lunes, 13 de febrero de 2017

Lo que Fidel Castro nos dejó (III y final)


Cuando se llega a los 86 años el milagro es vivir un día más. Al menos eso piensa Humberto, un anciano frágil sentado en un sillón de ruedas, residente en un deteriorado asilo estatal ubicado en la barriada de La Víbora, al sur de La Habana.

Cada día, Humberto se sitúa al otro lado de una cerca que le permite extender la mano, esperando que un alma caritativa de las muchas que apresuradamente caminan por la acera, lo vea y le dé uno o dos pesos.

Todo en el asilo es deprimente. La pintura barata de la fachada intenta disimular lo que no se puede disimular. Cuando se traspasa la entrada principal, el olor a orine y la mugre del piso da la sensación de que uno está en una prisión o un tugurio donde se esconden inmigrantes ilegales.

Veinticuatro horas antes del 24 de diciembre, día que los cubanos celebran la Nochebuena, en el portal del asilo tres enfermeras, calzando chancletas, conversan en voz alta y con un vozarrón de miedo regañan, a los ancianos que consideran están molestando o violando el reglamento del asilo.

“No jodas más compadre, ya te dije que la comida es a las siete. Cómo cojones hay que hablar contigo”, expresa una enfermera mestiza con modales más propios de un presidiario que de una profesional de la salud.

Delante de ellas, un grupo de ancianos, como Humberto, piden limosna a los transeúntes sentados en sillones de ruedas o en bancos de cementos que bordean la cerca.

“Déme cinco pesos, por favor, es para comer algo”, pide un señor con las piernas destrozadas y negruzcas. “Él tiene diabetes. Ya los medicamentos que toman no le asientan. Debe cambiar el tratamiento. Pero el médico hace dos días que no viene por el asilo. El personal que trabaja aquí es retama de guayacol. Gentuza que no encuentra otra opción laboral. Nos tratan como si fuéramos perros sarnosos”, dice Humberto en voz baja.

Danilo, para quien la cárcel ha sido su segunda casa, es barbero en el asilo. “En el asilo pagan una mierda, 350 pesos mensuales (equivalente a 16 dólares), pero después que salí del tanque (prisión) no encontré otra pincha (trabajo)”, dice y señala:

“El maltrato y los abusos verbales a los viejos es algo cotidiano. La comida es un asco. Las cocineras se roban el arroz, los frijoles y condimentos y los venden por la izquierda o se los llevan a sus casas. Los empleados también cargan con carne, pollo o ropa que llegan de donación. Esto es un antro. Lo más parecido a una cárcel”.

El asilo de ancianos de La Víbora fue fundado en los años 40. Antes de que Fidel Castro se hiciera con el poder a punta de carabina, el hospicio era una edificación limpia y con todas las condiciones materiales aseguradas.

"Antes de 1959, ese asilo era un Hogar del Veterano, había otros en La Habana y en todos, los antiguos mambises, tenían un lugar donde pasar dignamente su vejez. Al antiguo Hogar del Veterano de La Víbora íbamos en fechas patrióticas, a llevarle tabacos y conversar con los veteranos", recuerda la periodista Tania Quintero.

Pero ha llovido mucho desde entonces. Hasta que Cuba comenzó a girar en la órbita soviética, cuando el Kremlin enviaba cheques en blanco al Palacio de la Revolución, los hospitales, clínicas, casas de socorro y hogares de ancianos no tenían nada que envidiar a naciones del Primer Mundo.

Pero después que el oso ruso dijo adiós al comunismo, comenzaron las calamidades. El PIB cayó de manera brutal y la ineficiencia del sistema socialista ha degradado las producciones agrícolas, industriales y azucareras.

La economía cubana es una balsa a la deriva. Lo único que crece es el marabú en el campo y la emigración. Decenas de hospitales y asilos de ancianos piden a gritos una reparación capital y una atención médica acorde a las personas de la tercera. Pero los mejores especialistas prefieren trabajar fuera de Cuba o deciden emigrar.

Visitar el asilo de ancianos de La Víbora es una foto fija del derrumbe del régimen castrista y un mensaje de ida y vuelta de que las cosas en Cuba deben con urgencia cambiar.

Humberto lo que anhela son cinco o diez pesos, para comprar cigarrillos sueltos y media libra de pan que luego, al caer la noche, le sirve de alimento y le compensa la pésima comida.

Pero hoy no tuvo suerte. Los transeúntes viraban la cara hacia otro lado, cuando veían su mano pidiendo limosna. O cruzaban hacia la acera de enfrente.

Iván García

Foto: Visita que el 24 de febrero de 1952 un grupo de alumnas de la escuela pública Ramón Rosaínz, entre las cuales se encontraba Tania Quintero, junto con su profesora, hicieron al antiguo Hogar del Veterano, en San Miguel y Agustina, municipio 10 de Octubre. Además de llevarles una caja de tabacos, conversaron con esos viejos cargados de historia, todos vestidos impecablemente, con guayaberas de lino. Hoy es un asilo lúgubre y sucio.

2 comentarios:

  1. Lo que Fidel Castro nos dejó (III y final)


    HOY EN DIAS SON TODO LIMOSNERO POR LA CALLES DE LA
    HABANA
    CON SU TERCE BRQAO QUE ES UNA JAVITA

    GRACIAS FIDEL JA JA JA JA


    PERO ESO ES LO QUERIA EL PUEBLO CUBANO
    QUE DIFRUTEN SU
    robo =ilucion cubana

    ResponderEliminar
  2. Anónimo13 de febrero de 2017, 10:33
    Lo que Fidel Castro nos dejó (III y final)


    HOY EN DIAS SON TODO LIMOSNERO POR LA CALLES DE LA
    HABANA
    CON SU TERCER BRAZO QUE ES UNA JAVITA

    GRACIAS FIDEL JA JA JA JA


    PERO ESO ES LO QUERIA EL PUEBLO CUBANO
    QUE DIFRUTEN SU
    robo =ilucion cubana

    ResponderEliminar

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