Frente al mar, con aire fresco, humedad y salitre, pusieron en una vitrola la habanera de Carlos Cano sobre sus amores en La Habana y en Andalucía y vi como una ola de plata quieta se rompía en el filo de una roca.
Creo que la cantaba Pasión Vega porque Ñico Saquito -que llegó enseguida- me dijo que le gustaba esa cantante, pero no se acordaba de ella. O no llegó a conocerla en los primeros revuelos de la trova, ni en la Peña de Sirique, ni en las descargas de la bohemia invencible de los portalones del bar San Juan.
Pensaba que la podía recordar de Puerto Rico o de Maracaibo, cuando él andaba por allá con su grupo y podía hacer sonar las maracas como si fueran una guitarra y un piano para escribir una balada tristona que se llama Al vaivén de mi carreta, las guarachas Cuidadito, compay gallo y María Cristina me quiere gobernar.
Quería escuchar la habanera otra vez porque la pieza le recordaba a alguien y lo dejaba en la atmósfera que teníamos que recordar ahora, el tiempo en el que le sacaba brillo a las copas empañadas y a las cucharas de la Bodeguita del Medio y, algunas veces, cuando se tocaban sus canciones, se ponía a cantar con los tríos que amenizaban el rumor de la carne de puerco y las marejadas de añejo y carta blanca.
Ahí, con aquella música de fondo, volvimos a hablar del béisbol, las mujeres bonitas, los daiquiris dobles sin azúcar y las guayaberas azules. Ya ni siquiera le molestaba que yo hubiera publicado en un periódico que él usaba unos espejuelos poliomielíticos que no tenían cristales, sino dos aros de neblina.
Entonces llegó el poeta José Lezama Lima y pidió un café con leche y una telera de pan. Dijo que estaba en los párrafos finales de su novela Paradiso, que no salía desde ayer de su casa de la calle Trocadero y que por eso no había estado en la serenata por el cumpleaños de Rafael Alberti. Ni con nosotros en el restaurante de Elvira La Gallega en San Fernando, ni en la fonda de la calle Calderón de la Barca, ni en El Faro de Cádiz en la cena con Gay Talese.
Desperté preocupado porque se me fuera el Magallanes que zarpaba al amanecer para La Habana. Y con mucho miedo de perder el avión a Madrid.
Raúl Rivero
El Mundo, 18 de diciembre de 2012.
Video: Pasión Vega (Madrid 1976) en Habaneras de Cádiz, letra de Antonio Burgos (Sevilla 1943) y música de Carlos Cano (Granada 1946-2000).
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