“Es la única garantía que tengo de que estoy cocinando con un producto legítimo. No puedo corer el riesgo de enfermar a mi familia”, expresó Daisy, vecina y cliente fija de los tres o cuatro sitios en el barrio donde se vende aceite vegetal a granel, robado de los diversos centros estatales donde se produce. No quiero ni pensar en la posibilidad de comerme unos plátanos fritos con la grasa destinada para esos asuntos. Dios me ampare”, concluyó.
No se sabe si el rumor tiene alguna base real, o si es una simple bola que alguien echó a rodar, pero, tratándose de Cuba, no está de más tomar precauciones. Todos saben que aquí se ha vendido carne de aura tiñosa con pan, como si fuese de un ave comestible; o pez gato como si se tratara de pescado de mejor calidad; o picadillo (carne molida) de muy dudosa procedencia, entre muchas otras estafas. Los anteriores son conocidos ejemplos del riesgo colateral que enfrentan los que -debido a la carencia de dinero y ofertas- optan por comprar en el mercado negro, a veces a personas sin escrúpulos.
Las adulteraciones y las estafas son constantes y variadas en Cuba. Recuerdo a un amigo que hace varios meses, a un vendedor ambulante compró un jabón y terminó en la consulta de dermatología, con serias lesiones en brazos y piernas. Al no ser suficiente las uñas para calmar la enloquecedora picazón causada por el jabón, tomó un peine se rascó hasta desgarrarse la piel. La necesidad de ahorrar para estirar su magro salario lo hizo tomar la fatal decisión que todavía lamenta.
La falta de una cultura de respeto al consumidor, combinada con una multitud de disparatadas reglas económicas, han enraizado entre nosotros la deshonestidad. “Mientras no haya verdadera propiedad privada, seguirán sucediendo estas cosas. Cada vez estamos peor. El país requiere una reestructuración completa, un total reordenamiento de la escala de valores. Y para eso, hay que ir a una revisión profunda de las leyes”, dijo un abogado que presta servicios en un bufete colectivo de la Habana Vieja.
Con sarcasmo, Daniel añade: “Las ilegalidades seguirán en aumento, y como telón de fondo, el mismo discurso que habla de éxitos más vaporosos que el humo de este cigarro”. Su diploma de licenciado en Historia ha sido un pasaporte a la mendicidad.
“Yo no puedo estar pensando de dónde se robaron el aceite; ni para qué lo utilizan. Mientras no me envenene, todo está bien. Precisamente, en estos días voy a comprar medio litro. El riesgo es parte de mi guerra cotidiana contra la miseria. Mi pensión de jubilado no me da para más.¿Qué son 200 pesos, menos de 12 dólares al mes? Como está la vida en Cuba, eso es como tener un “menudito” en los bolsillos”, resume Daniel.
Así las cosas, cabría pensar que se verán afectadas las ganancias de los que se dedican al negocio de la venta de aceite robado. Pero, dentro de esta tragicomedia, habrá muchos que, víctimas de la necesidad, se arriesgarán a comprar cualquier cosa, siempre que sea más barata, a pesar de las bolas. Los clientes asiduos de los vendedores de aceite en el mercado negro, se debaten entre la necesidad y los escrúpulos. Por el momento, en mi barrio, parece que va ganando la necesidad.
Jorge Olivera Castillo
Cubanet, 1 de octubre de 2012.
Foto: Crematorio de Guanabacoa, diseñado por el arquitecto Osviel Carrillo. La foto fue tomada de Opción para el destino final, de Gabino Manguela, publicado en Trabajadores, el 30 de septiembre de 2012.
Leer también: Macabra historia recorre La Habana; Aceite del crematorio en el mercado negro y Autoridades responden sobre los servicios de cremación en La Habana.
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