Ya estamos en febrero y todavía los medios oficiales no han dado a conocer la producción agrícola del pasado año, ni el total de tierras destinadas a la producción de alimentos. Hasta el momento, lo único que se ha podido conocer ha sido gracias a las informaciones brindadas por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).
De acuerdo a esa información, la producción agrícola de 2012, se elevó a 6'960,700 toneladas. De 15 renglones, solo se cumplió en 7. Los restantes estuvieron por debajo del 95% de la meta fijada para el año.
Pero lo más preocupante es que del total de tierras cultivables con que cuenta el país, que sobrepasa los 4 millones de hectáreas, solo 1'201, 000 hectáreas fueron reportadas como cultivadas. De ellas, las empresas del Estado sembraron 104 mil hectáreas, las restantes 1'080,000 hectáreas fueron cultivadas por cooperativistas, campesinos y usufructuarios de tierra.
Eso muestra hasta dónde se ha retrocedido en la producción agrícola en estos últimos cinco años. Una serie de mecanismos burocráticos obstaculiza que los productores coloquen directamente sus cosechas en el mercado.
El descenso en la producción agrícola no fue solo en el año que terminó, sino que se arrastra desde hace mucho tiempo. En 2012, el gobierno cubano tuvo que destinar cerca de 1'600,000 de dólares para importar muchos de estos alimentos que no se produjeron en el país debido al mal trabajo de la agricultura cubana.
Tanto en el año que terminó como en los precedentes, se da la paradoja de que los cooperativistas, campesinos y usufructuarios de tierra, a pesar de las infinitas trabas e incumplimientos de que fueron victimas por parte de las direcciones del Ministerio de Agricultura y las empresas estatales, lograron producir 5'836,7000 toneladas, mientras que las empresas agrícolas solo cosecharon 1'124,000 toneladas. Tales resultados indican que fue el sector privado y no el estatal el que garantizó las mayores entregas de productos del agro a la población
Tal como se comportan las ventas minoristas de los productos de la agricultura a la población y por los elevados precios con que se ofertaron en la red de mercados agropecuarios privados, que es donde más abundan, la primera interrogante que salta es si esto sucede por la limitada existencia de estos productos, pero de acuerdo a las cifras brindadas por la ONEI acerca de lo producido en 2012, todo indica que no cuadra la lista con el billete y que en todo esto del acopio y comercialización hay gato encerrado.
La pregunta que se formulan muchos es que si la producción de arroz sobrepasó las 500 mil toneladas, la de frijol rondó las 69 mil, la de plátano las 700 mil, y la de viandas y tubérculos llegó a 2'900,000 toneladas, como es posible que el precio minorista de estos alimentos no haya dado la mínima señal de bajar durante todo el año que terminó.
La situación resulta aún mas sospechosa porque las empresas agrícolas, los cooperativistas y campesinos no pueden comercializar directamente sus producciones en el mercado, sino que están obligados a vendérselas a las empresas de acopio y de comercialización de los ministerios de la Agricultura y Comercio Interior que son las encargadas de distribuirlos en la red minorista de los mercados agropecuarios estatales.
Pero, inexplicablemente, las mayores y más variadas ofertas de productos no se encuentran en los agromercados del Estado, cuyos precios son más baratos. Hasta ahora no hay una explicación oficial de por qué estos agromercados permanecen la mayor parte del tiempo con pocas mercancías o vacíos.
Las pocas o casi nulas ofertas durante todo el año 2012 en los mercados agropecuarios estatales son una muestra de que no existe la voluntad por parte del gobierno de darle solución a este asunto en que la mayoría de la población es perjudicada.
Sin embargo, en toda la red de establecimientos de venta privada de productos del agro las ofertas son amplias y variadas. Nunca faltan las viandas, los frijoles, las hortalizas, los vegetales y las frutas, pero los precios distan mucho de las posibilidades adquisitivas de la mayoría de la población. Para adquirirlos se ven obligados a hacer un sacrificio, porque con los míseros salarios que devengan no les resulta fácil pagar los altos precios de los alimentos.
Tal situación deja al desnudo el fraudulento negocio de los funcionarios de los ministerios de Agricultura y de Comercio Interior, que en contubernio mafioso con intermediarios y revendedores, desvían grandes partidas de los productos del agro que acopian hacia las redes de ventas privadas.
Es precisamente en la red de ventas privadas donde está el dinero en abundancia. Por eso, no tienen ningún interés por los mercados agropecuarios estatales, debido a los bajos precios en que están obligados a vender las mercancías y que no les proporcionan las ganancias que ellos buscan. Si el pueblo come o no, ése no es su problema.
Omar Laffita
Primavera Digital, 19 de febrero de 2013.
Foto: Tomada de La estrategia de la papa.
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