martes, 8 de mayo de 2012

Libros y multitudes al otro lado de la bahía


Reinier, joven informático de aspecto desaliñado, es de los que asiste a la 21 Feria Internacional del Libro en busca de textos imposibles de conseguir durante el año entero en las librerías de la capital. “Rastreo por todos los stands de las casas editoriales extranjeras. Busco libros sobre informática u otros temas técnicos que solo puedo encontrar en el marco de las ferias del libro”, acota mientras hace una cola de casi 100 metros para entrar al pabellón mexicano.

La 21 Feria Internacional del Libro de La Habana 2012 estuvo dedicada a las Culturas del Caribe. Fue inaugurada el 9 de febrero y al día siguiente abierta al público. Pese a ser jornada laboral, miles de personas entraban y salían cargados de bolsas de nailon repletas de libros en los diferentes stands habilitados en la Fortaleza San Carlos de La Cabaña, al otro lado de la bahía habanera.

Las autoridades de la ciudad tienen bien engrasados los servicios gastronómicos y de transporte. Justo frente al Capitolio, media docena de ómnibus son desviados del servicio habitual - empeorándolo aún más - para trasladar a los visitantes hasta la sede del evento. En un viaje de quince minutos te llevan hasta la entrada de la Cabaña. En los amplios parqueos del recinto, un mar de carpas de vivos colores han sido montados como cafeterías de servicio rápido.

En moneda nacional se oferta arroz frito con bastante buena cara, a 15 pesos la ración. Pollo asado y frito a 20 pesos el cuarto. Y pan con jamón y lechón a 5 y 10 pesos.

También cervezas y cubatas. Refrescos, golosinas y helados en cáscaras de coco. Dentro y fuera de la Feria se expenden alimentos en moneda dura.

En La Cabaña la afluencia de gente es vertiginosa. Las personas entran a paso doble a las antiguas galeras y manosean libros y revistas. Los precios de los libros por divisas no son cosa de juego en un país donde el salario promedio es de 20 dólares mensuales. Las revistas y libros más baratos cuestan 50 centavos en pesos convertibles o cuc, 12 pesos cubanos al cambio actual.

Acorde el salario devengado en la isla, los libros en moneda nacional no son baratos. Suelen costar entre 5 y 50 pesos, el papel y la impresión dejan bastante que desear.

Ya en moneda dura se pueden encontrar libros de calidad. Pero prepare su monedero. Hay diccionarios que cuestan más de 30 cuc .

Si su plan es comprarle libros a sus hijos, seguro regresa a casa con los bolsillos vacíos. Es amplia la variedad de libros infantiles de escritores universales, didácticos y para colorear. Los más asequibles cuestan 1 cuc. Una señora mayor armó un escándalo cuando al pasar por la caja le dijeron que el minúsculo libro de adivinanzas costaba 3 cuc , un tercio de su pensión como obrera textil.

Los niños son los que salen mejor parados en esta fiesta anual del libro. Padres y abuelos se las arreglan para comprarles textos con buenos diseños y excelente impresión. “Es verdad que uno debe pagar una fortuna , pero te recompensa cuando ves la alegría en el rostro de tu hijo”, dice Orlando, 34 años, quien asistió a la feria con sus dos hijos.

Turistas de paso, como el madrileño Fernando, se preguntan de dónde l os cubanos sacan dinero para comprar paquetes de libros que equivalen al salario de tres meses de un trabajador . “Los libros son muy caros en cualquier lugar del mundo, pero quien los compra, lo paga con lo ganado de su salario”, señala el ibérico. En Cuba la lógica no suele funcionar.

Libros, cervezas o aires acondicionados se venden como pan caliente en el país, a pesar de costar el jornal de un mes, en el caso de cervezas y libros, o dos años de trabajo cuando se trata de un electrodoméstico.

Varios son los factores que permiten a un segmento de cubanos gastar lo que no ganan. Uno, las remesas de los exiliados. Otro, la economía sumergida, mediante la cual a muchos ciudadanos les entra una cantidad de dinero por la izquierda, a veces cuantiosa.

De cualquier modo, los exorbitantes precios de los libros no le quitan la calma a tipos como René , 52 años, cuentapropista. Sentado en el patio trasero de La Cabaña devora un trozo de pollo asado y con una cuchara de cartón se lleva a la boca un poco de arroz frito. “Este país es así. No hay quien lo entienda, ni quien lo arregle. El gobierno con sus precios abusivos, sus impuestos de circulación por las nubes y la población viendo de qué manera se puede robar cuatro pesos”, indica .

Al caer la noche el sol amaina y corre una brisa fresca. La gente, desperdigada por el césped y de cara al mar, hojea los libros recién comprados o charla de cosas importantes o intrascendentes.

Lo hacen en los mismos escenarios donde hace 53 años se escuchaban las descargas de fusilería que acabaron con la vida de miles de opositores a Fidel Castro. En este falso invierno cubano, La Cabaña se ha convertido en un buen sitio para leer en familia y romancear las parejas.

De fondo, las luces de la ciudad comienzan a iluminar el panorama. Una vista única de La Habana desde el otro lado de la bahía que nos hace pensar en un remanso de paz. A pesar de todo.

Iván García

Foto: EFE. Tomada de El Nuevo Diario de Nicaragua.

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