viernes, 25 de octubre de 2013

Varadero: recuerdos (IX)


Mis padres no eran aficionados al mar. Lo de ellos era la pelota. De niña fui más al Stadium del Cerro y las pocas veces que fui a la playa, fue a Guanabo, donde en el verano mi tía Dulce y su marido, Blas Roca, solían alquilar una casa, para pasar una o dos semanas con sus cuatro hijos, mis primos. Después Guanabo cayó en decadencia y Santa María del Mar se convirtió en la favorita de los habaneros.

A Varadero fui por primera vez en 1967. Rafael, mi esposo y padre de mis dos hijos, abogado de profesión, atendía los asuntos legales en el Sindicato Nacional de la Minería y al igual que muchos trabajadores entonces, se ganó una estancia de una semana en Varadero, con todos los gastos pagados. Fuimos primero a ver las condiciones de la casa y qué había que llevar, teniendo en cuenta que iríamos con dos niños pequeños: Tamila tenía 3 años e Iván 2.

En ese viaje exploratorio decidimos llevar solo a Iván. Sin mayores problemas nos trasladamos en ómnibus interprovincial desde la terminal de La Habana hasta la de Varadero. No nos fue difícil localizar la casa, quedaba en una céntrica calle. En realidad eran dos casas, una en los bajos y otra en los altos, independientes. Las dos estaban vacías, en la oficina donde estaban registrados los vacacionistas, pedimos las llaves de la planta alta. Tuvimos que abrir todas las ventanas, por el calor y la humedad.

Tenía sala, comedor, dos habitaciones con sus baños, cocina, patio y terraza. Los muebles eran antiguos y solo los necesarios. Vimos que había que llevar desde sábanas y toallas hasta utensilios de limpieza y de cocina, si uno prefería la opción de recibir una cuota de alimentos y cocinarlos en la casa. Nos había cogido la hora de almuerzo y decidimos ir a una pizzería. La idea mejor no pudo ser: las pizzas eran buenísimas, mejor que las de La Habana, aunque en aquella época en la capital hacían buenas y variadas pizzas: napolitanas, solo con queso, o con picadillo de res, jamón, chorizo, pescado, mariscos... También ofertaban lasañas y raviolis.

Volviendo a Varadero. Rafael pidió una de langosta, yo de camarones y a Iván le pedimos de jamón y queso. Después del postre y el café, fuimos a ver la playa, a unas dos cuadras. No habíamos llevado trusas y lo que hicimos fue dar un paseo.

Como mis hijos nunca tuvieron cochecito -entonces casi ningún niño cubano lo tenía- los dos eran 'caminadores' y cuando los cargábamos era porque nos daba pena verlos andando tanto rato, pero no porque ellos nos lo pidieran. Ahora no. En Suiza y Europa ves a niños de 3 y 4 años todavía metidos en coches. Lo mismo pasa con los 'pampers' o culeros desechables, que antes de ir al kindergarten tienen que acostumbrarlos a los blumercitos y calzoncillitos y enseñarlos a orinar y a hacer caca solos.

Hago un paréntesis y aprovecho para aclarar que la foto que ilustra el post Del 'políticamente correcto' 1968, y donde estoy con mi madre Carmen, mi tía Dulce y mis dos hijos, es de 1966. Dos años tenía Tamila y uno Iván. Se llevan un año y quince días, los dos nacieron en el mes de agosto, Tamila el 1 de agosto de 1964 e Iván el 15 de agosto de 1965.

El paseo por Varadero nos permitió conocer dos de las más famosas mansiones de Varadero: la de Al Capone y la casa Dupont, que cuatro años antes había sido reconvertida en restaurante Las Américas. A esta última entramos, vimos la carta, el menú excelente, incluía platos con carne de res, los precios accesibles, en pesos. En 1967 todo se pagaba con la moneda nacional.

Pensamos hacer tiempo y quedarnos a cenar, pero nos iba a coger tarde para el regreso. Así que decidimos volver a la casa. Como el baño había que limpiarlo, optamos por lavarnos y secarnos con dos toallas que habíamos llevado. A Iván le cambié de ropa, con la muda que le llevé. Para él también era un pomo con agua hervida, dos compotas, un jarrito y una cucharita. Además, un paquete de servilletas de papel (el papel sanitario ya escaseaba) y a falta de galletas, un nailon con pan tostado.

Por si acaso nos demorábamos en la terminal, pasamos de nuevo por la pizzería. Esta vez los tres comimos lo mismo: spaghettis a la boloñesa, con abundante picadillo de res y queso molido. Riquísimo.

Llegamos de noche a La Habana. Durante el viaje de vuelta Rafael y yo decidimos dejar la estancia en Varadero para cuando los niños estuvieran más grandes. Pero en 1968 a él nombraron delegado del Ministro de Justicia en Isla de Pinos y en 1970 nos divorciamos.

Regreso de nuevo a 1967, año del primer Festival Internacional de la Canción de Varadero. La invitada principal fue la española Massiel, conocida en Cuba por Rosas en el mar. No recuerdo si en Varadero interpretó aquel La, la, la, con el cual, increíblemente, ganó el Festival de Eurovisión celebrado en 1968 en Londres. En Cuba ese año, tuvo lugar un 'evento' que le quitó a la gente las ganas de cantar y bailar: el de la ofensiva revolucionaria, en 2012 recordado por el disidente y economista Oscar Espinosa Chepe.

Por un post publicado en 2011 en el blog de R.A. San Martín, me entero que Te doy una canción "fue escrita especialmente para ser interpretada en el Festival de la Canción Varadero 1970. Era la primera, y creo que única vez, que Pablo Milanés y Silvio Rodríguez fueron invitados a presentarse en ese evento internacional. Era una época difícil que quiero recordar a los desmemoriados de hoy".

En 1974 volví a Varadero, por motivos bien distintos. Blas Roca encabezaba una comisión creada por el alto mando gubernamental, para diseñar el establecimiento y funcionamiento de los 'Poderes Populares', como entonces le decían. A modo de plan piloto cogieron la provincia de Matanzas. Ese año había empezado a escribir en la revista Bohemia y le propuse a Luis Camejo, el subdirector, cubrir el experimento como corresponsal-viajera.

Durante varios meses, una vez por semana, a mí disposición ponían un auto Lada con un chofer y un fotógrafo. Casi siempre nos alojábamos en el Hotel Velasco, al lado de la Sala White, en el centro de la ciudad. Pero en dos ocasiones no había habitaciones libres y tuvimos que quedarnos en Varadero, una vez en el Oasis y otra en el Bellamar (cuyo nombre me recordó que en los años 50, con mi escuela había visitado las famosas cuevas). Cuando se reporta como periodista desde otras provincias o países, como eso cuesta dinero, por muy hermoso y confortable que sea el lugar, apenas tienes tiempo libre y se suele trabajar mucho más.

La tercera vez que estuve en Varadero fue en 1983. Un viaje de ida y vuelta, como guionista de Conversando, programa televisivo que conducía la chilena Mirella Latorre. El equipo de trabajo lo encabezaba Mirella y cuatro o cinco más del ICRT.

Fue la primera vez que estuve en las 8 Mil Taquillas, espacio mandado a construir por Fidel Castro y en cuyo anfiteatro se venía celebrando el Festival de la Canción. Ese año la estrella fue Oscar D'León.

A Varadero volví en 1988, acompañando a una brasileña de Sao Paulo. El minibus, con tres o cuatro turistas más (yo era la única cubana), salió alrededor de las 10 de la mañana del Habana Libre y regresamos cerca de las 6 de la tarde. El tour se limitó al Hotel Internacional de Varadero. Tampoco en esa oportunidad me bañé en las serenas y azules aguas.

Tania Quintero
Foto: Mansión que Al Capone mandó a construir en Varadero, en la década 1920-30 y utilizó como depósito de mercancías y contrabando durante los años de la ley seca en Estados Unidos. Fue reconvertida en el restaurante La Casa de Al. La foto fue tomada del blog Mafia Land.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios en este blog están supervisados. No por censura, sino para impedir ofensas e insultos, que lamentablemente muchas personas se consideran con "derecho" a proferir a partir de un concepto equivocado de "libertad de expresión". También para eliminar publicidad no relacionada con los artículos del blog. Por ello los comentarios pueden demorar algunas horas en aparecer en el blog.