jueves, 31 de agosto de 2017

Cómo el fútbol internacional sepultó al béisbol en Cuba



En un recuadro de madera cuelgan varios posters arrugados de Cristiano Ronaldo y en un trozo de cartón, escrito con plumón rojo, dos cifras que para cualquier desconocedor del fútbol pudiera parecer un epígrafe de la Biblia: 12:33.

Aunque el calor es de espanto en La Habana -34 grados Celsius a la sombra marca el termómetro, pero según expertos del instituto de meteorología la sensación térmica es de 41 grados-, no impide que los hinchas habaneros del club merengue se cuelguen en el cuello espesas bufandas del Real Madrid.

Entre el reguetón a toda mecha que sale de un equipo de audio portátil y canecas de ron blanco para festejar el triunfo del Madrid en su liga y obtener la Champion en Cardiff, la peña de fans se la pasa en grande.

Ha transcurrido casi dos semanas desde que Sergio Ramos alzó por duodécima vez la orejona. Pero los aficionados blancos en Cuba todavía tienen cuerda para rato.

Este año, el Real Madrid ganó la liga española, el mundial de clubes, la Supercopa de Europa y se alista para ganar en agosto la Supercopa de España ante su acérrimo enemigo del Barcelona.

El mismo día que el Madrid borró del terreno en el segundo tiempo a la Juventus de Turín, con un golazo desde su casa de Casemiro, además de dos de Cristiano y uno de Asencio para poner cifras definitivas al partido, en La Habana, la capital de un país donde antaño se respiraba béisbol, diferentes parques y zonas céntricas se desbordaron de fanáticos y una hilera de viejos almendrones sonaban el claxon persistentemente.

Un fanático, creyéndose que estaba en la Cibeles, colgó una bandera del Madrid encima de una estatua de un prócer independentista y las burlas a los seguidores del Barcelona eran de aúpa.

Como en un safari africano a la caza de fieras, los madridistas tocaban en la puerta de sus adversarios para mofarse, recordarles que son el mejor club de la historia y grabar con sus teléfonos móviles la frustración que sienten los hinchas azulgranas por no ser protagonistas en 2017.

En Cuba se siguen también las ligas inglesa, alemana e italiana, pero es la ibérica, y sobre todo el Madrid y el Barcelona los que desatan la locura. Una efervescencia que comenzó a mediados de los años 90 del siglo pasado.

En la Isla siempre hubo personas que contra viento y marea seguían el fútbol. Y en radios de la era soviética escuchaban Tablero Deportivo de Radio Exterior de España con la formidable conducción de Julio César Iglesias o Juan Manuel Gonzalo.

En aquella etapa de la Quinta del Buitre y las gozadas de Maradona o Romario en el Camp Nou, Richard, furibundo madridista, recuerda que para escuchar con calidad la señal radial subía a la azotea de su casa y recostado a un palomar escuchaba aquellos clásicos memorables del Madrid de los galácticos y el Barca de Ronaldinho en la voz de Germán García.

La autocracia verde olivo comenzó a trasmitir las Copas Mundiales de manera íntegra en el Mundial de España 1982. Luego, a partir de 1990, la televisión comenzó a dedicarle dos espacios semanales al fútbol internacional.

La mafia empresarial de Havelange primero y luego Blatter, que manejaron la FIFA con total opacidad, le hicieron un guiño a Fidel Castro donándole un millón de dólares para un proyecto, Gol por Cuba, además de coimas entregadas por debajo de la mesa para garantizar el voto de lealtad de la Isla y otras cuotas que reciben los afiliados a la FIFA.

Del dinero recibido de la FIFA poco se sabe. Se esfumó en algún bolsillo misterioso, pues la federación local del fútbol no le brinda ni siquiera mantenimiento a los terrenos donde se juega el aburrido campeonato nacional, transformados en auténticos potreros.

Cuando hace dos meses, Infantino, el actual presidente de la FIFA estuvo en Cuba, con premura instalaron una cancha sintética donada por Blatter hace siete años y que nadie sabía su paradero.

La difusión del mejor fútbol del mundo que se juega en Europa fue una estrategia del gobierno de Castro para amortiguar el goteo imparable de fugas de deportistas cubanos, sobre todo peloteros.

En los últimos veinte años alrededor de un millar de beisbolistas saltaron la cerca con el objetivo de firmar contratos millonarios y administrar sus propias finanzas.

Mientras en la tele se pasaban partidos de fútbol de primer nivel, los medios estatales censuraban o apenas ofrecían información de la MLB. Desde hace cinco años la calidad del béisbol en la Isla va en picada.

La Serie Nacional, excepto los partidos por la discusión del título, se juegan a gradas vacías. Es un torneo huérfano de grandes estrellas. La afición local, en las edades comprendidas entre 12 y 35 años, tienen al fútbol como su deporte favorito.

A muchos incluso no les gusta la pelota. Ni siquiera les interesa la actuación de los cubanos en las Grandes Ligas. Cristiano Ronaldo, Messi, Neymar, Luis Suárez, Benzema o Bale tienen una legión de fanáticos en Cuba.

Sus seguidores conocen al dedillo su vida personal, sus salarios, gustos y hasta el nombre de sus mascotas. Pero por favor, no le pregunten por los nombres del once regular de la selección cubana de fútbol.

Mientras a gran parte de la población le resulta indiferente la política del gobierno y la narrativa disidente, los torneos de fútbol internacional los convoca de manera espontánea a reunirse en bares climatizados que cobran en moneda dura para ver jugar a sus ídolos.

Serguey, quien estudia el último año de bachillerato, ignora el nombre de la primera secretaria del partido comunista en La Habana o cómo se llama el Alcalde de la ciudad.

Tampoco le interesan los planes del régimen para, después de seis décadas de sucesivos fracasos, construir un socialismo próspero, eficiente y democrático. Sus metas son emigrar de Cuba y ver todo el fútbol que pueda.

El gran sueño de Serguey es visitar el Santiago Bernabéu, tener un autógrafo de CR7 y que en la próxima temporada el Real Madrid gane un triplete. Lo demás para él no tiene importancia.

Iván García
Foto: Tomada de Héctor, el barcelonista.


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