Existen en Cuba personas de la tercera edad que tienen un nivel económico aceptable, pero otras muchas carecen de los medios necesarios para subsistir. Ancianos hurgando en contenedores de basura o extremadamente delgados, son parte bochornosa de la cotidianidad en las calles. No es ésta la realidad que 'vende' el gobierno.
Según cifras ofrecidas el 3 de mayo de 2013 por el diario oficial Granma, más del 18 % de la población cubana rebasa los 60 años y para el 2025 esa cifra rondará el 25 %.
“Cuatro de cada 10 adultos mayores puede vivir entre bien y un poco apretado con los ingresos que reciben, en tanto el 60% lo hace con privaciones y carencias”, destaca la última encuesta nacional sobre envejecimiento poblacional, publicada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Cerca de un 40% de los encuestados declararon que vivían mal y que sus ingresos casi no alcanzaban para la supervivencia. “Esto puede ser reflejo de que la mayoría de ellos cuenta sólo con el ingreso por Jubilación o Pensión”, señaló la ONEI en su informe. Un 15 % declaró no tener ningún recurso económico para el futuro.
“A pesar de las dificultades que ha enfrentado el país, Cuba puede estar satisfecha de cómo ha manejado, pese a la crisis a que ha sido sometida, el nivel de atención a sus adultos mayores. Se ha mantenido una cobertura total de la seguridad y/o la asistencia social”, asegura Ecured, la Wikipedia cubana.
¿Cómo entender entonces que, según la ONEI, uno de cada dos adultos mayores siente temor o incertidumbre respecto a su situación económica o de salud, de cara al futuro?
Caridad Sánchez es una de las muchas cubanas que a pesar de su avanzada edad, no ha podido disfrutar de la jubilación. Su motivación en la vida es su hija, síndrome de Down. “El día que yo falte, no sé qué será de ella”, dice.
Lleva una jaba llena de palos. Cuando le pregunto, responde: “Leña para cocinar”, responde. Víctima de una estafa, perpetrada con la impunidad de los jueces, vive en una casa inhabitable. Para que ella y su hija puedan malamente comer, hace malabares. “Me he quejado a todas las instancias estatales posibles, pero no me hacen caso”, enfatiza.
Otro caso es el de Arturo. Tiene 67 años y vive agregado. La salud ya no le acompaña: “Estoy decepcionado”, confiensa el otrora internacionalista. Aún cotiza en la Asociación de Combatientes de la Revolución, de la cual fue fundador. Ha sentido el irrespeto ante sus canas cuando solicita ayuda a las instituciones. En vano, ha enviado decenas de escritos a la Fiscalía, Asamblea Nacional y Tribunales, reclamando una casa que recibió en herencia.
Muchos ancianos prefieren no perder su tiempo en quejas. Si no tienen casa, duermen donde les coja la noche. Si no tienen comida, le piden un peso a cualquier transeúnte, o registran en la basura. Cuando se camina por las calles de La Habana, a simple vista se ve que la casi la mitad de los deambulantes son ancianos. Igual sucede con aquéllos habituados a registrar entre los desperdicios. Y quienes a veces no lucen como andrajosos.
Los estudios oficiales sobre personas que duermen en las calles, específicamente los ancianos, escasean. Algunos prefieren tapar el sol con un dedo y creen que es suficiente con justificarse y culpar al “bloqueo norteamericano”.
En un reciente evento internacional sobre Longevidad Satisfactoria, la doctora Cristina Luna, viceministra del Ministerio de Salud Pública se mostró optimista: “Para enfrentar el reto del envejecimiento poblacional contamos con la fortaleza que representa un Estado socialista, donde toda la sociedad se pone en función de esta premisa”, dijo.
¿Acaso bastará seguir con el mismo discurso del “socialismo” para resolver los problemas?
Texto y foto: Yaremis Flores
Cubanet, 7 de mayo de 2013
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