Un periodista independiente cubano no debe tener grandes pretensiones. Siempre es sano coquetear con la idea de lograr un 'palo periodístico' o una exclusiva.
Pero hay que dejar de lado las fantasías. Lo que desde Cuba usted puede firmar son pequeñas historias al margen. Artículos de opinión. Y alguna que otra noticia, análisis o crónica. Si acaso, una entrevista. No más.
Entonces, lo mejor es seguir leyendo las entrevistas agudas realizadas por Oriana Fallaci. Sumergirse en los grandes reportajes de Bob Woodward. Aprender con las lecciones en tiempo real de los mejores cronistas de la lengua castellana como Gabriel García Márquez o Rosa Montero.
Es difícil aplicarlo en la isla, pero del estilo de las grandes plumas siempre se aprende. El problema es a la hora de obtener datos, cifras o declaraciones gubernamentales. Es cuando uno comprende que sólo le quedan las crudas historias reales.
Cuba no es terreno fértil para practicar el periodismo según las reglas y métodos de universidades occidentales. Aquí el olfato periodístico y la intuición sustituyen a las estadísticas e informaciones que las autoridades ocultan con celo.
Donde hay suficiente cancha para escribir historias es precisamente en las calles y cuarterías de La Habana. En los barrios mestizos, sórdidos, bullangueros y pobres de San Leopoldo, Belén o Jesús María.
Ahí precisamente es donde pululan los relatos y testimonios de rateros, mendigos, jineteras y funcionarios corruptos. Una parcela de Cuba que el régimen pretende ignorar. Precisamente la que los comunicadores alternativos muestran en blogs y webs.
Para un periodista latinoamericano, esas historias marginales son cotidianas en sus países. Es verdad. La diferencia es que el gobierno cubano quiere esconder la mierda debajo de la alfombra.
Ese es mi propósito. Escribir sobre temas que los medios oficiales ignoran o considera tabú. No me anima la intención de desprestigiar a mi país. Cuento lo que acontece. Cuba no es mejor ni peor que otras naciones del continente en materia de marginalidad o prostitución. En todo caso igual.
De cualquier manera, nunca está de más ser optimista y pensar que algún día se pueda pescar una buena historia. Pero lo más sensato es dejar en el librero los manuales de periodismo moderno y los libros que nos ilusionan del Gabo, Fallaci y Woodward. Y escribir pequeñas historias al margen.
Iván García
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