Apenas dan las 10 y 30 de la mañana de cada sábado, cientos de personas se aglomeran en las afueras de la pescadería especializada Mercomar, sita en Aranguren y Calzada de Diez de Octubre, en el municipio habanero de Arroyo Naranjo. Muy pocos entran a consumir, a pesar de que desde las 9 hay en venta tronchos de tenca y pez gato, pargo y cherna con cabeza, filetes de tiburón, mortadella de pollo, masa de langosta y camarones.
Lo que espera el grueso de los consumidores es el camión refrigerado que los sábados surte, puntualmente, decenas de cajas plásticas con el producto más socorrido para los consumidores de a pie: croquetas elaboradas con pescado de agua dulce.
Dos paquetes de 10 croquetas cada uno es la norma que se puede vender por persona, al módico precio de 5 pesos (0.30 centavos de dólar) el paquete.
Pero muchos consumidores marcan una y otra vez en la cola para garantizar el plato fuerte de la semana, que si tienen suerte, podrán acompañar con arroz y algún potaje mal sazonado. Otros, en cambio, los adquieren para revender a 10 pesos el paquete, lejos de la zona.
En menos de media hora se agotan las croquetas de pescado. Entonces la quietud se apodera nuevamente de la pescadería especializada. En las neveras de exhibición quedan productos nacionales inasequibles para el bolsillo del cubano pobre, como la langosta y el camarón, este último al precio de 86 pesos el kilogramo (3.90 dólares).
Mientras más de la mitad de la población cubana vive en condiciones miserables y se mal nutre con subproductos de carne animal, el interés del presidente Raúl Castro versa en acabar con aquellos cuatreros de “cuello blanco” que quebrantan la seguridad alimentaria.
¿Por qué además de rebajar en 20 ó 30 % el precio de 122 renglones de materiales para la construcción, los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, reunidos a finales de diciembre, no acordaron rebajar los alimentos, incluidos los productos del mar que oferta la cadena de pescaderías especializadas Mercomar?
Obviamente, a los diputados no les bajaron la orientación desde arriba, de allí donde el cuatrerismo de Estado protege y amamanta a otros “cuellos blancos”.
En los debates parlamentarios de diciembre pasado, y en el discurso de clausura de Raúl Castro, quedó relegado el tema oferta y demanda de productos alimenticios, fenómeno que ha desatado un despunte en los precios, tanto estatales como del sector privado.
En esta dirección, ajustar los salarios al nivel de vida actual parece ser para el Presidente otro sorbo de parsimonia: “sin prisa, pero sin pausa, con la integralidad y gradualidad requeridas, sin apresuramientos ni improvisaciones…”
Para el Estado cubano, “seguridad alimentaria” significa estabilidad en el surtido de alimentos, pago efectivo y puntual a los proveedores, así como aprovechar al máximo el potencial de las cooperativas y las tierras en desuso.
Mientras los burócratas de “cuello blanco” creen que reformular el costo de materiales constructivos o penalizar a los corruptos de turno, es todo cuanto se puede hacer de momento, olvidando que las croquetas sabatinas de Mercomar son la garantía alimentaria para tantos habaneros. Mejor que Mercomar debieran llamarle Malcomer.
Texto y foto: Odelín Alfonso Torna
Cubanet, 16 de enero de 2012
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