Cuando aquel día de 1999 Belkis Ayón, a los 32 años se suicidó de un tiro, Cuba no sólo perdió a uno de sus valores más consagrados en las artes plásticas: las mujeres negras y mestizas de la isla perdimos a una de las nuestras que a base de talento, no de sexo, había logrado llegar a imponerse. Además de joven, Belkis era hermosa, alegre, sociable, optimista y desprendida. Y vivía orgullosa de su raza.
A la nieta de Felito Ayón (hombre que mucho tuvo que ver con el nacimiento del feeling en la cancionística nacional) no la conocí personalmente, sino a través de sus apariciones en la prensa. Su obra la he conocido en la segunda planta del Museo Nacional de Bellas Artes.
Cuba está llena de morenas talentosas como Belkis Ayón. A simple vista, volibolistas y atletas, cantantes y bailarinas, artistas y músicas. Sin publicidad, hay infinidad de médicas, enfermeras, ingenieras, abogadas, técnicas, trabajadoras, secretarias, profesoras de niveles superiores, maestras de primaria, auxiliares pedagógicas y educadoras de círculos infantiles, entre otras profesiones y oficios.
Negras como el azabache o jabás, colorás o chichiricú, moras, indiadas o achinadas, resultado de un cruzamiento de razas aún inconcluso. Cubanas todas de cualquier tonalidad que pudieran ocupar sitiales altos en la economía y la política, si la sociedad se desprendiera de las costras de machismo y prejuicios a flor de piel.
El tema es vasto. Y polémico. Como el filme Si me comprendieras de Rolando Díaz, coproducción española limitadamente exhibido en La Habana en diciembre de 1998, durante el XX Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
Pese a que fue exhibido una sola vez -a sala llena- la cinta obtuvo mención del jurado. Fuera de Cuba es donde más se conoce y si ha tenido “difusión” dentro de la isla ha sido gracias a copias piratas.“Rolando ha logrado una original película sobre La Habana actual, el período especial y la problemática racial desde la experiencia dura y angustiosa de la mujer negra en la Cuba castrista”, escribió el intelectual cubano Enrique Patterson en El Nuevo Herald.
En Si me comprendieras, artículo aparecido en la revista Espacios (No. 4/02), la periodista Lázara Castellanos pone el dedo en la llaga cuando dice: “En los ultimos años hemos visto crecer una preocupación en el orden social: hombres y mujeres están repensando sobre su lugar en la Cuba de hoy y se muestran inconformes. Se escuchan con frecuencia preguntas como ésta: ¿quién cuenta la historia y cómo lo hace? A pesar de los avances innegables, aún se proyecta la idea de que no se ha barrido del todo una estructura de prejuicios raciales que, aunque Fernando Ortiz la calificara como la menos intensa en América, repercute sobre lo que es hoy una mayoría étnica en nuestro país, pues la emigración de las últimas décadas afectó la composición racial”.
Desde hace más décadas, una serie de problemas fueron clasificados como tabú en Cuba: el racionamiento alimentario decretado en 1962; el alto índice de abortos, divorcios y suicidios; la vida familiar de los dirigentes y el tema negro, entre otros. Hasta que su volumen no fue alarmante, han estado engavetados o mantenidos en secreto realidades como la prostitución, el alcoholismo, la drogadicción, la malnutrición (que ha incidido directamente en el bajo crecimiento de niños y adolescentes), el retraso mental y anomalías congénitas relacionadas con causas que van desde incorrectos hábitos nutricionales hasta pésimas condiciones ambientales.
En La raza y los silencios de la cubanidad (revista Encuentro No. 20/01), el profesor Alejandro de la Fuente, de la Universidad de Pittsburg, Pennsylvania, plantea: “El discurso de Fidel Castro del 22 de marzo de 1959 fue crucial porque, al condenar el racismo, el líder de la revolución puso su enorme prestigio personal al servicio de los que luchaban contra la discriminación en Cuba. Más aún, el Primer Ministro llamó a un debate nacional sobre este asunto e invitó a periodistas, escritores e intelectuales a analizar las causas del racismo y sus medios”.
Más adelante, de la Fuente aclara: “El hecho concreto es que a partir de 1962, aproximadamente, el tema racial básicamente desapareció del debate público insular. Las autoridades cuando hablaban de la discriminación, lo hacían en tiempo pasado”.
Como tan acertadamente expusiera el profesor de Historia Latinoamericana y del Caribe en la prestigiosa universidad estadounidense: “Un problema resuelto no es problema... En consecuencia, las autoridades impusieron el silencio oficial sobre el asunto, convirtiéndolo en tabú”.
Antes de que Castro volviera a hablar públicamente del tema racial, el 7 de febrero, en un discurso leído durante la clausura del Congreso de Pedagogía 2003, los periodistas independientes hemos sido los que más hemos escrito y hablado acerca de la supervivencia de prejuicios raciales. Desde 1995 ésta ha sido temática constante en mis textos y en las numerosas entrevistas concedidas en ocho años.
El 7 de febrero de 2003, en el teatro Karl Marx, Fidel Castro dijo: “Se ha podido ver que los sectores de la población que viven todavía en barrios marginales de nuestras comunidades urbanas, y con menos conocimientos y cultura, son los que, cualquiera sea su origen étnico, nutren las filas de la gran mayoría de los jovenes presos”.
Anteriormente había dicho: “La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier étnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra del país, aún cuando en numerosas áreas de gran trascendencia, entre ellas la educación y la salud, desempeñan un importante papel”.
Castro no lo propuso esta vez, pero sería saludable que, de entre los muchos y profundos debates urgentes en la sociedad cubana contemporánea, se comience por éste. No es necesario ningún censo, a simple vista se ve: los cubanos mestizos y negros somos mayoría (más del 60 por ciento del total de la población). Y dentro de ellos vibra la energía de la mujer negra. No volvamos a quedarnos callados.
Tania Quintero
Foto: Belkis Ayón. Tomada de AfroCubaWeb.
Nota.- Cuando en marzo de 2003 se desató la oleada represiva conocida como Primavera Negra y 75 disidentes fueron condenados a muchos años de cárcel, mi hijo Iván García y yo estábamos recopilando datos e informaciones para escribir sobre la temática negra. Él escribió Prisioneros de su raza y yo A flor de piel. Los dos fueron publicados en septiembre de 2003 en la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. El de Iván fue reproducido en julio de 2009 en el blog Desde La Habana, pero ese archivo ya no se encuentra y en el mes de junio se va a reproducir, en varias partes. Mi trabajo salió en 2006 en la página digital de La peregrina magazine y en 2008, compartido entre este blog y Cine Cuba Paraíso. Ahora le he cambiado el título y dividido en cuatro partes.
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