El yogur de soya constituye uno de los alimentos con que cuentan los cubanos, sobre todo las personas de bajos ingresos, para capear la hambruna. El producto se vende por la libreta de racionamiento, al precio de un peso la bolsa, a los niños de entre 7 y 14 años, o sea, cuando ya no reciben leche. Sin embargo, los dependientes de los Puntos de Leche se las arreglan para que los 'carreros' les dejen una cantidad adicional de bolsas de yogur, las que se venden en forma liberada, pero a tres pesos la unidad.
Y son precisamente esas bolsas adicionales las causantes de las colas que se forman frente a los locales de venta. Unas colas en las que abundan las personas de la tercera edad, muchas de ellas jubiladas, cuyos ingresos no les permiten acudir a las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) para comprar las bolsas de leche en polvo o el yogur natural. Obviamente, productos de mayor calidad. Y del chocolatín que hace varios años les prometiera el máximo líder con tal de garantizarles desayuno, todo quedó en eso: promesas.
Así, los días de la semana en que viene el yogur de soya, las personas se aglomeran en los Puntos de Leche desde horas de la madrugada, con la esperanza de que los carros del Complejo Lácteo de La Habana traigan bolsas adicionales. De ser así, los necesitados marcharán contentos a sus hogares, pues tendrán algo con que desayunar, y reforzar las precarias raciones de almuerzo y comida. En caso contrario, se irán cabizbajos, con la contrariedad por el tiempo perdido, y la incertidumbre de qué pondrán en sus mesas.
De todas maneras, la cola del yogur de soya es un espacio de intercambio social. Allí se habla acerca de las incidencias del barrio, de los resultados de la pelota, y también de la actualidad noticiosa nacional e internacional. En este último caso es fácil apreciar la influencia que ejercen sobre los viejitos las Mesas Redondas de la televisión cubana.
Ramón, el vecino de mi edificio, es un señor jubilado, que tres veces por semana amanece en esas colas. Cualquiera que converse con Ramón, ya en horas del mediodía o la tarde, sabe si esa mañana vendieron por la libre el yogur de soya, y eso sin necesidad de preguntarle directamente sobre el tema. Si Ramón empieza a hablar de la crisis financiera en Grecia, del desempleo en España, de los problemas del euro o de la violencia en Estados Unidos, y después contrapone esos hechos con la idílica visión que los medios oficialistas ofrecen de Cuba, no hay dudas de que esa mañana pudo comprar su bolsa de yogur de soya.
En cambio, si el viejo Ramón dice que aquí nada funciona, que hacen falta los dueños verdaderos para que la gente trabaje, o que los viejos se van a morir de hambre debido a la carestía de la vida y las bajas pensiones, entonces es evidente que ese día vino solamente el yogur de los niños.
Hay días en que, después de dos o tres horas de cola, muchas personas se retiran a sus casas sumidas en la desesperanza, pues llega el momento de apertura del establecimiento, y aún no arriba el yogur ni nada se sabe de los carros que lo transportan. Son jornadas en las que peligra hasta el desayuno infantil.
Pero las noticias no son halagüeñas para el viejo Ramón. El Complejo Lácteo de La Habana no está seguro de poder cumplir el plan de producción de este año. Hay dificultades con las piezas de repuesto para echar a andar las maquinarias que garanticen las tres líneas de producción, y existen deficiencias en los contratos para adquirir la leche, su principal materia prima. Además, los trabajadores no están conformes con los sistemas de pago que se aplican, y reclaman una mejor alimentación. Así las cosas, las Mesas Redondas tendrán que intensificar la propaganda con vistas a amortiguar las opiniones adversas del viejo Ramón.
Orlando Freire Santana
Cubanet, 3 de mayo de 2013
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