domingo, 2 de diciembre de 2012

Comiendo para sobrevivir



Corría el año 1987. La perestroika ya había hecho su debut en la Unión Soviética. Y en Cuba no se presagiaba lo próximo de la debacle. Los cubanos no imaginaban que una etapa eufemísticamente bautizada como ''período especial en tiempos de paz''; estaba ahí. Pisándonos los talones. Esperándonos.

Para que perdiéramos el sueño con la Opción Cero (cero comida, a no ser la preparada por los militares en ollas colectivas, caldosas y ajiacos para repartir en los barrios). Para que nos pusiéramos a criar pollos y puercos en patios y terrazas. Y para que como unos condenados, los cubanos pedaleáramos en pesadas bicicletas chinas. Cuando todavía no se presagiaba que una década de calderos aún más vacíos se nos venía encima, me incorporé al equipo de realizadores de Puntos de Vista, espacio televisivo donde cada semana disímiles opiniones de gente en la calle eran entremezcladas con la de especialistas en el tema que se estuviera discutiendo. Asesorada por el ingeniero José Ramón López, un estudioso por cuenta propia del cuerpo y la nutrición, a mi redacción hice una propuesta de seis programas sobre los malos hábitos alimentarios y consejos para una alimentación más adecuada.

Sólo pude realizar tres Puntos de Vista: Vivir para comer, Comer para vivir y Algo más que comer. En 1987-88 era una utopía pretender algo así con una población obligada a consumir enormes cantidades de carbohidratos en pizzas, panes con croquetas (más conocidas como ''croquetas de averigua''), dulces y helados, y "sopa de gallo'' o agua con azúcar prieta, que hizo su entrada triunfal en 1990, al inicio del "período especial''.

López y yo éramos conscientes de que en esos momentos, pocas personas en Cuba prestarían atención a recomendaciones relacionadas con la necesidad de aumentar el consumo de vegetales y frutas; al predominio de las carnes blancas sobre las rojas (unas y otras eran escasas en la dieta del cubano de a pie de entonces, aunque no tanto como escaseó después) y lo dañino que resultaban el exceso de azúcar y grasas de origen animal, entre otros tópicos. Así y todo, lo intentamos.

Pese a contar con esclarecedoras entrevistas a científicos en el tema, pertenecientes a la Organización Panamericana de la Salud y el Instituto Nacional de Alimentación, Higiene y Epidemiología, los tres programas transmitidos no tuvieron demasiada trascendencia. El horno criollo no estaba para esos pastelitos.

Muchos años después de esos tres programas, las autoridades de los ministerios de la Agricultura, Salud Pública y Comercio Interior comenzaron una intensiva campaña para que los cubanos, reconocieran en zanahorias y remolachas, lechugas, tomates, coles, espinacas y acelgas, entre otras hortalizas, importantísimas fuentes de nutrientes naturales, proveedores de vitaminas y minerales junto con las frutas: éstas sí siempre han gustado a la población, pero además de escasear, cuando se consiguen en los agromercados hay que pagarlas a precios altos.

Los productos integrales, que salieron a la venta en los años 80, en el 2000 no se conseguían fácilmente. Lo que ha empezado a generalizarse es la propaganda en pro de la proteína vegetal. En los pocos establecimientos donde se vende, a 15 pesos la libra (el salario de un día y medio de un trabajador), se han colocado recetas de cómo preparar los raros granos, nada atrayentes a la vista. La nueva ola nutricional ha desatado toda clase de chistes y jaranas. Pero ni soñar conque los cubanos van a entrarle a ''la hierba y la fibra'' como si fueran japoneses.

En La Habana habían comenzado a funcionar varios restaurantes naturistas. El Jardín, de Línea y C, es uno de ellos. Pero la gente lo que realmente quiere es que le permitan elegir. Y sobre todo, poder determinar si desea acompañar las ensaladas con huevo, pollo, pescado, camarones o un bistec de res o de cerdo, así como disponer de leche, queso y mantequilla para la elaboración de ciertos platos.

Llevamos mucho tiempo comiendo para sobrevivir. Ha llegado la hora de poder comer no solo lo que sea más sano, sino también lo más sabroso.

Tania Quintero
El Nuevo Herald, 26 de junio de 2002. Posteriormente reproducido en Cubanet y Carta de Cuba.
Foto: Alcione, Panoramio. Restaurante naturista en La Habana Vieja.

Leer también: Crónica sin Coca Cola.

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