lunes, 3 de octubre de 2011

El encabronamiento de un cubano sin recursos


“Todos los días, lo mismo. Diez horas friendo croquetas en este timbiriche de mierda, y allí enfrente, en la escalinata del Capitolio, la nueva clase de cubanos que pueden pagar un fin de semana y alojarse en hoteles de Varadero, Ciénaga de Zapata o Trinidad, esperando con sus maletas de rueditas, con cobas (ropa) de marca y tomando lagarto (cerveza)”.

“Pertenezco al partido de los singaos (jodidos). Tiros en Angola, cañonazos en Etiopía, dale pa’quí, dale pa’llá. Haciéndote pajas (masturbándote) en la selva africana, rifándote el pellejo, volviéndote loco por la soledad, la marihuana y los sicotrópicos, con un miedo de cojones que te partieran la vida en dos”.

“Regresas a Cuba. Te licencias del ejército. Una palmadita en el hombro y una actividad en el comité (CDR) de la cuadra, sin ron ni caldosa ni una pinga ni ná. Y el presidente del comité leyendo un discurso con la voz engolada, pa'parecerse a Fidel Castro”.

“Después de regresar de Angola he hecho de tó. Albañil, sereno, revendedor de 'fulas' (dólares)... hasta he robado sillones y bombillos por las noches. Soy oriental y las autoridades no me querían en la capital. Olvídate del historial revolucionario. Mulato, me dijeron, todos los orientales son unos comecandela, pero La Habana no aguanta más".


"Fui a ver a mi antiguo jefe. Vive como un rey. Trabaja en una corporación y tiene un montón de billetes. Supo aprovechar sus grados militares. Me dijo que la solución era que me casara con una habanera, y cuando tuviera mis papeles en regla me conseguía una pincha (trabajo)”.

“Siempre he sido un comemierda. Obsesionado por las guerras y ser soldado de tropas especiales. Aprendí a disparar con puntería con un AK-47. A manejar bien una batería antiaérea portátil y tenía destreza en el combate cuerpo a cuerpo”.

“Me ajunté con una negra de San Leopoldo. El acuerdo fue que me apuntaba en su cuchitril a cambio de mantenerla a ella y su hija. Cuando no había plata, comíamos arroz blanco sin más ná. Mi antiguo jefe me consiguió una pincha de cocinero”

“Pasé un curso de 6 meses. Pensé que por mi historial me iban a situar en un café por divisas. Nananina. Lo que pude resolver fue freír croquetas de clarias y vender cangrejitos (dulces) con guayaba. Un día bueno me reporta 100 pesos (4 dólares), un poco de aceite y un pedazo de carne de puerco que me robo del almacén”.

“Ayer llegué cansao, con una peste a grasa que no se quita ni bañándome con detergente, y la negra me dice: Ay, papi, ¿tú crees que podamos guardar dinero para ir de vacaciones a Varadero? 'Se volvió loca', pensé. Pero antes de dormir me dije: 'Coño, nosotros también tenemos derecho a vacilar en buenos lugares'. El lío es de dónde saco plata pa'ir a Varadero. Las croquetas no dan pa’ tanto”.

Iván García


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