lunes, 9 de septiembre de 2013

"Haciendo sopa" sobreviven músicos en La Habana


Alberto, 83 años, murió una tarde lluviosa y gris de 2012 en la barriada de La Víbora, esperando que un productor musical lo rescatara del olvido.

En la década del 50 fue cantante del Conjunto Casino dirigido por Roberto Espí que amenizaba en cabarets y centros nocturnos de una Habana que no dormía. En sus últimos años, cargado de achaques, sobrevivía cantando boleros en bares de mala muerte, sin que nadie le prestase atención.

Vendió los muebles y su colección de discos para poder comer. Mientras aguardaba a que Dios pasara por él, se buscaba unos pesos cuidando autos fuera de un agro estatal. Comía poco y mal. Y tomaba demasiado alcohol sin refinar.

Otros viejos músicos habaneros no están mucho mejor. Intentan ganar un puñado de pesos convertibles haciendo ‘sopa’, cantando mientras los turistas cenan. Eulogio, 79 años, es uno de ellos.

“Hacer sopa es una tradición vieja en Cuba. Siempre existió amenizar con música o boleros la comida de una pareja, una familia o un grupo de amigos. Si nos aceptan, el cliente solicita las canciones. Si es un extranjero o un cubanoamericano suelen pedir viejos boleros. O el Chan chan de Compay Segundo. No tenemos tarifa fija. El cliente paga según su bolsillo”, cuenta Eulogio, músico ambulante en la parte antigua de La Habana.

Los músicos independientes trabajan por la izquierda. No están afiliados a ninguna empresa del gobierno. “A veces, de palabra, el gerente de un restaurante, bar o café nos deja cantar y de acuerdo al dinero que ganamos le damos un porciento. No mucho, porque tampoco recibimos demasiado. Yo, por ejemplo, canto con un trío. Si después de doce hora ‘haciendo sopa’ conseguimos 45 cuc, le damos 15 al gerente y repartimos el resto a partes iguales. Pero cada día es más difícil cantar en centros estatales, pues los administradores deben contratar a músicos de agencias oficiales. Entonces probamos suerte en paladares de éxito o cantando en la calle”, señala Joel, sentado con su guitarra en el muro del malecón.

En un café al aire libre, llamado Bahía, en las inmediaciones del puerto, músicos ambulantes con guitarras y maracas por algunas monedas le cantan a cantan a cualquier turista de paso. Según Eulogio, las ganancias rondan los 10 o 15 cuc diarios. “Hay días de gloria. Recuerdo que una vez un conocedor de la música cubana, después de ofrecerle un recital de boleros, el hombre, con lágrimas en los ojos me regaló 150 pesos convertibles. Esa noche cené con mi esposa y una de mis nietas en un restaurant de primera. Pero eso sucede esporádicamente”.

De cualquier manera, los viejos músicos ambulantes aseguran que un día de faena es superior a la pensión recibida del gobierno. Santiago es voz segunda de un cuarteto que camina desde la calle Obispo hasta la Plaza de la Catedral ofreciendo su música.

“A mis 77 años siento que la vida es un círculo vicioso. Antes de la revolución también fui ‘sopero’. Cuando Fidel Castro tomó el poder me hice miliciano. Participé en la lucha contra bandidos en el Escambray y en misiones internacionalistas en Angola. He trabajado en muchos sitios que no tienen nada ver con la música. En los años duros del ‘período especial’ me fui a la calle a cantar. Conocí a Ibrahim Ferrer y a Pío Leyva. Buenos socios. Cuando ellos fueron rescatados por Ry Cooder y Wim Wenders, una noche se aparecieron en el lugar donde solemos cantar los ‘soperos’ y nos fuimos de tragos”, rememora Santiago con nostalgia.

Eulogio hoy ha tenido un día de perros. Las constantes lluvias primaverales han disminuido la afluencia de extranjeros en la calle. Después de cantarle un par de rancheras a unos ruidosos turistas mexicanos que le dejaron 4 cuc de propina, caminó por todo el trayecto de la Avenida del Puerto a la caza de clientes.

En el bar por moneda divisas Dos Hermanos el gerente lo echó. Llegó a su casa pasadas las ocho de la noche, con los pies destruidos y un cansancio de siglos. Se dio un baño con agua calentada en un reverbero y luego se sentó a comer: arroz blanco, huevo frito y ensalada de pepinos.

Todos estos músicos habaneros sueñan que quizás algún día un productor musical de renombre los descubra, como aconteció con Ibrahím Ferrer y Compay Segundo.

Alberto, el otrora cantante de la Orquesta Casino, no tuvo esa suerte. Murió olvidado una tarde gris de 2012. A su velorio solo asistieron su hija y dos vecinos del barrio.

Iván García
Foto: Tomada del blog El turista incidental. En el pie, el autor escribió: La Habana. Músicos callejeros. Beben ron a diario, fuman habanos y llegan a los 90 años. No tienen estrés porque el concepto trabajo es bien distinto al nuestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios en este blog están supervisados. No por censura, sino para impedir ofensas e insultos, que lamentablemente muchas personas se consideran con "derecho" a proferir a partir de un concepto equivocado de "libertad de expresión". También para eliminar publicidad no relacionada con los artículos del blog. Por ello los comentarios pueden demorar algunas horas en aparecer en el blog.