución es ir a espacios gratuitos al aire libre o pagar 30 pesos por persona en ómnibus de empresas que por la ‘izquierda’ se dedican a fletar viajes a las playas del este de La Habana.
O visitar museos. Y comprar libros en pesos. Pero si el matrimonio Romero vive horas bajas, qué decir de los Pedraza. Bueno, si podemos llamarles familia. Son tantos que bien pudieran armar una escuadra en el ejército. Viven en dos cuartos húmedos y sin pintar de un solar del barrio centro habanero de Colón.
Fidel Castro es mejor amigo de George W. Bush que un Pedraza del otro. Es una familia disfuncional. Algunos del sexo masculino tienen como dirección fija la celda de un penal de máxima seguridad.
La mitad de sus vidas han estado tras las rejas. La libertad son pequeños períodos de oasis. Entre atracos y estafas, han dejado atrás varios hijos a los cuales ninguno mantiene.
La carga ha sido para las madres, abuelas y tías. Que tampoco son personas modélicas. Al contrario. Dadas al alcohol y el brete. El dinero que obtienen vendiendo pacotillas se lo gastan en fumar marihuana y beber ron barato.
Su morada es un antro pequeño. Desde que despuntan, las hembras se prostituyen. Y los varones prueban melca y planifican robos menores. La calle no tiene secretos para ellos.
Ya los muchachos dejaron la escuela. Y se buscan la vida a su manera. Vendiendo frutas y frijoles en una carretilla. O pedaleando diez horas en un bicitaxi. Los de peor cabeza andan con la cartera más desahogada, gracias al proxenetismo o la venta de marihuana “yuma” (extranjera).
Mal llevados, los Pedraza comen por separado. Y se turnan para usar la cocina. No es raro que cuando se pasan de tragos armen trifulcas familiares, machete en mano y tirándose botellas.
Son un caso social. Los niños más pequeños piensan como adultos. Y desde bien temprano, salen a darse un chapuzón en los arrecifes del malecón. O a pedir chicles y dinero a los turistas.
Viven hacinados y duermen en colchonetas sucias. Por suerte no pagan un centavo de luz. Alguien con conocimientos eléctricos los ‘colgó’ a una línea de una dependencia estatal.
Preguntarles qué van hacer en el verano es provocar un carcajada. “Lo mismo. En la infladera. Cada mañana pensando cómo buscarnos unos pesos. Es lo que trajo el barco. Quizás la novedad es que este verano por la tele podemos ver los Juegos Olímpicos”, señala Eugenio.
Al menos en 2012, para los Pedraza hay algo diferente.
Iván García
Foto: Tracey Eaton, tomada de su blog Along The Malecón.
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