Y no precisamente por un terremoto. Calladamente cierra un negocio tras otro. Aunque la prensa oficial cubana, la más optimista del mundo lo ignora, desde el año 2000 a la fecha se pueden contar con los dedos de las manos los inversionistas extranjeros que mantienen sus negocios en Cuba.
Empresarios italianos en el sector de las telecomunicaciones, que invertían en ETECSA, la única compañía de la isla en el ramo, dijeron adiós. Hombres de negocios de Israel que compraban la producción citrícola de Jagüey Grande, en Matanzas, y elaboraban jugos de frutas también se han marchado.
Según una fuente que prefiere el anonimato, inversionistas de la principal firma inversora en Cuba, la canadiense Sherrit, dedicada al negocio de extracción, estarían realizando un estudio de factibilidad. En caso de tener números rojos, hacen las maletas.
El sector de construcciones inmobiliarias está detenido hace más de siete años por órdenes directas de Fidel Castro. Entonces lo que queda son unas pocas firmas en la rama del turismo. China y Rusia, candidatos deseados por los jerarcas de la isla, miran con recelo las propuestas que se les ofrecen.
Ellos saben que la capacidad cubana de pago es casi nula. Incluso a Rusia le deben varios miles de millones de rublos. Y China, con un discurso ideológico parecido, en caso de un huracán dona un par de millones de dólares, pero si no tienes plata para pagarles, chao.
La carta con la que han jugado los Castro ha sido la Venezuela de Hugo Rafael Chávez Frías. Y ahora con Brasil. Pero no hay muchas opciones para un gobierno que tiene ojeriza por la economía de mercado y la posibilidad de que un grupo de personas se enriquezca.
La alianza económica con Caracas es de lo poco que queda. Y apenas funciona. La única ventaja es comprar petróleo a precio de saldo, que ni siquiera se paga con divisas. Cuba paga el oro negro con capital humano: asesores militares o civiles, médicos y entrenadores deportivos.
En la mesa de los pobres en la isla no habrá abundancia de comida, ni la vida será mejor por esta alianza. Por una sencilla razón, Cuba sigue apostando por la economía centralizada.
No es lo mismo tener coincidencias ideológicas, como sucede con Castro y varios presidentes del hemisferio, que crear una estrategia coherente para diseñar una economía sustentable. El discurso virulento y polarizado no cuenta en economía. Lo que vale es ahorrar y trabajar fuerte para salir del hueco hondo de la pobreza.
Para justificar sus fracasos, los Castro tienen su arma favorita: 'el bloqueo'. Pero a no ser un fanático o un retrasado mental, nadie de forma seria puede culpar solamente al embargo gringo del precario desempeño de la economía local. No hace falta ser un tanque pensante, ni un entendido en materia económica a la hora de señalar a los culpables de que la economía cubana haya retrocedido a la edad de piedra.
Si Fidel Castro carga con la gloria de los cacareados éxitos, en educación, deporte y salud pública, entonces también debe anotarse los fracasos. Su manera empírica de guiar la economía en la isla da para escribir varios tomos sobre disparates.
Inflando números y mintiendo a la hora de hacer balances económicos anuales no se van a resolver los males. Ahora, el General Raúl Castro y sus asesores buscan un abanico de soluciones para romper el punto muerto donde se encuentra la economía.
Han ampliado el listado de oficios por cuenta propia y autorizado a arrendar locales, como barberías, cafeterías y taxis a colectivos de trabajadores. Una especie de cooperativas, donde en caso de haber beneficios, la gente ganará más dinero.
Habrá que ver si esta fórmula funciona. De momento, Roberto, administrador de una desvencijada pizzería habanera tiene sus dudas. “Si no liberan los precios de los productos, y seguimos atados a vender al precio que nos designa el comité estatal, esa receta no va funcionar”.
El gobierno sabe mejor que nadie que la gente en la calle está muy disgustada con el desempeño de la economía y la falta de futuro en sus vidas. Los cubanos quieren cambios en materia económica. No sólo aspiran a que se quiten trabas al empleo privado y se reduzcan los impuestos.
Quieren más. Desean también poder invertir en pequeñas y medianas empresas con dinero facilitado por familiares residentes en Estados Unidos. Raúl Castro sabe que algo tendrá que hacer. Pero como su hermano, tiene miedo a que una serie de reformas económicas se le vaya de las manos y no las puedan controlar.
La revolución de los Castro ha sido más política que económica. Y ahora lo que preocupa a los jerarcas es conservar el poder. Si en el futuro un dirigente o grupo político logra encarrilar y hacer prosperar la economía cubana, se habrá anotado un gol de oro.
Iván García
Foto: clapat, Flickr
Muy buenooo!!!!
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