Todos se precian de conocerlo bien. Lo leen como si fuese una biblia. Y es políticamente correcto usar sus citas en momentos puntuales. José Martí es el ícono de los dos bandos en Cuba. Opositores y leales a Castro utilizan los discursos y frases martianas para apuntalar sus teorías, proyectos e ideologías.
La revolución de Fidel Castro se autodenomina profundamente martiana y usa su figura de forma tan repetitiva que aburre a la joven generación. No se quedan atrás quienes discrepan del status quo . Para ellos Martí es un estandarte.
En la isla hay bustos de José Martí en todas las escuelas, locales sindicales y del partido, y en la sala de los hogares de muchos disidentes. Y los líderes de la oposición siempre lo citan al inicio de algún documento o llamamiento político.
Al otro lado del charco, también son numerosos los políticos anticastristas que lo admiran, y tienen como bandera a Pepe Martí. En 1984 el gobierno de Ronald Reagan destinó fondos para una emisora dirigida a Cuba y la nombró Radio Martí.
A Castro por poco le da una apoplejía. Consideraba que era una ofensa a las ideas del mártir cubano. El propio Castro, cuando en julio de 1953 asaltó un cuartel militar en la ciudad de Santiago de Cuba, hasta el cansancio utilizaba frases de Martí.
Incluso en el posterior juicio declaró que la acción estuvo inspirada en la figura del héroe nacional. Los medios oficiales designan a Martí “el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada”.
El bardo y humanista que murió a los 42 años en una escaramuza de poca monta en Dos Ríos, en la antigua provincia de Oriente, es un personaje que por sus ideas está por encima del bien y el mal. Para los políticos cubanos de cualquier tendencia, Martí es lo que Cristo para la iglesia católica.
En vida tuvo serias rivalidades y celos de ciertos grupos de toscos y valientes independentistas, que veían al político y periodista habanero como un bicho raro, que hablaba y escribía como los dioses, pero que nunca había disparado un tiro.
Los hombres de los machetes en mano, cujeados en la guerra contra la metrópolis española, decían por lo bajo que Martí era un capitán araña. Pero el poeta luchó contra la corriente. E indudable es su mérito de haber unido a los más prestigiosos cubanos en un partido revolucionario fundado en 1892.
Todavía muchos en Cuba lamentan su muerte prematura. Se piensa que el curso de los acontecimientos pudieron haber sido otros de estar con vida Martí. Castro se considera un seguidor ferviente de las ideas martianas. Pero las aplica a su libre albedrío. Martí fue antimperialista, pero nunca dijo de gobernar de por vida y no respetar a los que pensaran diferente.
Y es ahí donde los que se oponen al añejo mandato de los hermanos holguineros, sacan a relucir que el gobierno manipula abiertamente sus premisas. Tienen razón: Martí nunca aplaudió las teorías marxistas.
Y el gobierno cubano, en una aberración política se considera marxista y martiano. Martí siempre propugnó la dignidad plena del hombre. Los leales a Castro hacen oído sordo a esa propuesta del Maestro.
Martí se ha convertido en un cliché. En una muletilla de los políticos de cualquier color ideológico. Y resulta cansino cómo los políticos cubanos de ambos bandos utilizan la figura de Martí a su antojo y conveniencia.
El resultado ha sido que los más jóvenes hoy lo miran con desdén y hasta se burlan del Héroe Nacional. A gran parte de la nueva generación le importa un bledo las ideas martianas. Son descreídos por naturaleza. Sus símbolos van desde moda hasta las estrellas de la música y el deporte.
Martí, al desván. Es una pena. Por un reflejo condicionado, ven a Fidel Castro como una extensión del Apóstol . Una consecuencia de la propaganda dura y pura del partido y el gobierno .
Ciento dieciocho años después de su muerte, el 19 de mayo de 1895, el espacio dejado por José Martí sigue vacío. Pepe, todavía andamos buscando un tipo que se te acerque.
Iván García
Foto: Andrea Bellamy's, Flickr
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