A espaldas del remozado Capitolio Nacional, en una vía estrecha donde conviven perros callejeros y cuarterías apuntaladas, se erige la vetusta Real Fábrica de Tabacos Partagás que elabora algunos de los más famosos puros cubanos.
La tabaquería es paso obligado de cualquier turista que visita La Habana. En una pequeña tienda en la primera planta, se venden puros en cajas de madera, lujosos humidores y marcas exclusivas para coleccionistas.
En un bar adosado a un mezzanini con butacones color ocre se pueden tomar mojitos o cervezas. Aquí el humo enrarece el ambiente a pesar de las advertencias colgadas en la pared prohibiendo fumar.
Desde 2014, año en que de acuerdo a cifras oficiales 36 personas fallecían diariamente en Cuba por causas relacionadas con el hábito de fumar, las autoridades verde olivo trabajan para implementar una legislación antitabaco que respalde acciones más restrictivas contra los fumadores y refuerce limitaciones comerciales a productos derivados del cigarro.
Pero la ley no tiene quórum suficiente en un país donde el tabaco es la quinta industria exportadora con un volumen que roza los 500 millones de dólares anuales.
El fin de la particular guerra fría entre Cuba y Estados Unidos en diciembre de 2014 dibujó un nuevo panorama en la industria tabacalera nacional. Algunos expertos se frotan las manos cuando sacan cuentas en la calculadora de sus teléfonos inteligentes. “Estamos hablando de un mercado, como el norteamericano, donde las previsiones a corto plazo, de levantarse el bloqueo (embargo económico), fluctúan entre 500 y 700 millones de dólares en ventas de tabaco”, expresa un funcionario que labora en H. Uppman.
Cuando se trata de dinero, en un país con finanzas en números rojos, cualquier cosa que rinda beneficios, aunque perjudique a la salud humana, siempre será un buen negocio.
“No se puede andar con remilgos. Nuestras exportaciones fundamentales, como antaño el azúcar, tabaco o ron, son nocivas a la salud, pero ofrecen un margen nada despreciable de ganancias. Cada año las ventas locales de bebidas alcohólicas baten récords de ventas. Los cigarros y tabacos también, a pesar del elevado precio y gravámenes de circulación”, indica Joel, trabajador de Brascuba, empresa mixta con capital brasileño que domina el mercado interno de cigarrillos.
En una zona cercana al puerto del Mariel, Brascuba construye una nueva fábrica que duplicará la producción de cigarrillos rubio y negro. El reciente aumento de un 10% del precio en las diferentes marcas de cigarros ofertadas en divisas, no ha provocado una disminución en las ventas.
“Después de la cerveza y el ron, las mayores ventas son de cigarros. A pesar de los bajos salarios y altos precios de los alimentos, la gente se las arreglas para fumar como si fueran chimeneas”, confiesa Lourdes, dependiente de una cafetería en la Calzada Diez de Octubre.
Incluso a los dueños de pequeños negocios familiares les resulta rentable la reventa de cigarrillos. “Tengo noches de vender hasta cien cajas de cigarros”, dice el dueño de un bar privado. Las ganancias por cada cajetilla son del 40%.
En Cuba existen normas que prohíben la venta de cigarros y alcohol a menores de 18 años. “Pero se violan constantemente. Muchos padres mandan a sus hijos menores de edad a que compren cigarros o botellas de ron. Y los dependientes, presionados por cumplir el plan de venta, o porque parte de sus ganancias se deriva de las ventas de esos productos, incumplen la normativa”, acota Marlén, inspectora estatal.
Los medios oficiales difunden spots publicitarios recordando los daños del cigarro y sus efectos entre fumadores pasivos, pero las estadísticas manifiestan el pobre resultados de esas campañas.
Fuentes del régimen aseguran que el 69% de los niños son fumadores pasivos. Más de 13 mil personas mueren cada año por enfermedades asociadas al tabaquismo en Cuba, donde los pequeños resultan los más expuestos al humo del cigarro o tabaco, según reconocen autoridades del Ministerio de Salud Pública citadas por la prensa estatal.
La doctora Patricia Varona, especialista del Instituto Nacional de Higiene y Epidemiología, informó que entre 1985 y 2010 en la Isla se experimentó un decrecimiento en la presencia de fumadores, pero en los últimos seis años la situación cambió. A partir de 2010 se observó un incremento de los fumadores, fundamentalmente en edades tempranas.
La doctora Varona precisó que el 15 % de la mortalidad en el país se produce por el tabaquismo, en tanto casi 1.500 personas mueren cada año por exposición al humo de tabaco.
Actualmente Cuba ocupa el quinto lugar en América Latina y el Caribe en cuanto a la prevalencia del tabaquismo, y de las 10 primeras causas de muerte, ocho de ellas están vinculados con esta adicción.
Desde luego, es un problema mundial. La Organización Mundial de la Salud apunta que la adicción al tabaco mata a más de seis millones de personas anualmente y alrededor de 600 mil pierden la vida por respirar humo ajeno.
En escuelas secundarias y preuniversitarias de La Habana es frecuente observar a adolescentes fumando. “En noveno grado llegan a fumar hasta el 60 por ciento de los alumnos y a veces fuman en el aula”, comenta una maestra.
En lugares públicos, tanto en espacios abiertos como cerrados, existen avisos prohibiendo fumar, pero los fumadores no suelen respetar esas normas.
“Tú estás en la guagua, un taxi o una cafetería y al lado tuyo siempre hay un tipo fumando un cigarro tras otro. Y no le digas nada, pues entonces te quiere comer viva. Aquí la gente ni caso le hace a los carteles. En Cuba las normas de convivencias son un relajo”, subraya Ana Luisa, ama de casa.
El perjuicio del tabaquismo llega hasta la propia casa. En cualquier familia cubana, un fumador prende el cigarro sin importarle el daño a la salud, ni la suya ni tampoco la de sus propios hijos.
“Es que después de tomar café o por la tensión de un partido de fútbol no puedo controlar los deseos de fumar”, confiesa Joan ante el regaño de la esposa por el humo del cigarrillo que afecta a su hijo de tres años, asmático crónico.
Mientras la publicidad oficial insiste en lo nocivo del tabaquismo, el gobierno amplia las capacidades para aumentar la producción de cigarros. Y en un futuro, en el hipotético caso que se derogue el embargo, exportar millones de dólares de puros cubanos a Estados Unidos
Es simple: negocios versus salud. Y me temo que casi siempre triunfa el dinero.
Iván García
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