Un grupo de batalla naval artillado, compuesto por buques de diferentes flotas rusas, arribó el sábado 3 de agosto a la principal rada cubana. Se trata del destructor antisubmarino Vicealmirante Kulakov, el crucero lanzamisiles Moskvá y el tanquero Ivan Bubnov.
Fuentes no oficiales indicaron que, debido al bajo calado de la entrada de la bahía, escasos 11 metros dada la presencia del viaducto que discurre por debajo, en los alrededores del litoral quedaron otro navío de gran porte y un submarino escolta.
De hecho, poco faltó para que el destructor antisubmarino encallara al intentar atracar en el muelle oficial de la Marina de Guerra, ubicado en la parte vieja de la ciudad, debido a que el calado real, 9 metros, no coincide con las cartas de navegación. Los prácticos y el capitán finalmente decidieron arrimarlo por la escotilla de popa, para no empañar la visita.
Como es tradicional, a la entrada, se intercambiaron disparos de salva entre la armada rusa y sus anfitriones, el Ministerio de las Fuerzas Armadas. Estos últimos anunciaron una apretada agenda de visitas a instituciones gubernamentales, academias militares, al monumento a José Martí y al mausoleo de los soldados soviéticos fallecidos en la Isla.
A pesar de que la visita fue anunciada como Misión de Paz y Fraternidad para con el Pueblo Cubano, los buques permanecen bajo insólito hermetismo. Ni una sola escotilla abierta y con las claraboyas tapadas, que para nada coinciden con expediciones amistosas anteriores.
A los cubanos de a pie, ya de por sí castigados por el ardiente sol del verano, únicamente les han permitido visitar la cubierta de los dos buques bajo la estricta vigilancia de poco amistosos marinos rusos, armados hasta los dientes y con camuflajes adaptados a las condiciones de Cuba.
A los casi mil tripulantes les permitieron bajar a tierra, aunque en grupos dirigidos por oficiales y sin compartir demasiado con nacionales. La alta oficialidad de los buques fue alojada en hoteles destinados al turismo extranjero, en La Habana Vieja. No pocos dependientes les huyen despavoridos por el mal olor, que creían eliminado luego de las transformaciones en Rusia.
Los buques demoraron casi tres meses en llegar a Cuba. Son barcos que tienen más de dos décadas de explotación, pero remodelados sobre la marcha y evidentemente pintados a la carrera dado al fresco olor a pintura. Algunas zonas de la armazón estaban tan deterioradas, entre ellas la mismísima escalera. Los visitantes subían en pequeños grupos.
Están pertrechados con varios radares y sistemas de encubrimiento; helicópteros tácticos; misiles antiaéreos S-300F, OSA-M y artillería AK-630 de 30mm; misiles anti buques P-500; bombas de profundidad RBU 6000, torpedos de 533mm y otros torpedos montados sobre misiles, además de cuantiosos obuses y, por supuesto, cierta incógnita bajo bodegas.
La llegada de este grupo de batalla se produce a pocos días de que un buque norcoreano fuera interceptado con armamento ruso en el canal de Panamá, procedente de la isla, armamento que el gobierno cubano calificó como obsoleto, que iban a ser reparados en la nación asiática.
La visita anterior del buque escuela ruso Kruzenshtern, en abril de 2010, fue todo un acontecimiento. No por el destartalado velero de la era zarista, sino por las piezas de reses que los marineros dejaron colgadas a la vista de los cubanos.
Texto y foto: Leonel Alberto P. Belette
Cubanet, 5 de agosto de 2013.Ver también: Los bolos en Cuba, documental del ICAIC, realizado por Enrique Colina y Una cubana en Rusia.
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