La primera vez que Joel ligó vestido de mujer fue todo un acontecimiento para él. Aunque era un tipo fornido y barrigón y el escenario distaba mucho de ser romántico. “Había un calor rabioso, hicimos el sexo en la cabina de un camión de basura”, recuerda.
Eso sucedió hace cinco años. En ese tiempo, Joel cree haber afinado sus armas para seducir a los hombres. “Si tienes buen cuerpo y sabes escoger ropas provocativas, sin llegar a la indecencia, puedes tener suerte en tu carrera como travesti”, dice sentado en un portal cercano a la Plaza Roja, en la barriada habanera de La Víbora.
En una noche floja puede ganar 300 pesos. En un mes casi 6 mil pesos. “Eso es trabajando part time. Soy maestro emergente en una escuela secundaria donde devengo un salario de 415 pesos. Dime si la prostitución no me reporta más dinero”, señala.
Hay dos reglas de oro que Joel cumple a rajatabla. La primera, no tener sexo con ninguno de sus alumnos, y la segunda, decirle siempre al cliente que es un travesti. “A veces, muchachos que salen de la discoteca pasados de tragos intentan ligar pensando que soy una chica. Siempre les advierto que soy gay. Intentar pasar gato por liebre le ha traído consecuencias nefastas a travestis amigos míos”, confiesa.
Durante sus años de estudiante becado en una escuela al campo fue donde descubrió que le atraían los hombres. Estuvo en el armario hasta que pudo. Su padre, un machista de corta y clava, por poco se infarta el día que lo sorprendió en pleno arrebato sexual con un vecino del barrio. Luego comenzó a prostituirse.
Se hizo maestro para que su padre no lo echara de casa. “Soy un profesor traído por los pelos. De la media para abajo. Pero como nadie quiere ser maestro, el director de la escuela se lo piensa dos veces antes de despedir a alguien”.
Joel se considera un tipo simple. La política la aborrece. Es más, no la entiende. Luchar por democracia o derechos humanos no lo cambia por tres platos de comida segura en la mesa. “A decir verdad, la policía no nos molesta. Ellos persiguen más a las jineteras. Los travestis y pingueros tenemos más cancha libre”.
Suspira por ligar a un famoso. A Barack Obama lo ve muy sexy. Pero preferiría tener de pareja sentimental al actor Denzel Washington. “En Cuba hay dos o tres cantantes de reguetón que daría lo que tuviese por llevármelos a la cama. Algunos han caído”, dice con una media sonrisa.
Joel cree que todavía existe una marcada homofobia en la sociedad cubana. “Muchos todavía te ven como un bicho raro. Otros tienen una doble moral muy fuerte. Pero en la oscuridad de la noche, esos que aparentan ser hombres de pelo en pecho, aprovechan para hacerte sugerencias sexuales escondidos en un pasillo o una escalera oscura. Si de algo no me puedo quejar es que no faltan clientes. La demanda supera la oferta”, señala mientras se retoca la peluca.
Joel mira el reloj con impaciencia. Cerca de las dos de la madrugada llega su cliente favorito. Le hace señas con las luces del camión de basura. El travesti se arregla la saya azul de mezclilla y contoneándose con sus altos tacones se monta en la cabina.
Hace cinco años este hombre fue su primera conquista. Para Joel, prostituirse solo una parte del tiempo, además de una necesidad económica, le resulta altamente placentero.
Vestirse de mujer es su verdadera vocación. Y lo disfruta.
Iván García
Foto: Laritza Diversent. Travestis en el malecón de La Habana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios en este blog están supervisados. No por censura, sino para impedir ofensas e insultos, que lamentablemente muchas personas se consideran con "derecho" a proferir a partir de un concepto equivocado de "libertad de expresión". También para eliminar publicidad no relacionada con los artículos del blog. Por ello los comentarios pueden demorar algunas horas en aparecer en el blog.