lunes, 20 de febrero de 2017

La muerte de Fidel Castro y los negocios privados


Luego de llegar con el remolque desbordado de carne de cerdo, apilada en una cajuela plástica adaptada a la parte posterior de su bicicleta china, Noel, 32 años, dueño de una cafetería que oferta sandwiches y comida criolla, se bebe casi sin respirar medio litro de jugo de melón mientras presta atención a sus empleados.

“Al jugo le falta una pizca de azúcar. No le echen tanto aceite al congrí”, regaña a un cocinero, y le pide premura a una señora obesa que limpia el piso del portal que sirve de comedor.

Noel no armó su negocio con dinero girado desde Miami. “Es un bisne que lo comencé con 500 pesos convertibles prestados. A pulmón, sangriao y pasando muchísimo trabajo”, apunta.

Cuando en la primavera de 2013 abrió la cafetería, vendía un promedio de 90 platos de comida, 50 sandwiches de jamón y queso y 20 pomos de jugo de frutas. “Facturaba casi tres mil pesos diarios (alrededor de 130 dólares). Pero tres años después las ventas superan los siete mil pesos (320 dólares). Para ser una cafetería de barrio no está mal”, dice Noel y añade:

“Como cualquier emprendimiento particular en Cuba, la pelea para hacer dinero es de león a mono y el mono amarrado. Todos los días es un jaleo con los inspectores, rumores de nuevos decretos fiscalizadores o un alza de los impuestos a pagar. El gobierno no da nada. Prometió un mercado mayorista y nunca ha cumplido su promesa. Para tener beneficios, los dueños de negocios gastronómicos debemos tener una doble contabilidad y comprar en el mercado negro gran parte de los alimentos”.

En Cuba el trabajo particular es visto con desconfianza. Para un sector conservador del gobierno, los emprendedores son presuntos delincuentes o, por su independencia económica, potenciales opositores.

Giselle, dueña de una peluquería, considera que hay de todo un poco. “Lo que hasta ahora ha funcionado en Cuba es la economía estatal, casi toda manejada por corporaciones militares. No existe el concepto de gestión privada. Ya es hora que el Estado propicie nuevas y mayores aperturas. Y permite comprar mercancías directamente en el extranjero y recibir créditos de bancos foráneos”.

De momento, el régimen ha tirado del freno de mano y está entorpeciendo al pujante sector privado local. “Cualquier negocio, para crecer o mejorar, necesita inversiones mínimas. Y los créditos que otorgan los bancos del Estado son insuficientes, demasiado fiscalizadores y con un papeleo tremendo”, confiesa la dueña de una casa de alquiler a turistas.

Según la prensa oficial, en los primeros siete meses de 2015, los créditos bancarios al sector privado superó los 129 millones de pesos (5,3 millones de dólares), cuatro veces más que los 31 millones de pesos (1,3 millones de dólares), otorgados en 2014. Un segmento de emprendedores consultados, a falta de un marco jurídico, se sienten desprotegidos y a merced de las veleidades del gobierno. Ya sucedió hace tres años.

Aunque Raúl Castro aseguró que el trabajo por cuenta propia llegó para quedarse, en diciembre de 2013 las autoridades cerraron los negocios de venta de ropa y los cines 3D. “En Cuba nunca se sabe. Un buen día te dicen que tu negocio es ilegal por determinadas razones y te obligan a cerrar. Así de simple”, señaka Luis Alberto, al frente de una oficina de publicidad.

Gilberto, economista retirado, piensa que “si al nuevo panorama internacional, la crisis económica en Venezuela, la muerte de Fidel Castro y la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, que es todo un enigma, le sumamos producciones agrícolas que no despegan y una economía en retroceso, desatar una cacería de brujas contra los cuentapropistas sería un grave error”.

Lo cierto es que el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos y las políticas proactivas del presidente Barack Obama para empoderar al sector privado ha generado recelos en la autocracia verde olivo.

“Es evidente que el gobierno quiere potenciar solo aquellos negocios que les interesan. No desean que los particulares ganen demasiado dinero”, subraya el economista.

La actualización del modelo económico cubano, una especie de biblia sagrada por la que se rigen las tímidas reformas de Raúl Castro, prohíben la acumulación de capital y propiedades.

Tras el deceso de Fidel Castro, enemigo jurado de los negocios privados y el capitalismo, los emprendedores entrevistados no son precisamente optimistas.

“A corto plazo no va a pasar nada. Un pasito hacia adelante y dos hacia atrás. Como siempre. Si la economía empeora, podrían abrir mayores espacios, siempre controlados y con elevados gravámenes para que la gente no haga mucho dinero”, piensa Noel.

Rubén, dueño de un pequeño taller dedicado a la reparación de móviles, tabletas y laptops, considera que es “demasiado pretencioso hablar de negocios consolidados en Cuba. La mayoría son timbiriches, artesanales y manuales en su mayoría.. Los triunfadores son pocos, por lo general los propietarios de casas de hospedaje, dueños de varios autos que alquilan como taxis a choferes y las paladares exitosas. El resto sobrevive como puede”.

Ridel, al frente de un negocio de muebles, se refiere a la existencia de negocios boyantes “donde sus dueños son hijos de altos funcionarios del gobierno o consentidos por ellos. A ésos no los molestan y muchos compran alimentos e insumos en el extranjero”.

De acuerdo a los entrevistados, las futuras políticas de Donald Trump, que amenazan echar abajo las estrategias de Obama, no afectarán demasiado a los emprendedores privados en la Isla. “Quizás afectaría a los centrados en el turismo, pero el grueso de los negocios están enfocados en el mercado interno”, opina Giselle.

Dueños de famosas paladares, como Carlos Cristóbal, restaurant donde cenó la familia Obama durante su visita a Cuba, pudieran ver afectadas sus ganancias con una política de prohibiciones del recién electo presidente de Estados Unidos.

Previendo esa posibilidad, un centenar de emprendedores particulares cubanos, entre ellos Carlos Cristóbal y Enrique Núñez, propietario de La Guarida, le enviaron una misiva a Donald Trump para que mantenga y profundice las reformas iniciadas por su predecesor Barack Obama.

Noel, quien trabaja más de doce horas en su cafetería al sur de La Habana, expresa que no es una mala idea. “Ojalá que Trump derogue el embargo. Pero al que debemos enviarle una carta para que autorice nuevos espacios es a Raúl Castro”.

Iván García
Foto: Tomada de The New York Times en Español.

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