En un banco de cemento del parque Mónaco, en la barriada habanera de La Víbora, en una estrujada libreta escolar, Arnaldo apuntaba las apuestas para el partido de fútbol entre el Real Madrid y Barcelona.
Hubo alrededor de treinta y cinco apuestas. “La gente se jugó desde 5 cuc a 150 cuc. Antes de comenzar, un grupo de amigos nos sentamos en el portal de una cafetería a tomar cerveza y vimos el partido en un televisor. Como en el parque ahora hay wifi, en la previa muchos se conectaron con sus teléfonos o tabletas, para conocer la alineación o enterarnos de cualquier detalle de última hora”, cuenta Arnaldo.
Aunque en Cuba las apuestas son usuales, ya sea en la charada local conocida como la bolita, en juegos de béisbol y peleas de gallos, el fervor por el fútbol ha comenzado a cimentar un entramado empírico y eficiente de apuestas.
Apostar dinero es ilegal y si te pilla la policía puedes pagar una multa entre 60 y 1,500 pesos o un par de años en la cárcel. Pero desde hace dos décadas, la policía mira hacia otro lado.
La pasión por el fútbol en Cuba sigue en la cresta de la ola. A los menores de 30 años les gusta más el fútbol que el béisbol, el deporte nacional.
En su afán de minimizar el impacto de la MLB y el éxito de jugadores cubanos que juegan en la gran carpa, desde inicios de los años 90, el gobierno verde olivo empezó a difundir las ligas más prestigiosas de Europa.
Comenzaron a trasmitir un partido semanal diferido. Pero ahora se emiten hasta diez juegos a la semana. Y casi todos los juegos del Real Madrid, Barcelona o Bayern Münich se pasan en vivo.
Pero, ojo. Los fanáticos de la isla siguen el fútbol europeo, campeonatos mundiales y Eurocopas, pero desconocen lo que acontece en los insípidos torneos locales que a gradas vacías suelen jugarse sábados y domingos.
Leodanis, un señor delgado y canoso que viste una camiseta pirata de Neymar, se aficionó al fútbol en 1988. “En un radio Selena (de la era soviética) los sábados y domingos escuchaba Tablero Deportivo de Radio Exterior de España y aquellas trasmisiones épicas de Germán García, Juan Manuel Gozalo y Chema Abad”.
Media hora antes de comenzar el último Clásico, Leodanis y unos cuantos fans siguen llegando a un bar oscuro y climatizado aledaño al restaurante El Conejito, en 17 casi esquina M, Vedado, frente al edificio Focsa. El termómetro marca 32 grados y la humedad relativa supera el 80 por ciento, pero jóvenes como Yaibel, alrededor del cuello lleva una gruesa bufanda del Barcelona.
“Tenemos una peña del Real Madrid y otra del Barcelona. Todos los fines de semanas, un grupo de amigos vemos los juegos. La gente se apasiona y grita hasta enronquecer. También apostamos dinero y el que pierde paga la cuenta de la cerveza que tomamos”, dice Yaibel.
Una dependiente y un cantinero no dan abasto con los pedidos. En algunas mesas entonan el himno del Barça, mientras al fondo, un mulato fornido y un tipo con un peinado estrafalario reviven la polémica mundial: si Messi es mejor que Cristiano Ronaldo (CR7).
“Olvídate que Cristiano sea un pesado o engreído. Asere, el tipo es un animal. Mete goles con las dos piernas, de cabeza y es mejor que Messi cobrando penaltis. Mira los números, brother, no te ciegues”, acota el mulato.
Al hombre le cae un coro en pandilla. “Mi hermano, de qué planeta llegaste tú. La pulga es number One. Cinco balones de oro, visión de juego, toque y gol. Mira, no vamos a discutir más, me juego cuarenta chavitos (40 cuc) que el Barça arrolla al Madrid y que el tridente anota gol”, replica un muchacho con una camiseta de Luis Suárez.
“Acepto”, contesta el mulato. Todos visten camisetas de estrellas del fútbol. Entre los asistentes, varios extranjeros observan asombrados cómo se vive el fútbol en la otrora isla beisbolera de Fidel Castro.
Arranca el encuentro y en los primeros treinta minutos, el Barcelona impone su juego mágico de toques y posesión del balón. En el costado izquierdo, Neymar, con su cintura de culebra, sus controles orientados, fantasía y velocidad exige al máximo a Carvajal, el lateral del Madrid y a los centrales Pepe y Sergio Ramos.
Messi comienza a carburar con su slalom marca de la casa. Arranca pegado a la cal de la banda derecha haciendo su diabólica diagonal y sus pases milimétricos. Pero el Madrid aguanta el chaparrón. En el minuto cuarenta y tres, Suárez se comió un gol casi cantado. Fue una jugada a cuatro toques entre Iniesta, Neymar y Messi.
Del Madrid no se tenían noticias. Benzema apagado. Cristiano Ronaldo lo intentaba por fuerza, por ganas. Pero poco más. La presión alta del Barcelona impedía despegar al cohete Bale. Casemiro, con el mono de trabajo puesto, cortaba el juego del Barça y permitía a Toni Kroos adelantar su posición unos metros .
Es verdad que el Clásico no llegó en buen momento para el equipo de Zidane. A diez puntos del Barcelona, en tercer lugar, sin chance en la Copa del Rey y poniendo toda la carne en el asador de la Champions.
Pero en estos encuentros siempre se juega a cara de perro. En la segunda mitad llegó el gol. Piqué, de cabeza, abrió la olla. Pero el Madrid no se arrugó. Benzema empató y luego, con un hombre de menos, quien si no, CR7, anotó su gol veintinueve en la liga.
Tras la victoria del Madrid, que cortó la racha de treinta y nueve partidos sin perder del Barcelona, los fans merengues se mofaban del seguidor culé que apostó cuarenta chavitos.
El bar se despejó en pocos minutos y el cantinero, aburrido, se puso a leer el periódico.
Iván García
Foto: Tomada de El blog del fútbol cubano.
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