Hu Xiao no es un trabajador común y corriente en China. No cultiva tierras, ni cumple turnos en una manufacturera o en una fábrica electrónica. Su labor es más instantánea y cruenta: dispara un rifle para cegar la vida de delincuentes condenados a muerte por la justicia del país comunista.
A pesar de los dilemas éticos que esto conlleva, su función de verdugo no le parece complicada. Hu asegura que su trabajo "normalmente es sencillo", excepto en el caso de un prisionero que se levantó y corrió hacia su rifle cargado cuando se disponía a ultimarlo.
Recientemente, este policía le contó algunas de sus experiencias al diario oficial Pekín Wanbao, en un artículo que ofrece una infrecuente mirada al gremio de los verdugos en China, y a las condiciones en las que mueren los sentenciados a la pena capital.
Resulta difícil saber cuántos chinos son ejecutados cada año, porque el gobierno de Pekín no difunde cifras al respecto.
Pero un informe de 2011 de la organización independiente Dui Hua, dedicada a la defensa de los derechos humanos en China y que tiene su sede en San Francisco, Estados Unidos, afirma que el país ajusticia anualmente a 4 mil personas. Amnistía Internacional afirma que este número es mayor que en cualquier otra parte del mundo.
Con todo, la cifra representa -según Dui Hua- la mitad de la cantidad de ejecuciones registradas en China hasta 2007, año en el que se introdujeron cambios en la legislación para que la Corte Suprema del Pueblo revise las condenas a pena de muerte antes de que se hagan efectivas.
Hu, un ex militar que desde hace casi dos décadas es oficial de la policía judicial, parece tomarse el drama humano de las ejecuciones con una frialdad forjada por la rutina.
"De hecho, no es tan complicado como piensan los de afuera", relata en el artículo del Pekín Wanbao, citado por la agencia Reuters. "Todos nosotros usamos rifles con un cañón de un metro de longitud, nos ubicamos a unos cuatro metros del condenado, apuntamos, halamos el gatillo y eso es todo".
Hu dice que la mayoría de los individuos llevados al cadalso sienten tanto terror que se desploman en el suelo y que, al ser levantados, no pueden mantenerse en pie. La excepción, añade, fue un exsoldado sentenciado por homicidio. "Al momento de la ejecución, los criminales se arrodillan en el piso, pero este hombre se levantó y corrió hacia mí. Toda esa gente se merece el castigo que recibe por los crímenes que cometieron", sanciona Hu.
No obstante, grupos de derechos humanos han denunciado que los condenados a la pena capital, comúnmente ciudadanos acusados de delitos como asesinato, narcotráfico o funcionarios señalados por corrupción, rara vez reciben un juicio justo.
El principal método de ejecución en China es el disparo con rifle, pero el gobierno ha dado pasos para usar más la inyección letal, como en Estados Unidos, una modalidad menos propensa a "contratiempos".
Pero Hu sólo habla de su rutina con armas de fuego en el artículo del Pekín Wanbao. Este oficial, cuya foto no se publica y su edad no se especifica, le relata al vespertino cómo fue su iniciación en el gremio de los verdugos. Dice que el día que empezó el trabajo, los agentes más veteranos le hicieron observar dos ejecuciones e inspeccionar los cuerpos recién privados de vida y que cuando le tocó halar el gatillo por primera vez no sintió nervios.
"Pero en mi segunda ejecución sí me puse nervioso. No porque sintiera miedo, sino porque temía que si fallaba el disparo me convirtiera en el hazmerreír de mis colegas". Hu añade que a los policías jóvenes les cuesta más acostumbrarse a las ejecuciones. "Para los agentes de más edad, como yo, es tan sólo una rutina", confiesa.
Aunque quizás llegue a convertirse en una labor algo menos frecuente. En 2011, China redujo el número de delitos que conllevan la pena de muerte. El robo grave, el contrabando de animales raros, el fraude impositivo, la sustracción de fósiles y el tráfico de oro y plata ya no figuran en la lista. El gobierno también decidió exceptuar de ese castigo a los mayores de 75 años.
Las ejecuciones se han vuelto un tema de debate en el país. En diciembre pasado, más de 20 académicos y funcionarios chinos discutieron sobre la pena capital en una conferencia realizada en la ciudad de Hangzhou.
BBC Mundo, 9 de enero de 2012
Foto: AFP. Según organizaciones de derechos humanos, China ejecuta 4 mil personas cada año.
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