viernes, 27 de septiembre de 2013

Desamparadas



Dormir sobre una colchoneta de espuma, acomodada en el piso, ya era costumbre de Ross Mary De Persin. Recientemente, en plena madrugada, le cayó un pedazo de concreto del techo en la cabeza. En el hospital Militar de Marianao le cosieron la herida. Pero no recibió certificado de lesiones: todo quedó como un simple accidente.

El apartamento tiene un solo dormitorio, y bajo el mismo techo, o lo que queda de él, con Ross Mary, de 21 años, convive su hijito Samir Caleb, de 3 años, que perdió un testículo debido a criptorquidia (fue sometido a dos intervenciones quirúrgicas y se espera una tercera).

También con Ross Mary viven su madre, Juana Clara Rodríguez, paciente de VIH, con un micro adenoma en la hipófisis, tiroides, y único sostén económico del hogar; su tía, Diana Rodríguez, quien sufre de trastornos de nervios y asma crónica; y la hija de ésta, Thalía Flores, de 16 años.

El techo se encuentra en tan mal estado que directivos del gobierno y de la Oficina de la Vivienda en el municipio Playa, para esquivar responsabilidades, dispusieron apuntalarlo. Pero los días de lluvia, afuera caen gotas y adentro chorros.

La situación se le complica a la desdichada familia por la no existencia del documento de propiedad en los archivos de la Oficina de la Vivienda, a pesar de que casi todos los inquilinos nacieron allí, por ser herencia de sus padres. Mientras tanto, el expediente de Caso Social permanece engavetado desde 1999.

El apartamento tiene puerta de salida a la calle, posibilidades de ampliación hacia arriba, y está ubicado en una buena zona de la capital (Calle 29 B, No 7006, entre 70 y 72, Marianao). Eso lo hace codiciable por otros ciudadanos que poseen dinero suficiente para reconstruirlo.

Conociendo esa mala letra de los funcionarios de la Vivienda, es fácil suponer que están interesados en meter a la familia en un local cualquiera de la periferia de la capital, y, posteriormente, negociar el apartamento vacío.

Un detalle revelador se produjo hace poco, cuando montaron a la familia en un camión para llevarlos a ver un local, que supuestamente contaba con dos dormitorios, y en realidad era de uno. Pero había otra mujer habitándolo, lo cual provocó un altercado entre la mujer y los funcionarios.

Días después, llevaron a la familia a otro local, sin cocina, y muy similar al anterior. Los dos tenían en común que estaban ubicados lejos, uno en el poblado de El Chico y el otro en El Cano.

Paralela suerte corren Caridad Reyes Roca, de 66 años, cardiópata, soltera, así como su hija, Misley Lázaro, de 30 años, con síndrome de down y alérgica crónica, entre otras enfermedades que padece debido a su discapacidad funcional. El único sustento es la pensión de Caridad, equivalente a unos 10 dólares mensuales.

El 8 de diciembre de 2008, ellas permutaron para un apartamento en altos, en la Calle Martí No. 413, Barrio Azul, Arroyo Naranjo. Veintiocho días después, hicieron una reclamación por estafa ante la Oficina de la Vivienda: el techo de hormigón estaba abofado, las paredes encubrían un sistema eléctrico defectuoso y los pisos ocultaban tupiciones y salideros en tuberías sanitarias e hidráulicas. Del techo se desprenden chorritos de arena y trozos de concreto, sinónimo de un derrumbe en breve.

Hace un mes, una mujer me visitó. Había acabado de cumplir una condena en prisión. La madre que la crió desde muy pequeña murió mientras ella se encontraba presa, y su hermano de crianza había vendido la casa. Me dijo que en la cárcel ella poseía cama, comida y techo seguro, y que ahora, en libertad, se siente desamparada y llevando a cuestas el estigma de ser una ex-convicta.

Experiencias afines se escuchan por montones. ¿Qué se entiende en Cuba por desamparo y cuál institución estatal empadrona las estadísticas de los ciudadanos desamparados?

Texto y foto: Juan Carlos Linares Balmaseda
Cubanet, 7 de agosto de 2013.
Foto: Caridad Reyes y su hija Misley.

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