sábado, 10 de noviembre de 2012

Soluciones desesperadas



Es difícil acceder a datos estadísticos que informen, o al menos aproximen, qué por ciento de la población de Cuba muere por quitarse voluntariamente la vida. No debe ser una cifra muy baja, si tenemos en cuenta el sufrimiento, el pesimismo y la desesperación que anida en buena parte de la ciudadanía.

Según hemos sabido, las patologías psíquicas más comunes, y probables causas de suicidio en la Isla, serían la depresión, la angustia y la ansiedad.

Elena, 30 años, se deprimía constantemente. Su mejor aliada era la noche, cuando en su cama lloraba sin cesar. Eran tantas sus frustraciones, que a veces no sabía el motivo exacto de su llanto, pero llorar era su único consuelo. Y tratar de dormir su único aliciente.

Más de una vez, Elena deseó morir. Pensaba que así podría dejar atrás aquel dolor, ilocalizable, profundo. Veía la muerte como la solución para acabar con sus penas. Y también con la impotencia de sentirse frustrada, por no poder hacer algo para por sí misma para resolver sus problemas. La resignación se convirtió en una fiel compañera.

Un día, Elena decidió contar a sus amigas más íntimas lo que le pasaba. Y se enteró que ellas también padecían similares cuadros depresivos, y por las noches no podían dormir, por esa contínua sensación de angustia e impotencia.

Elena, al igual que sus amigas, pertenecen a la misma generación de una juventud que ha crecido sabiendo que en Cuba, querer no es poder. Y que lo único que les está dado es soñar. Sueños casi siempre inalcanzables. Y con espanto descubrir, que las aspiraciones personales no se alcanzan simplemente con estudiar y convertirse en un diplomado. Ni que tampoco basta trabajar una jornada de ocho horas y tener un salario mensual. Porque nada de eso satisface las aspiraciones e ilusiones que tuvieron en su adolescencia.

La angustia acabó para Elena cuando en una revista extranjera, leyó que una psicóloga recomendaba a una lectora escribir un diario. Y en un rústico cuaderno escolar, empezó a escribir y volcar todo lo que sentía.

-Es increíble la paz interior y la quietud de espíritu que ahora tengo. Ya no hay motivos para llorar desconsoladamente. Hablar de lo que antes me sucedía, sin sentir vergüenza, me ha ayudado mucho. No importa que aún no haya logrado mis sueños y metas. Expresarme con libertad ha sido una verdadera terapia.

Pero no todos tienen esa suerte. A cientos, tal vez miles de jóvenes, ese tipo de consejos no les llega a tiempo y si les llega, deciden no seguirlos, como hizo Elena. Y se pierden en busca de oportunidades rápidas y fáciles. Prostitución, alcoholismo, drogadicción y delincuencia, entre otros, son los principales males que afectan hoy a la juventud cubana.

De ahí la apatía por los estudios y el trabajo. Alarmante es también la pérdida de valores morales, la ausencia de una actitud cívica así como el desinterés por involucrarse en la resolución de los problemas de su familia, de su comunidad y de su país, aunque discrepen del sistema político.

Tal vez en esas frustraciones e impotencias, esté la causa número uno del suicidio en Cuba. Y uno no puede evitar entristecerse cuando escucha que algún conocido se quitó la vida. Una tristeza que a menudo embarga a Elena.

En 2008, 10 personas se suicidaron en el barrio donde ella reside, en el municipio Arroyo Naranjo, La Habana, 3 más que en 2009, cuando fueron 7 los que se quitaron la vida. Hombres y mujeres entre los 23 y 45 años de edad, incluso un niño de 11 años. Sin contar los casos de intentos de suicidio, no siempre conocidos entre el vecindario. Veremos qué sucede en 2010.

Los motivos de esos suicidios han sido diversos y algunos inexplicables, como el de una persona que se mató porque era la quinta vez que le robaban la bicicleta. No sabemos si los especialistas, post mortem, analizan casos aparentemente tan fútiles.

Pero lo más probable es que este cubano se quitó la vida por un cúmulo de problemas y situaciones, de diversa índole, incluida su salud. Y el robo de la bicicleta debe haber sido la gota que colmó sus pocos deseos de seguir luchando en una sociedad donde desde hace medio siglo, hay que luchar a diario. No ya para vivir, si no para sobrevivir.

A falta de datos oficiales, estas vivencias personales dan una idea de cuán agobiante e insoportable es el ambiente y las condiciones de vida actuales del pueblo cubano. Que no es sólo buscar alternativas y medios para subsistir, es también poder salir del atraso y la pobreza. Sin tener que arriesgar la vida tirándose al mar en una balsa. Y menos intentando o quitándose la vida.

Soluciones desesperadas que para muchos en Cuba, lamentablemente, desde hace tiempo se ha convertido en vías para salir de sus tormentos emocionales.

Laritza Diversent
Blog Desde La Habana, febrero de 2010.

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