Cruzando el túnel de La Habana, al otro lado del puerto, y luego de caminar poco más de dos kilómetros por la carretera Monumental, se encuentra enclavado el reparto Bahía. Es un barrio de edificios feos de 4 y 5 pisos y algunas torres grises de 12 plantas construidas en los años 90 con tecnología yugoslava.
En un parque de ese reparto, hace cuatro años, crece una ceiba que santeros oficialistas trasplantaron por la salud del comandante único. Según una vecina del lugar, la ceiba, que había sobrevivido a plagas y ciclones en un patio habanero, fue donada antes de morir por una madrina de santo, famosa por sus poderes.
Ocurrió el 13 de agosto de 2009, coincidiendo con el 83 cumpleaños de Fidel Castro. Ese día, el barrio se llenó de paleros, santeros y mirones. En el mayor secreto y con solemnidad, los babalaos sacrificaron gallos negros y una jicotea “que recogía todo lo malo”. Después rociaron el tronco con la sangre de los animales.
Cuando salió el sol, trasladaron la ceiba consagrada al parque y la plantaron entre toques de tambores y cantos a Olodumare. Cincuenta babalaos rogaron al poderoso orisha para que el comandante viva tanto como el árbol. Y dieron 16 vueltas a la ceiba.
No creo mucho en esas cosas. Tal vez los que ordenaron la ceremonia, tampoco. Puede que la prepararan “por si acaso existe algo” o sólo por cumplir otra orientación del Partido comunista. Pero allí está la ceiba. A ratos, aprendices de santeros y consumados babalaos, se arrodillan a orar al pie del árbol.
Hace 55 años, mientras las guerrillas bajaban del macizo montañoso de la Sierra Maestra y comenzaban su avance hacia el centro de la isla, a otro dictador, Fulgencio Batista, los babalaos, en un intento por conjurar el baño de sangre y traer la paz a la isla, un día lluvioso de 1958, le organizaron un gigantesco ebbó en el estadio de Guanabacoa, relativamente cerca de la ceiba ofrendada a Castro.
Unos meses después, el dictador se dio por vencido, y sin consultar con sus brujos, se largó a la isla portuguesa de Madeira, a disfrutar los millones que robó.
En el Parque de La Fraternidad, en el corazón de la destruida Centro Habana, majestuosa y siniestra, se yergue otra ceiba. En 1928 la mandó a sembrar otro dictador, Gerardo Machado. Se cuenta que bajo sus raíces enterró 'el daño' que preparó a sus adversarios. Los que saben de esas cosas dicen que el trabajo de brujería de Machado desgració a Cuba para siempre.
Frente a la ceiba y al lado del hotel Saratoga, reside la Asociación Yoruba de Cuba. Una casona soberbia de dos plantas. Los santeros y babalaos afiliados, de boca pa'fuera, aseguran ser leales a la ‘Revolución, el Partido y Fidel’.
Desde finales de los años 80, el gobierno concertó un trato con diferentes denominaciones religiosas existentes en Cuba. Los católicos, masones, santeros, paleros y abakuás que levantaran la mano en apoyo de la dinastía verde olivo, podían hacer sus faenas religiosas.
Pero existen desobedientes. Religiones y creyentes opositores. Se dan casos curiosos. En la Calzada Diez de Octubre, en una casa de puntal alto edificada en los años 30, reside una agrupación Yoruba independiente.
En los primeros días del mes de enero, después de lanzar los caracoles y consultar sus deidades, emiten la Letra del Año. También su homóloga oficialista anuncia su Letra. Al tener el respaldo del Estado, la radio nacional propaga los augurios de los babalaos oficialistas.
En los últimos tiempos, el gobierno apoya con inusitado interés el quehacer de los grupos creyentes. Sobre todo los afrocubanos. El Partido comunista tiene una oficina de atención a los asuntos religiosos dirigida por Caridad Diego. Los de la contrainteligencia no le quitan el ojo de arriba a determinadas asociaciones religiosas.
Sus predicciones infunden más temor que el texto de un periodista disidente. Con halagos y concesiones les dejan hacer mientras no critiquen el statu quo. Todos, sean admiradores de Sai Baba, evangelistas o espiritistas, están bajo la lupa de los servicios especiales.
Después que Castro autorizó a los religiosos afiliarse al partido comunista, algunos caciques de la nomenclatura se hicieron santo. Tienen sus 'prendas' detrás de la puerta de su casa. Y a cada rato se consultan. Al parecer, Raúl Castro no es adorador de las deidades africanas. Se rumora que es más de los placeres mundanos. Del vodka y el trago fuerte.
Pero quizás, antes que termine su mandato en 2018, los babalaos le dediquen una ceiba en el mismo parque del reparto Bahía. Al lado de la consagrada a su hermano. Por si acaso.
Iván García
Foto: Tomada del Diario de las Américas.
Ver aquí foto de Fidel Castro vestido de blanco en Guinea, uno de los países visitados durante el recorrido que hizo por África y Europa socialista entre el 3 de mayo y el 5 de julio de 1972.
Leer también: Religión y poder.
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