viernes, 3 de mayo de 2013

Bebo Valdés, una leyenda de la música cubana


Cuando un grande dice adiós debemos quitarnos el sombrero. Y se ha ido un grande. Ha muerto en Suecia, a los 94 años, Bebo Valdés, el último de los grandes mitos del jazz afrocubano.

Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro nació el 9 de octubre de 1918 en Quivicán, un pueblo agrícola en las afueras de La Habana. Además de pianista, su faceta más conocida, fue arreglista, compositor y director musical.

Es padre de Chucho Valdés, otro fabuloso pianista de jazz. En La Habana de los años 40, donde brillaba en cartelera Rita Montaner o el Trío Matamoros, una urbe de rutilante vida nocturna, con el Slopy’s Joe, los clubes de la Playa de Marianao y las vitrolas donde se escuchaban boleros de Olga Guillot o el chileno Lucho Gatica (después sería su director musical), Bebo comenzó tocando en las orquestas de Ulacia, García Curbelo, Julio Cueva y la del cabaret Tropicana.

Todavía el genio del Benny Moré andaba escondido en una botella. El guajiro de Santa Isabel de las Lajas cantaba por unas pesetas en bares de poca monta, y Celia Cruz, recién graduada de maestra, daba sus primeros pasos en la música.

La competencia musical era de grandes ligas. Y el Caballón, como era conocido el Bebo por su estatura, lo sabía mejor que nadie. Había que pulirla para triunfar.

Pero este hombre estaba diseñado de una pasta especial. Compuso un mambo, La rareza del siglo, un aporte al género recién introducido por el soberbio Cachao y que cambiaría el curso de la música cubana.

En 1952, el productor gringo Norman Granz, entusiasmado por el éxito del revolucionario jazz afrocubano en Nueva York, que tenía como estandarte a Mario Bauzá y el imprescindible número ‘Manteca’, de Chano Pozo, encarga a Bebo una grabación de jazz cubano con Benny Moré como vocalista.

Tras sonados éxitos en México, Estados Unidos y España, en 1960 se exilia en Suecia. A su manera, decidió escapar de Fidel Castro y su incipiente autocracia. Después de tres décadas de relativo anonimato, el 25 de noviembre de 1994, Bebo Valdés recibió una llamada de Paquito D’ Rivera, saxofonista de oro.

Rivera, quien en los años 70 y 80 había sido integrante de Irakere, agrupación dirigida por Chucho Valdés que trajo consigo nuevos conceptos en la música nacional, invita a Bebo a grabar un disco en Alemania.

Tenía ya 76 años cuando su carrera artística vuelve a renacer, con el disco Bebo Rides Again. Participa en los documentales Calle 54 y El milagro de Candeal, del cineasta español Fernando Trueba. En 2001, con Cachao López y Patato Valdés graba El Arte del sabor, que recibió un Grammy al mejor álbum de música tropical tradicional.

En 2002 Trueba produce el disco Lágrimas Negras, título de la antológica canción de Miguel Matamoros. Con Bebo tocando y el gitano Diego el Cigala cantando. Fue una bomba musical. En 2003 sería reconocido por tres premios Grammy y dos discos de platino en España, entre un racimo de galardones.

The New York Times lo alabó como el mejor disco del año de música latina. Cigala y Bebo efectuaron a una extensa gira por París, Nueva York, México D.F, Barcelona, Madrid, Tokio, Buenos Aires, Londres y... La Habana

A finales de 2004, Lágrimas negras había vendido más de 700 mil copias. Yo estuve en un repleto teatro Karl Marx, en la barriada habanera de Miramar, para ver el insólito acople de la música flamenca con la cubana.

Pero hubo una ausencia notable. La del Bebo, quien afirmó que mientras en Cuba hubiera una dictadura, no viajaba a su patria.

Aquella memorable noche, Bebo fue sustituido por su hijo Chucho. Un pianista de talla extra que se codea entre los monstruos del jazz latino. El Cigala puso el corazón. Y Chucho la técnica. Pero se notó que faltaba el ángel de su padre.

Las sociedades de militares y caudillos que administran las naciones como si fuesen su botín personal, desechan el talento si éste no le rinde pleitesía a su obra totalitaria. Celia Cruz, Olga Guillot y Bebo Valdés pagaron por ello.

Iván García

Video: Romance en La Habana, del costarricense Ray Tico. Tema incluido en el disco El Arte del Sabor, grabado en 2000, en el que Bebo Valdés contó con la coloboración de otros grandes de la música cubana: Israel López “Cachao”, Carlos “Patato” Valdés y Paquito D'Rivera.


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