El periodismo no me es ajeno. Desde los 10 años, mis vacaciones escolares transcurrían en la redacción de la revista Bohemia, donde laboraba como reportera Tania Quintero, mi madre. Crecí entre el teclear de su máquina de escribir en la casa y los viajes por toda la isla, en los que ella, grabadora en mano, y acompañada de un fotógrafo, realizaba sus funiones periodísticas.
Esa etapa me trae gratos recuerdos. Bohemia, fundada en 1908, era la crema y nata del periodismo. Niño aún conocí a destacados reporteros. De todos ellos, a Jorge Alfonso le tengo especial afecto, igual que al fotógrafo Luis Toca. Siempre fui amante del béisbol, sobre todo de Industriales, el equipo de la capital. Con su conocimiento y su claridad didáctica, Jorge supo explicarme a fondo el béisbol y pude conocer a ídolos de mi infancia, como Rodolfo Puente y Armando Capiró.
Tenía 15 años cuando mi madre dejó Bohemia. Cursaba el décimo grado y la escuela me aburría. Me escapaba a leer libros. Fue en la biblioteca del preuniversitario René O. Reiné, antiguo Instituto de la Víbora, donde tropecé por vez primera con un libro de poemas que me convenció. Se llamaba Papel de hombre y había sido escrito en 1969 por el poeta y periodista Raúl Rivero.
En 1989, al terminar el servicio militar, fui contratado para trabajar como asistente de programas en el Instituto Cubano de Radio y Televisión. En ese momento, mi madre era periodista de los servicios informativos de la televisión cubana, lo que me permitió participar en la realización de varios programas. La Pelota y El Servicio Militar, fueron dos de los temas que le sugerí para Puntos de Vista, espacio televisivo que por aquella época salía al aire una vez a la semana en horario nocturno estelar.
En varias ocasiones salí a grabar a las calles. Muchas horas permanecí en una sala de edición. Adquirí conocimientos acerca del periodismo televisivo. Pero al terminar el contrato quedé cesante. Comenzó entonces mi inestabilidad laboral. Trabajé como plomero en la construcción, pero ese oficio no me gustaba. Lo mío era el periodismo.
La oportunidad la tuve en diciembre de 1995. Fue un regalo de Navidad saber que Raúl Rivero, aquel poeta coloquial y directo que había leído en mi adolescencia, me aceptaba en Cuba Press, agencia de prensa independiente. Me dio la responsabilidad de escribir sobre deportes. Hasta 1999, todas las semanas redactaba unas notas tituladas Minideportivas, que alternaban con artículos de opinión sobre el deporte cubano, como El regreso del "mago" Mesa; Rescatan a Douglas mientras Duquesne se muere; El reverso de las medallas y Rueda la cabeza del "príncipe de las alturas".
Después de mi detención por la Seguridad del Estado, el 8 de marzo de 1991, mi madre fue puesta en una "lista negra". Pero ya a principios de 1995, ella había comenzado a valorar la posibilidad de retomar el periodismo de manera independiente, en una de las agencias que se estaban formando. Me preguntó mi opinión y le dije que era una magnífica oportunidad para eliminar las ataduras mentales y hacer un periodismo libre.
Habló con Raúl Rivero. Y el 23 de septiembre de 1995, cuando se hizo pública la creación de Cuba Press, el nombre de Tania Quintero Antúnez aparecía entre los fundadores. Una decisión valiente. Por los riesgos a su edad en esos momentos, 53 años. Y porque todo su largo historial de trabajo en la revolución, iniciado en agosto de 1959, quedaría relegado y tratarían de convertirla en 'no persona'.
Iván García
Foto: ARTExplorer, Flickr. Fragmento de la escultura Cubo Letras, de Patricia Golombek, artista plástica brasileña.
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