miércoles, 17 de octubre de 2012

Un barrio de ricos


Cuando triunfó la revolución, en 1959, algunos repartos lujosos de La Habana, muchos con nombres de origen inglés, comenzaron a ser llamados con denominaciones indígenas u otras de factura nacional. Tal fue el caso del Biltmore, en el municipio Playa, al que renombraron como reparto Siboney.

En este reparto, donde vivieron familias adineradas, el gobierno revolucionario convirtió inicialmente las lujosas casas en albergues de becados. Incluso alguna que otra de las casas expropiadas a sus legítimos dueños fue asignada como morada a una familia humilde, aunque siempre como excepción, pues la distribución de las lujosas mansiones a la población nunca formó parte de una política generalizadora.

Algunas familias que apenas tenían donde vivir, se vieron, de la noche a la mañana, residiendo en mansiones, con piscina, garaje y cuidados jardines. Pero el hechizo, como el de Cenicienta, duró muy poco. Muy pronto se hizo evidente que los nuevos moradores no tenían recursos para mantener aquellas casas. Las piscinas pasaron a ser reservorios de jicoteas y mosquitos, las grietas dejaron de resanarse y el descascarillado de la pintura marcaba el paso del tiempo.

Julio y Ana vivieron con sus dos hijos pequeños en la calle 214, número 1108, entre 11 y 11 B, en Siboney. La casa tenía seis cuartos, tres baños, piscina, garaje y jardín. Ella cuenta: “En los casi diez años que vivimos allí, jamás pudimos bañarnos en la piscina. Cuando nos mudamos, ya el agua estaba sucia. El sistema de bombeo de la piscina estaba roto, y no teníamos dinero ni recursos para arreglarlo. Un día vinieron dos funcionarios del gobierno y me dijeron que teníamos que irnos para un apartamento que nos habían asignado. Mi esposo estaba en la guerra de Angola, y yo estaba sola con mis dos hijos. No me quedó más remedio que abandonar la casa e irnos a vivir a un modesto apartamentico en el barrio de la Víbora”.

La misma suerte de Ana la corrieron todos sus vecinos pobres. Los estudiantes becados también fueron sacados finalmente de Siboney.

El gobierno decidió brindar las deterioradas mansiones a mejores postores. Algunas pasaron a ser residencias de diplomáticos. Otras, residencias de funcionarios del gobierno o revolucionarios ricos, como políticos, militares, algunos músicos y empresarios. Otros afortunados, miembros de la nueva clase comunista, como el difunto comandante Bernabé Ordaz, que contaban con los recursos ilimitados del Estado, siguieron viviendo en este barrio.

Siboney hoy sólo mantiene el nombre indígena que le puso la revolución, porque ya desaparecieron los becados y los humildes; la extracción social de sus moradores ha variado diametralmente. Salvando las distancias, Siboney ha vuelto a ser tan exclusiva como lo era cuando se llamaba Biltmore.

Julio César Álvarez
Cubanet, 12 de septiembre de 2012.
Foto: Tomada de Cubanet.

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