Una vez más parece cumplirse la máxima de que “la Historia se repite”. Aunque, claro, con sus matices correspondientes debido a la inevitable evolución de la humanidad. Y el caso que vamos a comentar nos muestra una feliz transformación de los matices: de los tambores de la guerra a la gracia de la moda.
En el año 1762, después de que el monarca español Carlos III reforzara la alianza con Francia, Inglaterra le declaró la guerra a España, y Londres concibió la idea de apoderarse de alguna de las valiosas posesiones de Madrid en el nuevo mundo. En ese contexto, una poderosa escuadra británica al mando del almirante George Pocock atacó y tomó finalmente la ciudad de La Habana el 14 de agosto de ese año. Cerca de diez meses se mantuvieron la ciudad y sus alrededores bajo el dominio de los Casacas Rojas ingleses, hasta que el Tratado de Versalles posibilitó que los borbones españoles recuperaran el control de la isla de Cuba.
Doscientos cincuenta y un años más tarde, ante el asombro de algunos y el entusiasmo de muchos -fundamentalmente de los jóvenes-, La Habana se ve colmada con la imagen de la bandera inglesa. Es difícil encontrar un establecimiento o timbiriche privados que se dediquen a la venta de ropas, lo mismo cuentapropista que ilegal, que no exhiba alguna pieza con la referida efigie. Pulóveres, pantalones, camisas, sayas, gorras, cinturones, sandalias, zapatos, carteras y bolsos pueden dar fe de lo que apuntamos.
En un recorrido que efectuamos por varios barrios de la ciudad, los expendedores de esas prendas declararon que ignoraban la verdadera causa de la proliferación de uno de los símbolos oficiales de la corona británica, aunque muchos de ellos afirmaron que podría tratarse de una moda surgida a raíz de la celebración de los juegos olímpicos Londres 2012. Lo cierto es que los jóvenes prefieren los artículos que contengan la bandera inglesa, y con frecuencia vinculan esa imagen con la calidad que esperan encontrar en los productos que adquieren.
Sea uno u otro el motivo, cualquier persona que aterrice por estos días en La Habana podría interpretar semejante irrupción como una muestra de apoyo y solidaridad hacia los intereses del Reino Unido; un sentimiento que mucho agradecerían esos isleños europeos, preocupados como deben de estar con los amagos secesionistas de Escocia, y los insistentes reclamos de Argentina para que las islas Malvinas pasen a manos de Buenos Aires.
Y a propósito de esto último, es muy probable que las autoridades cubanas hayan preparado con sumo cuidado el itinerario habanero de la señora Cristina Fernández de Kirchner durante su reciente visita a la isla. La jefa de Estado argentina, en una fugaz estancia, solo salió del aeropuerto para reunirse con los hermanos Castro y, tal vez, visitar a su convaleciente homólogo venezolano Hugo Chávez. Sin embargo, de seguro evitaron su paso por el centro de la ciudad, no fuera a ser que la mandataria relacionara la profusión de banderas inglesas con una hipotética brecha en torno a la pretendida unidad latinoamericana para la recuperación de esas discutidas islas del Atlántico Sur.
Dicen los historiadores que la ocupación inglesa del siglo XVIII fue beneficiosa para la isla, ya que le asestó un duro golpe al monopolio comercial español, al abrir el puerto de La Habana a embarcaciones de otras nacionalidades. Ojalá que esta nueva presencia inglesa opere en igual dirección, y sea el preámbulo de la añorada apertura de Cuba al mundo; una apertura que se traduzca en mayores reformas económicas, y el fin del inmovilismo político.
Texto y foto: Orlando Freire Santana
Cubanet, 25 de enero de 2013
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