Es una casta privilegiada, distante, en los limbos más altos de una sociedad pobre, ribeteada de miseria y calamidades. Sí, es un grupo humano que vive en la estratosfera de un país en bancarrota y sus viditas transcurren en un espacio real que han conquistado gracias a las ineficacias y torpezas del sistema y por sus ambiciones personales, su decisión empecinada y firme por el confort, la abundancia y el lujo.
Tienen, en cualquier parte del mundo, muchos nombres y apelativos, pero en Cuba hay uno que los clava a todos en un mismo alfiler: son los corruptos oficiales.
Hablo de los centenares de personajes que tienen cargos y mandatos en diferentes zonas del Estado y del Partido Comunista y los utilizan para darle a su existencia, y a las de sus familias, un nivel que los ubica claramente muy por encima del cubano medio, del hombre de la calle, la bicicleta china y la libreta de racionamiento que funciona en la isla desde los primeros años sesenta.
A simple vista, observando sin anestesia sus actuaciones, se pueden considerar como una categoría de ladrones que han sido autorizados y a los que, sin embargo, se les considera personas ejemplares en aquella sociedad en la que el totalitarismo impone sus leyes ciegas, sin matices y radicales.
La burocracia estatal, entonces, se ha visto obligada a crear un mecanismo que trate de controlar el entusiasmo de esa piara de vividores y, a tal efecto ha fundado la Dirección de Enfrentamiento a la Corrupción e Ilegalidades.
El asunto es que la tribu de corruptos, según un informe de un alto funcionario de esa entidad, ha “tenido un incremento cuantitativo permanente, pero sobre todo con una mayor cualificación de su organización, comisión, colectivización e incluso internacionalización.”
En las condiciones actuales, dijo el dirigente, se hace necesario elevar el enfrentamiento al delito trasnacional. No conseguirán eliminar la corrupción, que es parte de la esencia del socialismo, sólo le darán oportunidad a los susodichos de demostrar su creatividad ante los anunciados valladares que propone, con su buena carga de estudiada austeridad, una jerarquía que disfruta sin sobresaltos como el que más, de las franquicias de la corruptela.
Corrupción es una palabra que, según sus orígenes, es una combinación de un verbo y sufijo que quiere decir, más o menos, acción y efecto de hacer pedazos. Eso hacen los corruptos con la sociedad cubana.
Raúl Rivero
Blog de la Fundación Nacional Cubano Americana, 1 de junio de 2018.Foto: Principales miembros de la élite militar y civil que gobierna Cuba. Tomada del blog de la FNCA.
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