Yosuán, 16 años, estudiante, tiene una fórmula especial para las vacaciones veraniegas. Playa y reguetón. Si su madre -el padre cumple una sanción de 18 años por matar reses- le da moneda dura, quizás pueda ir a una discoteca de calibre.
“Pero lo seguro es montarme en una guagua (ómnibus) atestada para darme un chapuzón en las playas del este. Ir con mi novia al cine. Y bailar reguetón en una de esas fiestas por ‘la izquierda’ que se montan en mi barrio”, dice Yosuán.
En La Habana, con la llegada del verano, aumentan las fiestas 'house' (privadas). También las de metálica o pop. Se organizan en un dos por tres. Siempre con ánimo de lucro.
Rodney, 35 años, pincha disco empírico, se frota las manos. “Cuatro veces a la semana armamos una fiesta en casa de un amigo. Cobramos 10 pesos por persona (0.50 centavos de dólar). Vendemos pan con jamón o lechón, refresco embotellado, cerveza, ron y pastillas de parkisonil para que la gente se ponga ‘rica’. Cuando la fiesta termina, nos repartimos entre 1,500 y 2,000 mil pesos (65 y 85 dólares)”.
Las opciones baratas para los jóvenes habaneros son escasas. Una discoteca buena cuesta entre 7 y 10 dólares la entrada. El salario quincenal de un ingeniero. Si desea tomar un daiquirí, cubalibre o cerveza clara, en la billetera deberá tener más de 20 dólares. Y ni se le ocurra ligar.
En La Habana, un don juan no la pasa muy bien. Vale más un rollo grueso de dinero que un rostro fácil. Los bonitillos sólo ligan al ejército de jineteras camufladas que pululan por la ciudad, si les prometen matrimonio o una visa. Luego, al salir del bar o discoteca, si no fue previsor y guardó 10 pesos convertibles para tomar un taxi estatal o particular, corre el riesgo de llegar al amanecer. El servicio de madrugada del transporte público es casi nulo.
Los hijos de obreros y doctores que viven sin robar en sus puestos de trabajo, descartan las opciones recreativas en divisas. Se la pasan mejor los vástagos de generales, empresarios, intelectuales y músicos que viajan al extranjero.
Quienes reciben dólares o euros también pueden ir a centros nocturnos. Aunque la crisis tiene a los familiares en el exterior remando a contracorriente y por teléfono piden a los suyos en Cuba que estiren la pasta. La gente que en la pasada temporada se las dio de botarate, ahora cuenta hasta los centavos.
Ismael, 40 años, en 2010 pudo hacer un itinerario completo por instalaciones infantiles. "Pero este año mis parientes perdieron el empleo. He tenido que hacer recortes. Le dije a mi hija: obras de teatro, libros, parque de diversiones, playa en las afueras y cargar con la merienda. Todo en moneda nacional”.
Cuba es un país difícil de entender. A muchos el techo de su casa se les viene encima. Comen poco o mal y desayunan café ligado con chícharos y sin leche.
Sin embargo, son capaces de gastarse 200 dólares en el último iPhone vendido en el mercado subterráneo. Un vaquero Diesel o zapatillas Nike. O reservar tres días en un hotel en Varadero.
A pesar de la crisis económica estacionaria que vive Cuba desde que en 1990 se decretara el 'período especial', en los meses de julio y agosto aumentan los turistas del patio. Pero la mayoría de la población sigue viendo las quietas y azules aguas de Varadero en postales. Los de la Cuba profunda se tienen que conformar con ver filmes estadounidenses y culebrones brasileños en la tele.
Si tienen suerte, van a una base de campismo. En las familias donde los dólares son escurridizos
y lo principal es 'resolver comida', las vacaciones son sueños en noches de verano. Añádale 33 grados a la sombra. Y un viejo ventilador que cuando más se necesita, deja de andar.
Iván García
Foto: CaMoCi, Flickr.
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