No todos son malas personas. Saben varios idiomas y se aprenden la historia de los sitios interesantes de La Habana. Algunos, como Reinaldo, es licenciado en Biología.
Otros, como Alexis, es un vulgar ratero que en sus aburridas horas detrás de los barrotes de una prisión de máxima severidad, aprendió inglés y también a cautivar a extranjeros de los dos sexos.
Le da lo mismo una cosa que otra. Desde beberse media docena de cervezas, charlando nimiedades con un vejete de San Sebastián, o ligar a una delgada y bonita francesa de Marsella.
Estos cazadores de turistas no tienen objetivo fijo. Son francotiradores. Salen a cazar para sobrevivir y “luchar” (conseguir) un puñado de dólares o euros que les haga la vida un poco más fácil en el paraíso revolucionario de los hermanos Castro.
Conozca la pinta de un jinetero. Desde que se levanta a las 7 de la mañana, Daniel se viste como un modelo de alta costura. Ropas de marca. Agua de colonia discreta y un reloj suizo de acero niquelado.
Se pone a merodear por los alrededores del hotel Inglaterra, a ver qué cae. “A esa hora de la mañana, los 'yumas' (extranjeros) están desayunando a cuerpo de rey. Antes de salir a dar un paseo, revisan mapas de La Habana. Ahí aparezco yo, como un ángel caído del cielo. Y les hablo sobre cualquier tema, desde fútbol hasta la arquitectura de la ciudad. Sobre todo prefiero 'trabajar' con chicas jóvenes que anden en grupo y estén abiertas a divertirse”, cuenta Daniel.
La primera regla es hacer amigos. Un buen guía, explica Reinaldo, no debe caer en tentaciones y robar a la primera de cambio. “Conozco españoles astutos, que como cebo me han dejado su laptop y una billetera con dinero, sé que me están probando. Yo no robo, lo mío es pasar un buen rato, cultivar amigos y ver si un golpe de suerte pone en mi camino a una apetitosa madrileña de piernas gordas”.
Alexis no piensa igual: si lo ve fácil, hurta todo lo que aparezca. “Cierta vez me empaté con una británica madura, que bebía cerveza a granel. Cuando estaba ebria y deseosa de sexo, la llevé a una casa particular. Enseguida se quedó dormida y en su cartera tenía 3 mil euros. Ha sido mi mejor 'pan' (hurto)", narra Alexis, extasiado, como si reviviese la historia.
Pero la mayoría de las personas que en Cuba se dedican a merodear a los turistas no tienen malas intenciones. Eso sí, quieren beber y comer a lo grande. Obtener moneda dura. Y si les dan un chance, hacer el amor.
Ojo, ahí empiezan los enredos. Ya sea una jinetera, pinguero o cazador solitario, después del sexo, le prometen amor eterno a los turistas. Y éstos, matrimonio, con su correspondiente visa. Si eso estaba en sus planes, entonces encontró lo que buscaba en La Habana.
Iván García
Foto: joelouhabana, Flickr
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